La amenaza nunca ha sido bien vista, sin embargo en los últimos seis gobiernos ha sido la tónica para presionar por nuevos impuestos.
Desde Oscar Arias hasta Luis Guillermo Solís, por casi 30 años hemos tenido que soportar el mismo discurso por parte de la persona que elegimos a la Presidencia.
No dudo ni por un momento que tengamos un déficit fiscal. Tampoco dudo que el gobierno requiere más recursos para obra pública y para mejorar el estado actual de todo el país, pero tampoco dudo que la responsabilidad no es de los sectores más pobres y desposeídos.
Pero con las amenazas del gobierno tácitamente los está responsabilizando, ya que es a estos sectores a los que se amenaza constantemente. Parece ser que en Zapote ven a los pobres de este país como culpables de la debacle financiera en la que está sumido el gobierno que ellos administran. Se les dice sin mucho miramiento que si no se aprueban impuestos, todo aquello que les beneficie les será recortado y llevado a la mínima expresión.
Detrás de bambalinas, en este escenario macabro e injusto, se mueven los evasores fiscales. Se habla de ellos en términos generales, no se puntualiza y mucho menos se identifica. Son un grupo más o menos difuso cuya presencia en sectores poderosos hace que las autoridades lo piensen dos veces antes de enfrentarlos con seriedad.
Ya se han señalado empresas como La Nación, Motores Británicos, Televisora de Costa Rica y otras, pero la verdad sea dicha, se han identificado por asuntos puntuales y de interés mediático. La gran mayoría de los grandes evasores sigue en las sombras, cobijados por el manto de la impunidad y el anonimato, gracias a que cuentan entre sus amigos y socios, a grandes personalidades del mundo político costarricense.
Cuando grupos de presión social exigen que estos grandes evasores sean denunciados como los verdaderos culpables del déficit fiscal, el gobierno reacciona y habla de “conciliaciones”, que no son ni más ni menos que formas para proteger los bienes de estos evasores haciendo que “se pongan a cuentas” y no sufran penas patrimoniales por sus actuaciones. Nunca he visto la noticia sobre un gran evasor que vaya a la cárcel.
La otra reacción proviene generalmente del sector empresarial – político que intenta culpar a los trabajadores del sector público y a instituciones como RECOPE del déficit fiscal, procurando con ello desviar la atención y asegurarse que los costarricenses “de a pie” se peleen entre ellos por supuestos “beneficios laborales” con los que no se cuenta en las empresas del sector privado – que ellos mismos administran – .
Ahora que se habla de un “Registro de Accionistas” saltan enfurecidos. Ellos saben que si el gobierno conoce los nombres de las personas que encabezan las empresas, podrá fácilmente establecer conductas recurrentes contra la hacienda pública y con eso montar casos reales y bien fundamentados contra empresarios y políticos de cuello blanco.
Sobra decir que el gobierno actúa de forma equivocada al amenazar al sector social más desposeído con recortes a los programas de soporte. Y si no son esos sectores los culpables, entonces ¿Por qué amenazarlos?
No es la gente “de a pie”, esa que la pulsea todos los días para llevar alimento a la mesa de su familia, que tiene que trabajar horas extras para darle pasajes y algo de dinero a sus hijos y puedan asistir así a las escuelas y colegios. No son esos miles de jóvenes, que trabajan desde las 7 de la mañana y hasta las 6 de la tarde para poder pagarse sus estudios en universidades privadas, los culpables del déficit fiscal.
La pregunta que cae por su propio peso entonces es: ¿Por qué no señala y amenaza con penas más largas de cárcel, confiscación de bienes o cierre de negocios a los grandes evasores?
La historia nos contesta. Basta con ir a principios del Siglo XX, durante el gobierno de Alfredo González Flores.
Durante su gobierno, Flores realizó reformas fiscales que afectaban los bolsillos de los grandes cafetaleros, terratenientes y latifundistas de la época… en otras palabras, la oligarquía que dominaba el espectro político y que tenía sumida a la sociedad de entonces en dos clases: la alta y la baja.
La gente “de a pie” tenía muy poca escolaridad, bajos salarios y jornadas extenuantes, de ahí que él vio la necesidad de fundar la Escuela Normal del Heredia. Los ricos, dueños de los pocos bancos que existían en aquél momento, seguían enriqueciéndose con tasas de interés de usura y logrando apoderarse de tierras y de propiedades ante la imposibilidad de pagar de sus clientes. Por ello vio la necesidad de fundar el Banco Internacional, hoy Banco Nacional de Costa Rica.
Rescato una de sus frases que retrataba la situación de aquellos años: “No puede haber democracia donde hay miseria, y esta vive donde no hay trabajo”
Por todas estas acciones, el sector económico unido a los militares, lo derroca a través de Federico Tinoco quien ejercía dentro de su gobierno el cargo de Secretario de Guerra y Marina (hoy podríamos equipararlo al Ministro de Seguridad) el 27 de enero de 1917.
Y creo que ese es el temor que mantienen nuestros gobernantes. Que estos sectores interesados en mantener su impunidad a partir de un sistema tributario injusto, puedan procurar su derrocamiento de facto, quitándole apoyo y lanzando a la “gente de a pie” en su contra.
Así que el camino más fácil para nuestros gobernantes es hacerle el juego a los grupos de poder. Es más fácil para ellos lanzarse contra los pobres que están desorganizados, amenazándoles y reduciendo recursos al sector social y de salud, que atacar a los poderosos, su status quo y sus privilegios fiscales..
Como punto aparte… es triste aceptar que esta “gente de a pie”, la gente que ha sido castigada por más de treinta años por cada uno de estos gobernantes, sea quienes los pone en Casa Presidencial.