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Para comprender el éxodo de los sirios


No habría habido “crisis de los refugiados” sin crisis en Siria. Una gran parte de quienes han intentado llegar a Europa por el mar Mediterráneo desde el comienzo del año son sirios y sirias. 

La mayor parte de ellos han pasado por Turquía, un país fronterizo de su patria, antes de entrar en Europa por Grecia. Algunos se han contentado con pasar en Turquía unos días, semanas o meses; el tiempo para preparar la segunda parte de su viaje. 

Otros, en mayor número, vivían ya allí desde hace varios años, cuando decidieron ir en búsqueda de una nueva tierra de acogida.

Para explicar este gigantesco éxodo, todos y todas recurren poco más o menos a las mismas palabras: “Hemos perdido toda esperanza”. Una fórmula que recubre toda una serie de razones, en las que se mezclan la intensificación del conflicto, el motor número uno de su huida, pero también factores más coyunturales, como las crecientes restricciones impuestas por los países vecinos de Siria, la campaña de reclutamiento lanzada por el régimen de Bachar Al-Assad y el agotamiento de la ayuda humanitaria. Vayamos por partes.

La exasperación del conflicto

Han aguantado durante uno, dos, incluso tres años en Turquía, con la mirada puesta en Siria, a menudo distante de un puñado de kilómetros. Pero a la entrada del quinto año del conflicto, los refugiados instalados en Estambul, en las grandes ciudades de Anatolia y en los campos dispersos a lo largo de la frontera, han interiorizado la idea de que no volverían pronto a su país. 

Tras el período revolucionario, en 2011-2012, en el que todas las esperanzas estaban permitidas y tras la fase de la guerra civil, dolorosa pero inevitable según muchos observadores, Siria se dirige hacia un escenario de tipo somalí, basado en una atomización del territorio y una multiplicación del número de actores armados.

El conflicto es prisionero de una lógica miliciana, a la que se añade la guerra por procuración a la que se dedican el campo proiraní y el campo proamericano.

 En este maelström es imposible entrever la menor solución. Los barriles explosivos lanzados por el ejército sirio sobre la región de Alepo, y las atrocidades cometidas por el Estado Islámico (EI) en esta zona, continúan expulsando a Turquía a miles de refugiados, a la vez que disuaden a quienes se encuentran allí de pensar en una eventual reinstalación. Ya que hay que vivir en el exilio, se han dicho los sirios, mejor en un país que nos ofrezca algunas perspectivas de futuro.

Tensión creciente en Turquía

De todos los países ribereños de Siria que han abierto las puertas a los refugiados, Turquía es paradójicamente quien ha sido más generoso con ellos. Los sirios gozan allí de un acceso gratuito a la educación y a la atención sanitaria. Los campos, que abrigan al 15 % de los 2 millones de personas refugiadas registradas en el país, son unánimemente alabados por su limpieza y la calidad de los servicios que se dispensan en ellos. 

Pero en las ciudades, donde residen las clases medias sirias, la situación se ha deteriorado de forma clara. El incremento exponencial de los alquileres y la dificultad cada vez mayor de encontrar una empleo han fragilizado a muchas familias.

El muy mediocre nivel de las escuelas abiertas en Turquía por la Coalición Nacional Siria (CNS), la principal plataforma de la oposición, inquieta a numerosos padres, igual que la influencia ejercida en esos establecimientos por los Hermanos Musulmanes, la principal componente de la CNS. Este verano, la reanudación de los enfrentamientos entre soldados turcos y militantes kurdos también ha alimentado la ola de salidas.

“Estas violencias han asustado a muchos refugiados, que han tenido la impresión de que el peligro se acercaba de nuevo a ellos”, dice Said Eido, un militante por los derechos humanos. 

Otro factor explicativo: el anuncio de las autoridades turcas del inminente cierre de la frontera con Siria realizado a principios de año: 

“El riesgo de que Turquía se vuelva un punto imposible de alcanzar ha desencadenado un repentino aflujo de refugiados, explica una fuente de la ONU. En algunos meses, medio millón de sirios ha llegado, en particular de la zona de Alepo, bajo el control del régimen. Muchos de ellos están hoy en Europa”.

Campaña de conscripción

Una parte de los sirios desembarcados este verano en Europa provenía también de Damasco. Cada día hay un autobús abarrotado de gente que une la capital siria con el puerto de Trípoli, en el norte de Líbano. 

