Pablo Gonzalez

Señora Embajadora Laura F. Dogu, el FSLN no odia a EE.UU.


El antiimperialismo que enarboló el general Augusto César Sandino durante toda su lucha, no significó desear, auspiciar y contribuir a la destrucción de los Estados Unidos. Él trataba de construir la República propia, que entonces era un remedo, una extensión de los intereses de las empresas y banqueros de Wall Street.

Sandino solo quería, como el Frente Sandinista hoy, unas relaciones de respeto compartido. 

El solo hecho de exhortar al diálogo y no a la guerra, de extender la bandera blanca y no los fusiles, es parte de esa larga cruzada desde el Sur de la Historia, porque el Norte solo es una parte de la Historia.

Pero no todo nacido en Nicaragua lleva con dignidad ese gentilicio. Hay una estirpe que no pertenece a la “raza nicaragüense”, como cantó Tino López Guerra: es la de los Adolfo Díaz, la de los Emiliano y Diego Manuel Chamorro, la de los José María Moncada.

Esos malos espíritus han poseído a generaciones de políticos y lamentablemente la Casa Blanca prefirió entenderse con ellos, despreciando a la verdadera Nicaragua. Fueron algo así como capataces de Taft, Wilson, Harding, Coolidge, Hoover…

Obvio, se levantaron hombres como Benjamín Zeledón, Augusto César Sandino y posteriormente Carlos Fonseca, no para atacar a los Estados Unidos, sino para dejar de ser patio trasero.

El hermano del General Sandino, Sócrates, quien tenía por qué saberlo, testimonió que el patriota no odiaba a los Estados Unidos, “pero no los quiere ver entrometidos en las cuestiones que son de Nicaragua solamente” (El Pequeño Ejército Loco, Gregorio Selser, Editorial Nueva Nicaragua, 1983, p186).

Sandino declaró al vasco Ramón Belausteguigoitia: “…no profesamos un nacionalismo excesivo. No queremos encerrarnos aquí solos. ¡Que vengan extranjeros, incluso americanos, desde luego! 

Tampoco pensamos que en el nacionalismo político está la solución” (Con Sandino en Nicaragua, Editorial Nueva Nicaragua, 1981, p199).

Al año siguiente, el 21 de febrero de 1933, vino la respuesta desde la Legación Americana: autorizaron el asesinato de Sandino que ejecutaría el Jefe Director de la Guardia Nacional, Anastasio Somoza.

Este “general” fue impuesto en el alto cargo por las tropas de ocupación, sin haber lanzado una sola triquitraca durante la Revolución Constitucionalista, 1926-1927. 

El embajador Arthur Bliss Lane fue el responsable intelectual del magnicidio.

Tras la guerra de agresión promovida por el presidente Reagan en los 80, el injerencismo no se aplacó, como se vio en los 90 y el primer lustro del siglo XXI: se dedicaron a fabricar una miserable “democracia” carente de la grandeza propia de este formidable sistema de gobierno.

Ejemplos: Oliver Garza casi era el candidato presidencial a la par de Enrique Bolaños en 2001, manchando el proceso electoral y demoliendo la Constitución, letra por letra, para obtener los resultados calculados

El excandidato presidencial por el Partido Liberal Constitucionalista en 2006, José Rizo Castellón, denunció el atropello y abuso de poder del siguiente embajador norteamericano.

Fueron “tropelías de (Paul) Trivelli”, dijo. “(Paul) Trivelli se involucró abiertamente en la política interna de Nicaragua”.

Rizo, doctrinario liberal, sostuvo el 28 de septiembre del año en curso, ante las cámaras del Canal 12: “…debemos entender los nicaragüenses que no debemos llegar a las misiones diplomáticas a buscar que nos resuelvan los problemas que debemos hacer nosotros”.

Francisco Aguirre Sacasa aludió a Trivelli y Eduardo Montealegre, en otro vergonzoso capítulo de la “democracia” neoliberal de la que hoy se llenan la boca los “defensores” del “Estado de Derecho”.

El ex canciller del derechista presidente Arnoldo Alemán reveló, al mismo medio, que “un embajador y el Departamento de Estado respaldaron a un candidato y no quedó muy bien ese candidato, ni la Embajada ni el Departamento de Estado”.

Ahora, el excandidato de George W. Bush, sin vergüenza, además de reclamar victorias ajenas –las del FSLN– demanda “elecciones limpias y libres”.

Sandinismo y paz

El peligro para la Unión Americana nunca provendrá del FSLN dirigido por el presidente Daniel Ortega y la escritora Rosario Murillo.

Nunca, porque no hubo marines sandinistas en las ciudades de los Estados Unidos, bombardeando sus campos y ciudades. 

Nunca una Administración del FSLN trató de imponer un candidato presidencial.

Nunca la Embajada y los Consulados de Nicaragua ejecutaron planes para unir a la oposición en Norteamérica en contra del establishment.

Nunca un embajador sandinista se comportó como un Procónsul en Washington.

Nunca se vio a un diplomático sandinista gritarle a un Presidente de los Estados Unidos en el cuarto de un hotel que “esa es la órden y punto”, como sucedió con alguno de los tres mandatarios neoliberales, 1990-2006.

Nunca nuestro país, gobernado por el FSLN en la década de los 80 y desde 2007, conspiró ni maniobró contra los valores estadounidenses.

Nunca los sandinistas impusieron al Jefe Director de la Guardia Nacional de los Estados Unidos ni al Secretario de Defensa ni al Jefe del Pentágono, ni al director del FBI.

Nunca la Asamblea Nacional de Nicaragua, con las presidencias del Comandante de la Revolución, Carlos Núñez Téllez (q.e.p.d.), en la década de los 80, y la actual de su hermano, el ingeniero René Núñez Téllez, aprobó desembolsos multimillonarios para financiar a grupos armados que atentaran contra los EE.UU.

Nunca el Frente Sandinista dirigido por el Comandante Daniel Ortega ocupó México y Canadá como santuarios para armar, entrenar y avituallar a sujetos dispuestos a derrocar al gobierno legítimo de la gran nación de George Washington y Thomas Jefferson.

Sí, es trágico, terrible, doloroso, el historial de las relaciones de los Estados Unidos con Nicaragua. Gracias a Dios, a ese país le sobran también virtudes y se ha levantado una nueva generación de líderes, entre los que destaca el presidente Barack Obama.

“Yo no vine aquí para pensar en el pasado, vine aquí a pensar en el futuro. Debemos aprender de la historia y no debemos dejar que nos atrape”. 

Así se estrenó el joven mandatario en la V Cumbre de las Américas, en 2009.

Laura F. Dogu, nueva Embajadora en Nicaragua, se entiende, representa ese futuro que visualizó el notable estadista: 

“Para mí es un honor ser la representante del presidente Barack Obama aquí en Nicaragua”, dijo al ingresar a nuestro país.

“Espero trabajar con el pueblo y el Gobierno para continuar fortaleciendo las relaciones entre los dos países sobre la base del respeto mutuo”.

Así sea, señora Embajadora.

Que el pasado no nos atrape y quede enterrado junto con los espíritus de los Díaz, los Moncada…, aunque traten de reencarnarse como “demócratas” y le pasen a usted la lista de “sus desafíos” en Nicaragua.

Edwin Sánchez

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