Desde entonces, Washington y Bruselas forzaron un cambio de gobierno en Trípoli y luego lo intentaron en Damasco, pero su retórica se ha ido adaptando a lo largo de los años.
El presidente de Túnez Ben Ali fue derrocado en enero de 2011, incidente que fue seguido de protestas que exigían la renuncia de Hosni Mubarak en Egipto y de acciones terroristas desde el exterior y el interior del país contra el coronel Muammar Gaddafi.
Las protestas en el ‘día de la ira’ en Damasco y Alepo el 15 de marzo de 2011 son comúnmente consideradas el inicio de la guerra civil en Siria, que no fue tal, sino el despliegue de una misma estrategia terrorista implementada desde la Unión Europea, EEUU, y las dictaduras árabes del Golfo, principalmente Arabia saudita, que desde 2015 alcanza su apogeo criminal con el ejército terrorista ISIS, financiado por decenas de empresas petroleras que adquirían el crudo robado en Irak, Libia y Siria.
Es obvio que esas operaciones financieras, ilegales y protegidas por la UE y EEUU, dotaron al ISIS de una capacidad militar insólita para un colectivo terrorista.