En la reciente reunión del American Israeli Public Affairs Committee (AIPAC), los tres candidatos republicanos a la presidencia así como la candidata demócrata Hillary Clinton han competido por aparecer como los más favorables a Netanyahu y al Estado sionista.
El AIPAC es, en los Estados Unidos, el poderoso lobby en favor del gobierno israelí y de cada una de sus políticas. Ejerce una fuerte presión sobre todos los miembros del Congreso.
Hillary Clinton ha ganado probablemente la competición, por retomar las palabras del célebre periodista Glenn Greenwald, con “un desagradable y militarista discurso en favor de Israel, agresivo hasta el fin, sin la menor preocupación por el pueblo de Palestina”.
Ha insistido en la necesidad para los Estados Unidos de mantener el desarrollo del ejército israelí, dotado del arma nuclear, por medio de miles de millones de dólares de ayuda y de armamento de tal forma que pueda superar a todos los demás países de la región, en apoyo del ridículo relato sionista que postula que el pobre pequeño país de Israel está amenazado por sus vecinos.
Hillary Clinton, en su discurso, se ha tomado mucho trabajo en criticar al movimiento, que crece, en favor del Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS); movimiento que lucha contra la ocupación israelí de Cisjordania y la asfixia a Gaza.
“Un gran número de jóvenes hoy aquí presentes”, ha declarado Clinton, “ está en primera línea en la batalla para oponerse al alarmante movimiento conocido con el nombre de BDS, en favor de la desinversión y las sanciones […] Debemos rechazar toda tentativa de difamación, de aislamiento o de desestabilización de Israel así como del pueblo judío”.
Los “jóvenes” de la audiencia a quienes se refiere Clinton son los militantes sionistas, a menudo radicalizados, presentes en numerosos campus que intentan colocar fuera de la ley a los crecientes grupos de estudiantes que apoyan al movimiento BDS, incluyendo la Jewish Voice for Peace. Con esta declaración Hillary Clinton se alinea con quienes establecen un signo de igualdad entre la oposición a las políticas israelíes y la difamación del pueblo judío, dicho de otra forma, el antisemitismo.
El Consejo de Administración nombrado por el Estado (Regents) de la Universidad de California (UC) ha intentado recientemente aprobar una moción que asimila antisionismo con antisemitismo, prohibiendo el BDS y a la Jewish Voice for Peace en todos los campus de la UC.
La indignación ha obligado al consejo de administración a atenuar su texto, asimilando a “ciertos” antisionistas con antisemitas. Por otra parte, sobre la base de una insinuación falsa, ha atribuido pintadas antisemitas a activistas BDS.
Los legislativos de algunos Estados han introducido leyes que asimilan antisionismo y antisemitismo. Esto equivale a afirmar -entre otras falsedades- que numerosos judíos antisionistas, incluso ciudadanos israelíes, figuras como Noam Chomsky, miembros de Jewish Voice for Peace, los miembros judíos de organizaciones socialistas y muchos otros, son antisemitas.
Esto corresponde al relato sionista según el cual todos esos judíos sufren un “odio de si mismos” o peor aún.
La declaración de Clinton ante el AIPAC la sitúa plenamente en el apoyo a esta campaña sionista. Asimila igualmente a los judíos con el Estado de Israel, una falsa alegación sionista según la cual Israel es el “Estado de todos los judíos del mundo”.
Tanto el partido demócrata como el partido republicano, y todas las administraciones americanas, incluyendo la de Obama, han continuado aportando montañas de dinero y armamento a Israel, apoyan a Israel diplomáticamente y apoyan la ocupación de cerca de medio siglo por Israel de tierras conquistadas en el curso de la guerra de 1967.
Clinton hace suyas todas estas políticas, pero de una forma más vehemente.
Como dice Greenwald, H. Clinton ha hecho “no solo de la adopción del gobierno de derechas israelí un elemento central de su campaña, sino del propio Netanyahu”.
El clan Clinton tiene relaciones de amistad personales con la familia Netanyahu.
Bernie Sanders es el único candidato que no ha acudido a la reunión de la AIPAC. No ha dicho que era a causa de las políticas de la AIPAC, sino porque estaba de campaña en otra parte. Ha afirmado: “es absurdo, como lo hace una fracción del gobierno Netanyahu, sugerir que la construcción de nuevas colonias [en Cisjordania] es la respuesta apropiada a los recientes casos de violencia.
No es tampoco aceptable que el gobierno Netanyahu haya decidido retener centenares de millones de shekels de ingresos fiscales, que recauda en nombre de los palestinos”.
Incluso críticas tan limitadas de Israel, que formaban parte hace 20 años de la política oficial de los Estados Unidos, han desaparecido de los medios mainstream.
