La mayoría de la información relacionada con el tema está profundamente viciada y es poco confiable, pues contiene un sinnúmero de trampas
Apenas se confirmó la aprehensión de Joaquín Guzmán Loera, el Chapo Guzmán, el aparato de propaganda del Estado mexicano, encabezado por su presidente Peña Nieto, ha publicitado el hecho como una demostración de la solidez y solvencia del gobierno en turno para combatir al crimen organizado; al tiempo, es perceptible que muchos de los críticos del gobierno buscan desesperadamente una antítesis del hecho para disminuir el impacto propagandístico, sin embargo, resulta importante establecer algunos puntos para evitar confundirnos entre el fondo y la forma de la crítica.
Acerca del narcotráfico en México se especulan muchas cosas, la prensa siempre trata de descubrir algún testimonio o dato curioso que alimente el carácter novelesco y sensacionalista de los sucesos relacionados al contrabando en México, inspirando incluso novelas y series televisivas.
En ese tenor, tanto propagandistas de Estado como críticos del gobierno en turno, tratan de acudir a “informantes anónimos” o a la imaginación para especular sobre cuáles son los motivos por los cuales se escapó o se aprehendió al Chapo Guzmán o bien, desentrañar sucesos similares de la política mediática mexicana.
Por mi parte, me parece importante aclarar que la mayoría de la información relacionada con el tema está profundamente viciada y es poco confiable, pues contiene un sinnúmero de trampas cuya confirmación es prácticamente imposible.
Así pues, parece correcto cuestionar la veracidad de todas las historias relacionadas con el Chapo, de principio a fin, por ejemplo:
¿Cómo sabemos que de verdad el Chapo es quien se ha dicho que es?
¿Hasta qué punto es cierta la existencia del Cartel de Sinaloa?
¿Quién puede asegurar que él es la cabeza de esa estructura organizativa?
Al final de cuentas todos sabemos que quien trata de averiguar a fondo esas cosas termina siendo asesinado o desaparecido, y por tanto toda aseveración al respecto en principio proviene de alguien que a pesar de averiguarlo continúa vivo, lo cual, según las reglas de ese juego, implica que participa en él, y, si así es, ¿por qué creerles?
Estamos aparentemente ante un callejón sin salida, no existe información alterna y confiable que nos permita saber con detalle qué tipo de pactos y arreglos tenga el tal Chapo Guzmán con las autoridades policiacas de México y Estados Unidos, por lo tanto aconsejo abandonar ese terreno infértil y concentrarnos en aquello que sin ser tan específico suele ser acertado, el análisis de los intereses y las fuerzas que intervienen.
Marx explicó que el capitalista es la personificación del capital, o bien, el capital dotado de personalidad y conciencia, aunque son en realidad indisolubles, no existe capital sin los capitalistas ni viceversa[1]; lo mismo vale cuando nos preguntamos cuál es la relación entre el narcotráfico y los narcotraficantes.
Además de ser una rama de la propia economía capitalista, y comprender que en lo general se rige por las mismas reglas que el resto del capital, es fundamental entender que si el narcotráfico existe es simplemente porque existen fuerzas sociales que lo impulsan y promueven, intereses muy claros que ganan con la producción, comercio y combate al contrabando de narcóticos, y que ese capital que toma la forma concreta de “drogas”, “armas” y otras tantas mercancías que giran alrededor de estas, encuentra a su portador, el narcotraficante, pero eso no significa que esa persona sea imprescindible como tal en el negocio, lo único imprescindible es que haya quien lo haga.
El contrabando comparte con otros rubros de la economía capitalista, el hecho de ser sostenido por la estructura económica, su reproducción se debe a poder completar el proceso de producción hasta llegar al consumo y mantener un mercado que admite la reinversión e incluso el crecimiento del mismo, la codicia y la ambición son el estímulo del capitalista legal e ilegal y la riqueza su recompensa.
Pero el contrabandista se distingue en que es indefendible desde el punto de vista de la superestructura jurídico-política, es decir, el Estado como organización predilecta de la clase dominante, encuentra muy complicado justificar ideológicamente la existencia y reproducción de ciertos rubros de la economía y por lo tanto tiene que sacrificarlos para rescatar a la parte “buena” del capitalismo.
La historia nos muestra que el interés económico cuando es muy fuerte termina por subordinar al interés político pero que la parte política del capital, entiéndase el Estado, se esfuerza por obtener las ventajas económicas y sólo eliminar las desventajas políticas de un fenómeno tan contradictorio como lo es el narcotráfico.
En este caso, la respuesta es muy clara, el capitalismo en México y Estados Unidos, así como en otros países, ha encontrado en el narcotráfico una válvula de escape a una importante cantidad de capital dinero estancado, así como la agilización de la circulación de mercancías.
En lo político, el clima de violencia le ha facilitado al Estado realizar labores represivas como en el caso Ayotzinapa; pero eso no quiere decir que alimentar la economía y la política de un elemento como este no sea riesgoso también para la clase capitalista y para el Estado, quienes a través de una excesiva corrupción, pueden ver vulnerados sus sistemas básicos de seguridad.
