En Europa existen varios "Estados de nada" surgidos tras los conflictos provocados por la banda terrorista OTAN. Ucrania va (si no lo es ya), por el mismo camino.
En las últimas semanas la prensa oficiosa ha puesto de manifiesto una realidad incomoda: que Ucrania es un país más corrupto y pobre que Rusia, donde el sueldo medio triplica el de su vecino. Sin embargo seguimos sin aceptar que la junta de Kiev ha impuesto un régimen de terror, cuya estrategia última no es la aniquilación de la disidencia, sino la imposición de las medidas de austeridad solicitadas por el FMI para el saqueo financiero de sus recursos.
Las manifestaciones que hacen frente a la violencia fascista toman fuerza en Odesa mientras que en Herson el conflicto retoma un caracter étnico entre rusos y tartaros (turcómanos).
La estrategia del miedo se está viniendo abajo, y si la Unión Europea sigue apoyando a Poroshenko, cabe esperar que EE.UU seguirá haciéndolo, la extensión de la guerra civil al resto del país está servida.
En Odesa el 1 de mayo (día internacional de los trabajadores), el 2 (2º aniversario de la masacre de la casa de los sindicatos) y el 9 (aniversario de la Victoria sobre el fascismo) se puede desatar la tormenta.
Hace unas semanas un oficial subalterno de la provincia de Lvov, extremo noroccidental y ultranacionalista de Ucrania, cogió un avión primero a Israel y luego a Moscú, donde había enviado a su familia. Había sido acusado formalmente de “desprestigiar al ejército”. Huyó, seguramente, por miedo a la tortura.
A los inocentes videos de interrogatorios publicados en la web del ministerio de interior de “simpatizantes de los separatistas” se han venido sumando otros más preocupantes sobre los “excesos del ejército ucraniano” (con total naturalidad un fascista cubre con una olla la cabeza de un hombre reducido en el suelo, después la patea partiéndole el cuello) para llegar al taller de trabajo de un oficial ucraniano, donde explica cómo aplican electrodos, hacen la picana o como una vez tuvieron colgado cabeza abajo a un jubilado 4 días seguidos.
La extorsión es una forma de financiación del ejército, en gran parte integrado por expresidiarios (Ucrania ha aprobado una ley por la cual reduce a la mitad las penas en ciertas condiciones. Muchos presos comunes de las repúblicas independientes echan papeles para acabar su condena en territorio gubernamental) que exige rescates amparándose en acusaciones de separatismo.
Las retenciones que duran días, los robos, el abuso de poder se ha vuelto común al lado gubernamental del frente, donde se concentran grandes contingentes de regulares y paramilitares.
Paradójicamente, las víctimas suelen ser gente de territorios autoproclamados, familiares de milicianos o activistas, que ante la distancia del frente al centro de la ciudad, cosideran que el riesgo de guerra o represión es agua pasada.
Perfecto ejemplo de esta atmósfera es la discoteca que violó el toque de queda hace unos días en Donetsk, cuyos clientes, según la leyenda urbana, fueron conducidos por los milicianos que clausuraron el local, a concluir su baile en el puesto de control más caliente del momento, entre Yasinovata y Gorlovka.
Eso también refleja la división que existe entre la población de los territorios, quienes no han tomado parte en el conflicto desean que se acabe de cualquier manera, quienes han tomado parte saben que si entra el ejército ucraniano, serán eliminados. Ambos sectores de la población comparten la decepción con los gobiernos salientes de la independencia y la esperanza de que Rusia los integre en su Federación.
La delegación ucraniana en la Asamblea Parlamentaria del Consejo de Europa denunció los supuestos crímenes que se comenten en Crimea y los territorios “ocupados” en una soporífera sesión ante una sala casi vacía.
Los medios ucranianos mezclaron imágenes de la intervención de su delegación con una sala más llena, correspondiente a otra intervención, en un acto habitual de propaganda, para compensar, seguramente, la decepción por el “no” holandés al tratado de asociación.
La prensa occidental reproduce esta tendencia de manera más sublime, como refleja el tratamiento del juicio de la paramilitar ucraniana Savchenko en Rusia y el juicio de dos soldados rusos en Ucrania por “terrorismo”, a los cuales, incongruentemente, no se les aplica el estatus de prisiones de guerra. Uno de los abogados apareció muerto en un bosque con signos de tortura, lo que engorda la lista de asesinatos políticos en la Ucrania de Poroshenko.
La represión política se acelera ante el silencio cómplice de nuestra prensa, ciega también a los nombres de la oligarquía ucraniana, más allá de Poroshenko, que como Firtash, Pinchuk, Axmetov, Efremenko, Kurchenko o Kolomoiky, cuyo grupo Privatbank cuenta con tres oficinas bancarias, una inmundica comparado con los intereses de todos ellos en Europa: metalurgia, agroquímica, alimentación...
Los piquétes a las puertas de la OCSE se han dado en ambos lados del frente. Pero mientras los independentistas exigen el cumplimito de los acuerdos de Minsk y el cese de los bombardeos, los “activistas pro-Kiev” exigen que se denuncie la presencia de tanques rusos y que se depure la OCSE de elementos rusos y se le declare “país agresor”. Reflejo de las aspiraciones de uno y otro bando.
Las condiciones subjetivas, no confundir con causas, más detestables en los coflictos que asolan el mundo tienen caracter étnico y religioso.
El curriculum educativo ucraniano aprobado por el presidente yushenko hace casi 10 años y la cobertura mediática del conflicto hacen hincapié en la diferencia ruso-ucraniano. Las manifestaciones anti-Maidan en las que banderas ucranianas compartían barricada con rusas y sovieticas han quedado totalmente sepultadas por esa estrategia educativa y comunicativa, que también oculta las causas del conflicto, cuyo resultado es una economía dependiente del crédito extranjero.
Ucrania es un país colonizado en vías de Estado fallido. Puede que alguien al otro lado del charco esté pensando “misión cumplida”.
Lugansk, 23 de abril de 2016
Publicado por JM Álvarez