Pablo Gonzalez

Lugansk -Novorossia


Llegan comentarios que dicen que para los europeos somos ciudadanos de segunda. 

Por eso, la bandera rusa o la bandera siria no iluminarían la Torre Eiffel. 

Están en su derecho. 

Solo diré una cosa: no se consideren ciudadanos de segunda. 

La mente es una cosa interesante que puede jugar malas pasadas. 

Contaré otra historia.

 Un historia sobre una heroica mujer. Mis lectores habituales ya la conocen bien: se llama Lyuba Mijailovna. 

Si no han leído su historia, háganlo y escriban historias y películas sobre ella.

En el verano de 2014, se dedicaba a ayudar a quienes estaban sufriendo. 

Entonces, en cuatro de las siete granjas avícolas comenzaron a impactar proyectiles. 

Algún tiempo después, los pollos muertos comenzaron a pudrirse. 

El calor era insoportable. Lugansk se puede convertir en un desierto: agotador y quemado.

Los cuerpos se desintegraban y los trabajadores de la granja (Ptashnya) no podían con todo. 

Así que la fábrica, desde Lugansk, pidió ayuda a los residentes locales. 

Entre quienes acudieron a ayudar había principalmente mujeres, Lyuba Mijailovna entre ellas. 

Acudieron para limpiar, ya que el olor era terrible y podían extenderse enfermedades entre los otros edificios de la factoría y en la ciudad. 

Era imposible permanecer en el edificio más de diez minutos, se podía incluso perder el conocimiento. 

Además del calor, tuvieron que evitar los Grad y el mortero, pero salvaron la situación.  

Y eso no es ninguna exageración literaria. 

Mujeres, eran todas mujeres.

Es algo difícil de describir. 

La población local habla de estas cosas como si fueran una película. Simplemente estás ahí y les escuchas. 

 Y solo después comprendes lo que te han contado, lo que esa gente ha vivido.

Uno de esos días, un proyectil impactó a poca distancia. 

Y Lyuba perdió una pierna y una mano.


Conocimos a Lyuba en enero, cuando repartimos comida para ella y su familia. Entonces nos pidió una cosa, una silla de ruedas, la que usaba era de otra persona y apenas rodaba: las ruedas se atascaban y apenas podía moverse. 

Le compramos una silla de ruedas especial, una que puede manejar utilizando solo una mano. Porque no podría utilizar otra.

Entonces lloramos todos; Lyuba, su nieto, yo. Y todos mis lectores.

Desde entonces, solemos pasar a visitarla cada vez que pasamos por Lugansk. 

Ya ha pasado casi un año. La vida va cambiando. En su casa vuelve a haber pollos. 

Su nieto, que empezó a desenvolver todos los chocolates que habíamos traído, también ha crecido.

 Pero cada vez que me ve, veo algo en sus ojos. No puedo explicarlo. 

Ella siempre está sonriente. Nunca se queja.

Podemos vivir por nosotros mismos. Ciudadanos de segunda. Al infierno. 

Pero en mi tiempo en estas actividades, como quiera que se llamen, he visto a tantas personas con mayúscula que demuestran que son seres humanos. Seres humanos con mayúsculas.

Lyuba no se quedó en su casa. Acudió a Ptashnya. Pudo haberse quedado en su casa, concretamente en el sótano. 

En aquel momento todos vivían en el sótano. Fueron tres meses en el infierno en Lugansk. Pero no se quedó en casa. 

No se ha quejado nunca. Sabía lo que podía pasar.

Pero en esta historia hay algo importante: la compasión y la respuesta de la gente. Hubo una respuesta masiva a un post en el que pedía una silla de ruedas para ella.

 Conseguimos cuatro sillas, ¡cuatro! Una de ellas llegó desde Belgorod. Nos enviaron dinero que nos ayudó a comprar una silla de ruedas que Lyuba Mijailovna podría manejar con un solo brazo.

Se puede colgar cualquier bandera. Gritar todo tipo de eslóganes. Publicar artículos. Todo eso está bien. 

Pero lo más importante es ser Humano. Ser buenas personas. 

Con cualquier bandera, cualquier eslogan y cualquier lema.

Publicado por JM Álvarez 

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