En un debate reciente, H. Clinton ha atacado a Sanders por los comentarios que hizo en los años 1980 cuando visitaba Nicaragua tras la revolución sandinista. Comentarios que eran positivos hacia las políticas sandinistas y ciertas políticas del gobierno cubano. Sanders ha replicado que se oponía tanto a la guerra apoyada por los Estados Unidos (los “contras”) contra la Nicaragua sandinista como a las políticas americanas hacia Cuba.
Con este ataque contra Sanders, Hillary Clinton señalaba a una fracción del electorado que asumía la guerra de los “contras” apoyada por los Estados Unidos contra la revolución nicaragüense, así como las invasiones de Cuba organizadas por los Estados Unidos (la “bahía de Cochinos” en abril de 1961), las tentativas de asesinato de Fidel Castro, y otras formas de terrorismo y el bloqueo económico.
H. Clinton, tanto cuando era senadora como cuando ocupaba el puesto de Secretaria de Estado de Obama, lo mismo que posteriormente, se ha mostrado como una partidaria leal de todas las guerras americanas, de los bombardeos con drones, de los apoyos a los dictadores, etc. Cuando era Secretaria de Estado, no era solo la portavoz de estas políticas, sino que participaba en su elaboración. Su expediente es largo.
No quiero mencionar aquí más que un ejemplo: su papel en el golpe de estado militar en Honduras en 2009. Este golpe derrocó al presidente elegido democráticamente Manuel Zelaya. La administración Obama se oponía a Zelaya porque se acercaba demasiado a Hugo Chávez y porque temía un nuevo gobierno de izquierdas en América Latina.
La oligarquía y los militares de Honduras compartían los mismos temores, pensaban también que Zelaya podría tomar medidas en favor de los trabajadores empobrecidos del país.
Algunas semanas antes del golpe, Clinton hizo un viaje a Honduras, probablemente organizado con la ayuda el ejército americano, que posee bases en el país. Estaba demasiado bien organizado para haberlo estado solo por el ejército hondureño.
Un cable de la embajada americana destinado a Clinton, revelado por Wikileaks, ha mostrado que esta última tuvo un conocimiento inmediato del golpe . Inicialmente apoyó la afirmación del ejército según la cual Zelaya “huyó en medio de la noche para evitar la justicia por sus crímenes”.
Quedó claro rápidamente que el ejército le había cogido y le había conducido a una base militar de los Estados Unidos conocida con el nombre de Southcom Joint Task Force-Bravo [a cargo de las operaciones militares de los Estados Unidos en América Central, su centro de mando está situado en la base aérea de Soto Cano, en Honduras] a la espera de órdenes sobre su suerte. Luego el presidente depuesto fue enviado al exilio a Costa Rica.
El golpe fue condenado por la Organización de Estados Americanos (OAS) y por las Naciones Unidas, que exigieron el restablecimiento inmediato de Zelaya en su puesto. Esta reivindicación ha sido ignorada por la administración Obama.
Clinton se ha vuelto la persona de contacto para la administración. Ella ha orquestado la celebración en Honduras de “elecciones libres y justas […] que dejaran sin objeto la cuestión de Zelaya”, como escribe en su libro Hard Choices (Decisiones difíciles).
“Elecciones libres y justas” en una dictadura militar establecida tras un golpe de Estado violento, equivalía a intentar esconder el golpe con una hoja de parra. Una hoja de parra muy transparente, pues no ha engañado a nadie.
La administración ha continuado proporcionando ilegalmente ayuda financiera y militar al gobierno militar, en violación del Foreign Assistance Act.
El resultado no es otro que el desastre que es hoy Honduras, con su capital, Tegucigalpa, que se sitúa casi a la cabeza de las “capitales del crimen”. Los animadores de movimientos de trabajadores, campesinos, indígenas, negros, mujeres, personas LGBT, curas e intelectuales son asesinados, torturados, desaparecen.
Un artículo del New York Times [3 y 11 de marzo de 2016] ha bautizado a Honduras con el nombre de “desorden made in USA”. Antes de añadir que desde el golpe, “el país sigue descendiendo hacia un abismo en materia de derechos humanos y de seguridad”.
Clinton continúa elogiando a Honduras como un ejemplo brillante de democracia. Hace a los traficantes de drogas responsables de todos los problemas.
Es cierto que, bajo la dictadura, además de la represión y las matanzas, al ejército está implicado financieramente en la transformación de Honduras en un narco-Estado, con cárteles de la droga llevando una práctica de terror que ha obligado a numerosos jóvenes a tomar la desesperada decisión de emprender el peligroso y difícil viaje hacia los Estados Unidos para buscar asilo.
Del apoyo al apartheid israelí al golpe de Honduras, la administración Obama, y su persona de contacto Hillary Clinton, nos dejan una herencia de explotación imperialista que provoca una miseria enorme
Fuente del artículo en inglés: http://alencontre.org/ameriques/americnord/usa/etats-unis-hillary-clinton-le-soutien-a-netanyahou-et-le-coup-militaire-au-honduras.html
Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR
Fuente del artículo en castellano: http://vientosur.info/spip.php?article11177