Pablo Gonzalez

La historia social de un virus llamado Zika

La infección por el virus Zika no va seguida, generalmente, de ningún síntoma; en un caso de cada cinco parece una gripe poco severa y, excepcionalmente, puede llevar a una afección autoinmune más grave: el síndrome de Guillain-Barré. 

Pero la consecuencia más seria de esta enfermedad parece afectar a las mujeres embarazadas, algunas de las cuales dan a luz a niños microcéfalos y a veces ciegos. Sin embargo, la relación entre Zika y estas malformaciones no está establecida científicamente con certeza.

Prefiere la sangre humana

Este virus fue identificado por primera vez en 1947, en Uganda, entonces colonia británica, razón por la cual lleva el nombre de una selva de ese país. Entonces era transmitido por un mosquito silvestre, Aedes Africanus, cuyos parientes más cercanos, Aedes Aegypti y Aedes albopictus (mosquito tigre), proliferan en las zonas deforestadas de monocultivo y de explotación minera, incluso en las regiones urbanas contiguas, donde transmiten este germen de la misma forma.

Sin embargo, mientras que en el ecosistema complejo de la selva, una gran cantidad de agentes patógenos viven en equilibrio con sus huéspedes, ocurre de forma muy diferente cuando invaden un entorno alterado por la búsqueda de ganancias en la época del capitalismo mundializado, llevados entonces por vectores -transmisores- habituados a vivir en estrecho contacto con las sociedades humanas.

Con la deforestación generalizada, la expansión de los monocultivos de exportación y la urbanización galopante del Sur global, el Zika ha ido contaminando Asia del Sudeste, la Polinesia francesa, antes de alcanzar Colombia en 2014 y luego Brasil en 2015, donde su epicentro, en el oeste del Estado de Bahia, corresponde a la frontera actual de la expansión neoliberal.

En esta región, millones de hectáreas han sido transformadas en ranchos y dedicadas al monocultivo irrigado de soja, algodón, maíz, café, árboles frutales, etc… para la exportación. Hasta tal punto que estas conmociones ecológicas han provocado una invasión de mosquitos antropofílicos, que gustan en particular de la sangre humana, del tipo Aedes albopictus, Aedes Aegypti, así como otras especies portadoras de virus.

El Zika y la microcefalia

En el plano epidemiológico, no hay por el momento más que una certeza: las políticas económicas de austeridad han provocado una miseria endémica y han desmantelado los servicios públicos y las prestaciones sociales existentes, aunque fueran rudimentarias, en materia de alimentación, vivienda, distribución de agua, saneamientos, salud, etc. Son por esto responsables de una creciente exposición de las poblaciones más pobres a las enfermedades transmitidas en particular por los mosquitos.

Pero si el Zika ha focalizado repentinamente la atención del mundo entero y llevado a la OMS a decretar un estado de urgencia sanitario mundial, es porque se sospecha que ha provocado una epidemia de microcefalia entre los recién nacidos en Brasil, donde más de 1,5 millones de personas han sido infectadas hasta ahora.

Pero ¿porqué tales malformaciones no han sido observadas en Colombia, donde 2000 mujeres embarazadas han sido también infectadas? ¿Porqué los primeros casos de microcefalia se han multiplicado en el Noreste, antes incluso de la irrupción probada del virus? 

Quizás porque, según dos asociaciones de médicos de Argentina y de Brasil, estas malformaciones han afectado a regiones en las que un pesticida (que destruye las larvas del mosquito) ha sido sistemáticamente vertido en las reservas de agua potable.

De ahí la idea seductora de que una parte al menos de la epidemia de microcefalia en curso haya podido ser provocada por un agente químico producido por un socio japonés de Monsanto: el Pyriproxyfen de Suminoto Chemical. Éste ha sido, en efecto, inyectado en las redes de agua potable de ciertas regiones del país, en particular en el Noreste (1500 casos de microcefalia contabilizados), por recomendación de la OMS, para luchar contra la proliferación de los mosquitos responsables del dengue.

Ahora bien, el período de sequía y de racionamiento del agua (de julio a diciembre) ha podido favorecer una subida anormal de la concentración de este agente químico en el agua consumida, lo que explicaría el gran número de casos de malformaciones congénitas observado entre octubre de 2015 y enero de 2016. 

Sin embargo, esta hipótesis no ha podido ser confirmada hasta ahora por investigaciones más avanzadas.

Un negocio de oro para Big Pharma

En cualquier caso, la prevención del Zika es un buen negocio para los laboratorios farmacéuticos, en particular desde que la OMS ha tomado las cosas a su cargo de forma espectacular. 

Las empresas farmacéuticas están implicadas en una carrera para descubrir, testar y producir masivamente una vacuna, hasta tal punto que Barack Obama acaba de pedir 1,6 millardos de dólares al Congreso para apoyar la investigación en los Estados Unidos y conseguir este mercado.

