Pablo Gonzalez

Miseria del reformismo

Es muy curioso el artículo que publica el venezolano Franco Vielma en la revista “Misión Verdad” porque pone de manifiesto el estado de ánimo de amplios sectores populares en América Latina. 

En Brasil la burguesía ha enseñado los dientes y ahora los reformistas se lamentan de haberse quedado a mitad del camino.

El título del artículo, “Superar el dogma de la democracia” (*), lo dice casi todo porque después de haber apostado durante años al legalismo, el pacifismo y el electoralismo, ahora el artículo acaba con un llamamiento muy poco disimulado a las armas.

Recuerda la última imagen de Allende tras al golpe de Estado de Pinochet en 1973, armado con un fusil en bandolera cuando ya era tarde. ¿Por qué no empuñó el fusil desde el principio?

Para disimular su crisis, los reformistas latinoamericanos se escudan en el golpe de Estado que les ha propinado la burguesía en Brasil. 

Francamente, este tipo de lamentaciones y lloriqueos son repugnantes. 

Me gustaría que quienes llevan años alimentando ilusiones asumieran sus propias responsabilidades: ellos también tienen su parte de culpa en dicho golpe. 

No es imputable a la democracia, como quiere hacernos creer Vielma, sino al reformismo.

Hace 100 años que se viene demostrando la validez de esa tesis leninista, plenamente científica, de que no es suficiente ponerse al frente de un Estado que ha sido construido por y para la burguesía, sino que hay que destruirlo.

La “destrucción del Estado” consiste, dice Lenin, en que el Estado burgués, que es una “fuerza especial de represión” del proletariado, se debe sustituir por otra “fuerza especial de represión” inversa que es otro Estado que se llama “dictadura del proletariado”.

En eso consiste una revolución proletaria, fuera de lo cual no hay más que reformismo y demagogia. En todo el mundo los que llaman al voto hablan mucho del gobierno (gobierno de cambio, de coalición...) pero muy poco del Estado. 

Sin embargo, el golpe en Brasil demuestra por enésima vez que, en contra de lo que aseguran los reformistas, el gobierno no es el poder, que no basta tener el gobierno para tener el poder. Esa son las ilusiones que predican los reformistas.

La burguesía tiene el apoyo de los imperialistas, tiene el poder económico, tiene el poder ideológico, tiene al aparato del Estado a su servicio, especialmente los militares y represivos. 

El gobierno y el parlamento pueden llenar los boletines oficiales con todos los reglamentos que quieran aprobar, que nunca servirá para nada porque la burguesía tiene todos los resortes necesarios poder para dar golpes de Estado, como el de Chile en 1973 o el de Brasil en 2016.

En toda Latinoamérica, mientras la burguesía afila los cuchillos, los reformistas lloran, se lamentan y se compadecen como plañideras que son. 

La burguesía ya ha demostrado muchas veces que es capaz de propinar golpes a los movimientos populares, tanto si están dentro como fuera del gobierno. 

Lo que no sabemos es la capacidad de esos mismos movimientos para devolver los golpes y, sobre todo, para algo más importante todavía: para adelantarse a ellos.


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Publicado por Odio de Clase

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