Una nueva noticia preocupante en América Central despierta serios interrogantes. Estados Unidos decidió establecer una base militar en Costa Rica con una masiva presencia de efectivos y medios armados para combatir el narcotráfico.
Se abre un escenario que puede complicar la estabilidad y la paz social de un país que cuenta con el menor grado de violencia en toda esa región.
La presencia norteamericana podría ser el germen de reacciones inesperadas.
La justificación de tal medida es la visión de Estados Unidos de la necesidad de interrumpir el corredor del tráfico de cocaína de Colombia a Estados Unidos.
La ubicación geográfica de Costa Rica permitiría actuar como una barrera de contención.
En teoría los argumentos parecerían sensatos si el problema fuera uno cuya solución se alcanza bloqueando simplemente el camino de la droga.
Sin embargo, la experiencia indica que el narcotráfico es como un curso de agua que siempre encuentra una vía alternativa.
El combate al narcotráfico es bastante más complejo que simplemente edificar una represa.
La presencia militar norteamericana puede abrir una caja de pandora en el único país de América Latina que, desde 1948, no tiene fuerzas armadas.
Estados Unidos ya cuenta con una presencia militar significativa en Panamá, sede del Comando Sur, y no logró a través de los años ese propósito.
Nada permite pensar que agregar un nuevo eslabón en la cadena de control ampliará la efectividad de medidas que se mostraron, hasta el momento, ineficientes.
La suma de bases militares ni la militarización de la lucha es la solución. Estados Unidos no puede ignorar ese dato.
El tema es grave por cuanto puede representar el quiebre de la estabilidad de Costa Rica que es en definitiva el único país de América Central que mantiene un grado razonable de institucionalidad democrática y violencia criminal acotada.
Preservar esas condiciones y fortalecer esa capacidad es la mejor arma en defensa contra el narcotráfico y otros efectos del crimen organizado.
Militarizar a Costa Rica es un serio error político en particular si esa acción implica una presencia militar extranjera permanente aunque sea con consentimiento de las autoridades costarricenses.
Es de esperar que Costa Rica no otorgue, como ocurrió en otros casos similares, un cheque en blanco que ponga en jaque su estabilidad social y la frágil armonía regional.
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