 Una buena operación también para restablecer el prestigio y defender la presencia de los Estados Unidos en América Latina, en un período en el que las izquierdas en el poder en esa región encuentran dificultades crecientes.

Aprendices de brujo trabajan también en el desarrollo de mosquitos transgénicos, capaces de eliminar y de suplantar al principal vector actual de la fiebre amarilla, del virus del Nilo occidental, del dengue, del chikungunya, del virus Zika, etc: el Aedes Aegypti. Es el caso de la sociedad Oxitec, que experimenta esta OGM volante en las islas Caiman, en Malasia, en Panamá y en Brasil (en particular en el Noreste), mientras que las autoridades europeas han rechazado tales ensayos en nuestras latitudes debido a los peligros que se corren.

En realidad, según la ONG GeneWatch, parece que estos mosquitos reconfigurados tienden a expulsar a Aedes Aegypti hacia regiones limítrofes, favoreciendo la proliferación de otros vectores más difíciles de erradicar, como Aedes Albopictus. 

Poco importa: la investigación sobre los mosquitos transgénicos contempla también técnicas más sofisticadas y potencialmente aterradoras, basadas en particular en la utilización de “gene drives” que, modificando genéticamente a algunos miembros de una población, pueden propagar esta mutación al conjunto de los individuos.

Tales manipulaciones podrían, por ejemplo, esterilizar una especie y contribuir así a destruirla en algunas generaciones. Podría también, porqué no, transformar un insecto en arma de guerra biológica. Denunciadas como extremadamente peligrosas por numerosos investigadores, estas tecnologías tienen, no obstante, de nuevo el viento de popa, en el contexto actual de dramatización de la epidemia del Zika.

Calentamiento climático y agentes patógenos

Que la epidemia brasileña de microcefalia sea directamente causada por el Zika, por la concentración inhabitual de un pesticida en el agua potable, o por una combinación de factores aún desconocida, resulta más fundamentalmente de los trastornos sociales y ecológicos ligados a la mundialización neoliberal. Al mismo tiempo, los mosquitos vectores de numerosos virus no dejan de extender su campo de acción por todo el mundo.

Muy extendidos en África, Asia y América Latina, comienzan hoy a alcanzar Europa y América del Norte, lo que explica sin duda la muy fuerte mediatización de este nuevo peligro. Pero ¿qué se sabe de las razones de tal expansión? Se explican ciertamente por el desarrollo acelerado de los medios de transporte aéreo, pero son también en gran parte tributarias del calentamiento climático global.

Por tomar el ejemplo de los mosquitos, éstos se alimentan en general de polen de las flores y solo cuando las hembras ponen sus huevos necesitan sangre como complemento de proteínas. Sin embargo, este ciclo reproductivo es acelerado por el calor igual que el tiempo de incubación del virus en el organismo de los insectos portadores antes de que puedan transmitirlo mediante una picadura.

La subida de las temperaturas explica también la expansión geográfica de las patologías ligadas a estos insectos. Es sin duda la causa de la irrupción de la malaria en las tierras altas de África del Este, hasta ahora libres de ella. Igualmente, la ciudad de México no parece ya protegida por mucho tiempo, por su altitud (2500 m), de la fiebre amarilla, del dengue o del chikungunya.

 Las mismas razones contribuyen sin duda a explicar la difusión de la enfermedad de Lyme (bacteria transmitida por una garrapata) en América del Norte o de la fiebre catarral ovina (FCO, o enfermedad de la lengua azul) entre el ganado europeo (NYT 20/02/2016).

Igual que la epidemia del Ebola, la del Zika no es ya una “catástrofe natural”. Las dos derivan de las transformaciones sociales, ecológicas y climáticas aceleradas provocadas por la mundialización capitalista, que somete a las sociedades humanas y al medio ambiente a un estrés cada vez más insoportable. 

La destrucción de las selvas tropicales por la explotación de la madera, por la búsqueda incesante de nuevos recursos mineros, por al auge sin tregua de los grandes monocultivos de exportación y por la urbanización demencial no ha acabado, por tanto, de provocar cataclismos que constituyen sistema. La difusión de nuevos agentes patógenos representa hoy uno de los aspectos más peligrosos y en gran medida subestimados de esta carrera hacia el abismo.

Jean Batou. Miembro de la dirección de solidaritéS -un movimiento anticapitalista, feminista y ecologista por el socialismo del siglo XXI- en Suiza, y editor del bimensual solidaritéS. Profesor de Historia Internacional Contemporánea de la Universidad de Lausana, Suiza. 

Es autor de numerosas publicaciones sobre la historia de la globalización y los movimientos sociales.

http://vientosur.info/spip.php?article11036

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