Primero que todo, parto de la premisa de que el proceso de acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos no hará desaparecer la amenaza terrorista contra nuestro país, teniendo en cuenta de que existen en el país norteño fuertes fuerzas que se oponen al mismo y harán todo lo posible por entorpecerlo recurriendo, incluso, a la agresión terrorista para lograr sus macabros objetivos.
No es casual que la ultraderecha norteamericana mantenga una posición opuesta al diálogo soberano entre ambas naciones y, aliado a ella, se encuentren aquellos grupos e individuos que han sostenido durante décadas el uso de la violencia como método para derrocar a la Revolución, así como atentar contra aquellos que han propugnado un discurso de diálogo entre la emigración cubana y el gobierno, así como el acercamiento entre ambos pueblos.
Recuérdese que, según denuncié en un artículo titulado “La Seguridad Nacional de Estados Unidos y el terrorismo doméstico de la mafia cubano-americana”, publicado en el sitio Rebelión, el 24 de junio de 2003 (http://www.rebelion.org/hemeroteca/imperio/030624godoy.htm), los grupos terroristas de origen cubano –formados, financiados y adiestrados por la CIA y otros grupos de poder en EEUU-, “ Sólo en el lapso entre 1959 y el 2001, casi cuatro décadas, se consumaron 360 hechos terroristas en territorio norteamericano, ejecutados por diferentes organizaciones de origen contrarrevolucionario, protegidas permanentes del gobierno de ese país. De esas acciones, 186 afectaron directamente a intereses de los Estados Unidos de América.”
En este mismo artículo señalo: “A lo largo de estos cuarenta (que ya son más de cincuenta) años han sobresalido diferentes grupos terroristas, desarrollando algunos de ellos un notorio protagonismo. Su preparación por parte de oficiales de la CIA y de otras agencias norteamericanas, su involucramiento en páginas de guerra sucia fuera de las fronteras de los Estados Unidos y otros oscuros vínculos con la cosa nostra y el narcotráfico, los han hecho potencialmente peligrosos. En muchas ocasiones fue puesta en entredicho la tolerancia del gobierno con estos criminales y se vieron obligados a presionarlos para que realizaran sus actividades fuera de la frontera norteamericana. Un ejemplo de ello ocurrió en los inicios de los 70, cuando se llevó a cabo la guerra por los caminos del mundo, al convencer el FBI a los principales cabecillas a cesar su actividad de terrorismo doméstico.”
La cuestión básica es que estos grupos han seguido operando en EEUU hasta nuestros días planeando agresiones criminales contra Cuba. Ellos tienen el infame mérito de haber asesinado a 35 personas en territorio norteamericano, entre las que ha habido personas de nacionalidad norteamericana, diplomáticos cubanos y nacionales de la Isla que cometieron el error de abogar por un acercamiento a Cuba. El FBI ha sido incapaz de neutralizarlos o actuar sobre ellos, aun existiendo incontables pruebas de sus delitos.
¿En qué medida esas oscuras fuerzas de la reacción anticubana pueden ser peligrosas para Cuba y los Estados Unidos en este nuevo escenario?
En primer lugar estas personas siempre se han sentido impunes dentro de territorio norteamericano al contar con el apoyo de sectores anquilosados en los grupos de poder político y económico en EEUU, llegando incluso a contar con el apoyo explícito de un grupo reaccionario dentro del Congreso norteamericano, entre los que sobresalen los congresistas Ileana Ros-Lehtinen, Bob Menéndez, Albio Sires, Carlos Curbelo, los hermanos Díaz Balart y Marco Rubio, entre otros, quienes han sostenido el doble discurso de apoyar cambios pacíficos mientras apologetizan tras bambalinas la acción violenta.
En segundo lugar, aún cuentan con el apoyo incondicional de agencias gubernamentales de inteligencia, como la propia CIA, quienes lo han usado en black ops que han afectado no solo la vida política de EEUU sino en otros países. Estos terroristas tuvieron un importante rol ejecutivo en las acciones más sonadas dentro del terrorismo y espionaje domésticos en esa nación como lo fueron el asesinato de John F. Kennedy, el caso Watergate, el asesinato ejecutivo de varios líderes políticos de otras naciones bajo la tutela de la Operación Cóndor, así como en la planeación de centenares de intentos magnicidas que violan la Ley de Neutralidad de esa nación.