Así pues, tanto el Estado mexicano como el norteamericano tienen claro que no van a eliminar el narcotráfico, ni están interesados en hacerlo, pero sí están interesados, sobre todo el Estado norteamericano, en contener los riesgos que implica un crecimiento no controlado de ciertas áreas relacionadas al mismo.
En este caso la salida ha sido el crear una capa de personajes capaces de dirigir el negocio en cierto nivel, los cuales atraen toda la atención mediática, mientras que se mantiene oculta la identidad de todos los empresarios legales cuyas empresas forman parte de las cadenas productivas ligadas a los negocios ilegales o cuyo dinero está invertido en ellos.
Esta capa de personajes entre los cuales ha destacado el Chapo Guzmán, suelen ser desechables, y mediáticamente su ascenso es tan estrepitoso como su caída.
Si nos preguntamos por qué el Chapo puede escaparse de una cárcel de máxima seguridad o por qué puede ser aprehendido, es simplemente porque existen intereses que son lo suficientemente fuertes para hacer una cosa y la otra. El Chapo no es propiamente un bandido legendario como lo han querido explicar algunos medios relacionados a la propaganda estatal, comparándolo con John Dillinger ni tampoco es el “verdadero presidente de México” como lo han querido colocar algunos críticos del gobierno mexicano.
Se trata de un personaje que ha sido una pieza importante en algunos momentos de la expansión del narcotráfico en México y Estados Unidos, evidentemente bien relacionado con funcionarios importantes del gobierno mexicano, una persona con dinero para gastar y para mover en algunos mercados, pero, a pesar de que la revista Forbes lo caracterizara como un hombre poderoso, lo cierto es que no pertenece a la oligarquía, al selecto grupo de grandes capitalistas que toman las decisiones de Estado.
En otras palabras, la luminosidad del Chapo, se debe a los intereses que lo pusieron ahí, y no a sí mismo, tanto desde el punto de vista económico como político y mediático es simple y sencillamente sustituible.
Es importante aclarar también que el comportamiento de la clase dominante así como el de la burocracia de Estado, aunque observa tendencias, no deja de ser contradictorio, y por lo tanto, tampoco debe sorprendernos de más el hecho de que ciertos grupos de poder promuevan su captura mientras otros promuevan su liberación.
Su pasada fuga del penal del Altiplano refleja en efecto que grupos con bastante poder y con acceso a información y medios importantes, lograron realizar un escape, y su reciente aprehensión refleja que otros grupos quienes se van a beneficiar de su captura, lograron capturarlo.
Siendo así las cosas, y dando por cierto que hubo una fuga y una reaprehensión, podríamos decir que una fuga y una captura de estas características, sólo se puede dar por el grado de compenetración que hay entre las mafias de narcotraficantes y el Estado mexicano, y así como es posible encontrar un policía para dejarlo salir, también es fácil encontrar un delincuente para entregarlo, aun cuando mafia y Estado no son canales homogéneos, es evidente que están comunicados.
Para concluir esta breve reflexión, sólo resta subrayar que el compromiso del capital está con el capital mismo, y sólo en segundo término con algún capitalista en particular, y en este caso, podemos decir que el proceso de acumulación capitalista en México está comprometido, cuando menos en mediano plazo con el narcotráfico, pero no tiene un compromiso indisoluble con algún narcotraficante en particular.
El negocio del narcotráfico e incluso el negocio administrado por el supuesto Cártel de Sinaloa, va a seguir en pie, pero el Chapo Guzmán parece ser un personaje agotado en sus funciones; todo parece indicar que su libertad y captura, siempre ha dependido de qué tan útil es afuera o adentro de la prisión.
Aunque la política en México suele sorprender incluso a guionistas y novelistas, y por tanto no sería cien por ciento descartable una nueva fuga, parece que esta vez, el proceso está en manos del Estado norteamericano y que ya se han tomado decisiones importantes en cuanto a la vida del Chapo, por lo que será difícil la realización de una nueva fuga.
Aún con ese grado de incertidumbre lo importante es tener claro que estamos ante un fenómeno estructural y cuyo impacto todavía tendrá aliento tanto en la economía como en la política mexicana y norteamericana, y que este tipo de personajes a mayor y menor nivel buscan ser reproducidos para ocupar ese escalón desechable de la economía capitalista y de la burocracia estatal, y que en ese proceso, el pueblo trabajador se ve afectado por el grado de vulnerabilidad que se vive en medio del auge de la violencia capitalista a todos los niveles.
Pronto veremos como el Estado renueva su manejo mediático del narcotráfico y próximamente presenciaremos la invención de nuevos personajes.
Andrés Avila Armella. Miembro del Buró Político del Partido Comunista de México (PCdeM)www.partidocomunistademexico.org. Sociólogo y Dr. En Estudios Latinoamericanos por la UNAM.
Nota: [1] Marx, Karl. El Capital, crítica de la economía política. Tomo I. Sección II. La transformación del dinero en capital.
Texto completo en:
http://www.lahaine.org/apuntes-sobre-la-tercera-aprehension
Publicado por Revista Libre Pensamiento