De ahí, los pasajeros embarcan en un ferry que les lleva a la costa turca, trampolín para las islas griegas. Si hay sirios que eligen abandonar Damasco, el santuario del régimen de Assad, con reputación de inexpugnable, es por cansancio frente a una guerra interminable que les ha arruinado, y por voluntad de escapar del abismo en el que el país entero parece condenado a hundirse. 

Para ciertos jóvenes en edad de servir en el ejército, emigrar es también la mejor forma de escapar a las patrullas de policía que se dedican a cazar a los refractarios: a finales de 2014 se lanzó una gran campaña de reclutamiento con el objetivo de reforzar las filas del ejército, sangrado por las pérdidas y las deserciones.

Ayuda humanitaria a la baja

No solo los refugiados están agotados por cinco años de guerra. Las agencias humanitarias también lo están. El montante de los cupones alimentarios distribuidos cada mes por el programa alimentario mundial (PAM) ha pasado de 40 dólares al comienzo de la crisis a alrededor de 13 dólares actualmente. 

Este año, cuando las necesidades no han dejado de aumentar, el número de destinatarios de esta ayuda se ha tenido que reducir a un tercio: de 2,1 millones a 1,4 millones. Causa: la subfinanciación crónica de las agencias humanitarias. En el mes de agosto, las Naciones Unidas no habían recibido más que el 37 % de los 4 500 millones de dólares presupuestados en 2015 para ayudar a los refugiados sirios /1.

Los beneficiarios de estas prestaciones o los recientemente borrados de las listas de la ONU eran probablemente minoritarios en las barcas hinchables que arribaban este verano a las playas griegas. Para los más pobres de los refugiados, la suma de 3 000 dólares (2 700 euros) necesarios para emprender el viaje constituye un obstáculo a menudo insalvable. Por lo menos por ahora.

A fuerza de ahorrar y de pedir prestado a los amigos, esos sirios sin dinero podrían alimentar una segunda ola de emigración en la primavera de 2016, una vez pasadas las tormentas del otoño y el invierno, que hacen al mar aún más peligroso de lo que es hoy. 

Los dirigentes europeos lo saben: los 180 000 sirios que han entrado en el territorio de la Unión desde enero representan menos del 5 % de los refugiados amontonados en los países vecinos de Siria.

Quienes se han quedado siguen a través de Facebook las tribulaciones de sus amigos que se han ido, al acecho de la forma de irse más segura y menos cara. 

“Si el fenómeno de los emigrantes ha tenido tan rápidamente el efecto de bola de nieve, es gracias a las informaciones que los refugiados se intercambian en las redes sociales. Hay un efecto de imitación”, dice Abdelsalam Dallal, a la mesa de un café de Gaziantep, en el sur de Turquía. 

Este exestudiante de literatura inglesa también se ha jurado montar en un bote si no obtiene una beca de estudios en el Reino Unido. El éxodo de este verano podría no ser más que una primicia de una crisis mucho más amplia.

Artículo publicado en Le Monde el 25/09/2015 (http://www.lemonde.fr/proche-orient...)


Traducción: Faustino Eguberri para VIENTO SUR

Notas

1/ “La cumbre de Bruselas” sobre la “crisis migratoria”, celebrada el miércoles 23 de septiembre, ha tomado dos medidas: 1º, reforzar el “control” en las fronteras exteriores de Europa, a fin de “mejor distinguir entre refugiados económicos y refugiados que escapan a una persecución personal”; 2º, el aumento de una “ayuda” financiera a los países que acogen al mayor número de refugiados (Turquía, Líbano y Jordania), es decir, para “estabilizarles” en “sus” campos. David Cameron, que ha hecho “una gira por los campos de refugiados” (Le Figaro) de Líbano y de Jordania el lunes 14 de septiembre, dejaba presagiar esta decisión. ¿No utilizaba el mismo Cameron el término de “swarm” (enjambre, plaga -The Guardian del 15/08/2015) para calificar el éxodo de refugiados, como si se tratara de insectos peligrosos?

Así se lleva a cabo el deslizamiento hacia las posiciones de los gobiernos húngaro o croata -con acentos que se refieren a una “crisis de seguridad” que hay que controlar- más allá de las diferencias retóricas (Red.Al’Encontre).

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