En tercer lugar, estas fuerzas que apuestan por la violencia se han coligado con mercenarios internos a los que han entrenado para desarrollar acciones desestabilizadoras y cuya actitud –como en los casos de Antúnez, Fariñas, etc.-, no repararían en realizar acciones de corte violento para lograr sus objetivos oportunistas y grandes sumas de dinero.
Todos los grupos terroristas como la FNCA, el CLC, Alpha 66, el CID, la Brigada 2506, entre otros, aún permanecen operativos y la justicia norteamericana no ha tomado una acción radical contra los mismos.
Es por ello que el empleo de los mismos es una opción más de las fuerzas de la reacción para entorpecer este proceso de diálogo y acercamiento entre las dos naciones, aunque en esta oportunidad recurrirán a las más novedosas formas de terrorismo como black ops, el uso de banderas falsas, la subversión activa, la incitación a la violencia ciudadana, entre otras acciones.
¿Cómo se realizará este terrorismo en los actuales escenarios y su potencial peligro?
El nuevo siglo ha visto un repunte del terrorismo a nivel mundial, aunque este ha asumido un sofisticación en correspondencia con el desarrollo tecnológico actual, incorporando modalidades en su accionar más peligrosas y difíciles de predecir. Al mismo tiempo, los otrora soldados incondicionales de la CIA y el Mossad se han vuelto irreverentes hacia sus amos, realizando acciones contra aquellas naciones que los crearon, organizaron y financiaron a su antojo en función de los intereses geopolíticos que priorizaron en cada momento histórico específico.
Este comportamiento de desobediencia y reto hacia sus patrocinadores marca una forma de actuar de los grupos extremistas radicales, manifestado en el comportamiento hostil hacia EEUU por los grupos yihadistas violentos como Al Qaeda, los Talibanes, el ISIS y tantos otros. Los grupos terroristas de origen cubanos, aunque en una escala menor y ubicada en la década de los 70 del siglo pasado, principalmente, también han mostrado irreverencia hacia la CIA y las administraciones pasadas, manifestada en ataques terroristas contra edificios gubernamentales, del FBI y oficinas policiales. Otra forma de manifestar esta desobediencia ha sido el chantaje permanente hacia USA so pretexto de desnudar públicamente operaciones clandestinas comprometedoras para la estabilidad política de la nación.
Creo que ha llegado el momento de que las autoridades de Cuba y de los Estados Unidos sopesen seriamente las nuevas amenazas que se están conformando con respecto al terrorismo y adoptar medidas contra aquellos que pretenden, a toda costa, frenar el proceso de normalización de sus relaciones diplomáticas.
No tengo la menor de las dudas de que esas fuerzas tenebrosas de la derecha fascista en EEUU, aliada con sus peones terroristas de origen cubano y de otras nacionalidades, se preparan para realizar acciones violentas contra objetivos seleccionados para viciar y poner en peligro este acercamiento diplomático. De esta forma sembrarían recelos y frenarían deliberadamente este proceso.
¿Se ha pensado acaso que la embajada cubana en Washington y los consulados que se han de abrir en varias ciudades de EEUU pueden ser blanco de un reverdecimiento del terrorismo doméstico de los grupos terroristas de origen cubano, al estilo de Omega 7? Una acción contra los mismos pondría a EEUU sobre la palestra de un duro cuestionamiento por la parte cubana y viciaría las relaciones entre ambas naciones.
Por otro lado, las fuerzas de la ultraderecha bien podrían promover en suelo cubano acciones violentas contra la embajada norteamericana o empresas que en un futuro inmediato tengan representación oficial, haciendo uso de falsas banderas, con lo que se buscaría el mismo objetivo. En este sentido se debe pensar que el yihadismo radical pasa a ser un nuevo peligro para las fuerzas de enfrentamiento y prevención cubanas, ya que los objetivos norteamericanos están en su mira alrededor del mundo.
No es la primera vez que mediante el empleo de operaciones oscuras y falsas banderas Estados Unidos y otras naciones poderosas logran desestabilizar una nación y encuentran dudosos pretextos para planear invasiones a diferentes países. Usar manipuladamente las falsas banderas es un arte de la guerra silenciosa y una variante de planes desestabilizadores que debe ser estudiado en tiempo real.
Los riesgos que entraña el terrorismo internacional y su manipulación por parte de las grandes potencias constituyen un riesgo que no se puede desestimar.
Veremos ahora las acciones que deben adoptar cada una de las partes –entiéndase EEUU y Cuba-, para actuar individualmente y de conjunto contra estas amenazas latentes que entraña el terrorismo y su uso por parte de quienes se oponen a una relación bilateral sana y respetuosa entre ellos.
Los nuevos desafíos que presenta la amenaza terrorista para vulnerar el proceso de acercamiento diplomático entre Cuba y Estados Unidos requieren de ambas partes urgentes medidas a adoptar. Algunas de estas debe realizarla cada nación por separado para garantizar su seguridad nacional, a la par que otras han de hacerse conjuntamente, sobre la base de una acción coordinada y con total transparencia.
La condición esencial para lograr un enfrentamiento eficaz ante el reto terrorista es la apertura inmediata de canales de comunicación seguros, transparentes y en tiempo real entre los órganos de enfrentamiento entre ambos países.
Cada parte ha de garantizar a su par el envío de información oportuna y con inmediatez para salvaguardar que las acciones terroristas en marcha sean desarticuladas a tiempo. Cuba, particularmente, ha cumplido decorosamente con este precepto, informando a los EEUU sobre cualquier acción que ponga en peligro su institucionalidad y seguridad ciudadana. EEUU debe empezar a hacerlo con honestidad.
Corresponde a la parte cubana estudiar detalladamente los nuevos escenarios a los que se enfrenta ante la apertura de una embajada norteamericana en su territorio. En esta dirección, las autoridades cubanas deben prestar total atención al desempeño del terrorismo internacional, particularmente al yihadismo radical, así como evaluar en qué medida su territorio puede ser usado para un ataque contra EEUU y sus objetivos.
El perfeccionamiento de la labor de monitoreo permanente del terrorismo internacional pasa a ser una cuestión de primer orden –tal como lo será la nueva actividad de inteligencia que desarrollarán en suelo cubano las agencias norteamericanas, ya que ha sido demostrado que la CIA, la NSA y otros espías a sus propios amigos-.
Tal desafío impone un replanteo del trabajo de seguridad en las fronteras cubanas, el intercambio de las bases de datos sobre grupos terroristas, el adiestramiento de las fuerzas, el estudio concienzudo de las vulnerabilidades, el compromiso de las masas agrupadas en los CDR en la vigilancia en la retaguardia, el desarrollo de una agentura más a tono con los nuevos peligros potenciales, así como una concientización interna de la incidencia de este fenómeno en el nuevo contexto.
Prepararse para las nuevas potenciales amenazas ha de ser un reto que debe ser tenido en cuenta por ambas partes.
A Estados Unidos le corresponde hacer por primera vez en su historia un serio estudio de los grupos terroristas anticubanos asentados en su territorio. El mismo debe combatir y neutralizar el compadrazgo de estos grupos con influyentes sectores de la ultraderecha en el Congreso y las élites de poder político y económico. La propia historia demuestra que estos grupos carecen de respeto por EEUU y acuden a la violencia como arma de su política anticubana.
Ambas partes, con entera transparencia y sin dobles raseros deben estar dispuestos a combatir el terrorismo en todas sus manifestaciones.
Creo que la confianza, el intercambio, la ayuda mutua, serán las banderas de una efectiva cooperación que, a la larga, dará resultados y asegurará la tranquilidad ciudadana para cubanos y norteamericanos.