Por: Jorge Gómez Naredo (@jgnaredo) .- En septiembre de 2014, la Appeal of Conscience Foundation, una organización fundada por religiosos (que según sus principios, buscan la paz, la seguridad, la prosperidad y el respeto a los derechos humanos) le dio a Enrique Peña Nieto el premio al “estadista mundial 2014”.
La justificación para elegir al presidente de México como el ganador del galardón fue por su “liderazgo” y por los “avances” que había propognado en materia de “desarrollo social” y de reformas en México. Este galardón había sido entregado, en ediciones anteriores, a personajes como José María Aznar, Angela Merkel, Gordon Brown y Nicolas Sarkozy.
En ese septiembre de 2014 Peña Nieto estaba emocionado. Contento. Lo acompañó a la ceremonia de entrega del premio (no podía ser de otra manera) su esposa, Angélica Rivera. Todos estaban llenos de risas y de sonrisas. Todo era bonito.
Al menos en su mundo, en ese mundo donde se le había nombrado el estadista del año, el mero mero de los líderes de todo el orbe.
Menos de un año después, Enrique Peña Nieto es visto en la prensa internacional como un rotundo fracaso, como un presidente que es prácticamente un cadáver político.
¿Qué pasó en diez meses? ¿Qué sucedió?
¿Qué cimbró todo y cambió todo y transformó todo?
La caída de Enrique Peña Nieto ha sido espectacular. El país, en unos cuantos meses, se le vino abajo. O despertó. O se evidenció que no era como él se empecinaba en describirlo a los medios internacionales.
La matanza de Tlatlaya, donde 22 personas murieron a manos de elementos del ejército mexicano, sucedió antes de que se le otorgaran el galardón a Enrique Peña Nieto.
Las autoridades buscaron hacer pasar esto como una refriega entre “delincuentes y “fuerzas del orden”, pero la cosa se le salió de las manos.
La prensa internacional descubrió que había sido el estado mismo quien mató a gente inocente, gente que no estaba relacionada con la delincuencia organizada, que había sido una matanza. Punto. Sin embargo, hasta cierto punto eso “pasó de largo”.
Enrique Peña Nieto, cuando se le entregó el galardón al “mejor estadista” del orbe.
Lo que verdaderamente provocó a nivel internacional el descrédito de Enrique Peña Nieto fue la desaparición en Iguala de los estudiantes normalistas de la Escuela Normal de Ayotzinapa. Nuevamente el estado asesino.
Nuevamente la violación a los derechos humanos. Nuevamente la represión y la intolerancia, nuevamente la constancia de que el gobierno federal desaparecía a ciudadanos.
Después de Ayotzinapa, y de la indignación y las consecuentes movilizaciones que este hecho provocó, se descubrió (o se corroboró) que Enrique Peña Nieto no era un estadista de esos que son puros y que todo lo hacen en beneficio de su pueblo, sino que era un “estadista” corrupto. Tan corrupto que, por beneficiar con obras a sus allegados, recibía a cambio jugosas ganancias, como lujosas casas: ¡la Casa Blanca!
De ahí en adelante, Enrique Peña Nieto ha dado tumbos. Nada le sale bien. Nada que haga es bueno.
Y es que, miremos el país: la crisis económica es aguda, la moneda, en lo que va de sexenio de Peña Nieto, se ha devaluado un 25%. La inflación (aunque lo nieguen los señores que dizque dirigen la economía del país) ha sido brutal, y está nuestra tan cacareada“macroeconomía” pendiendo de alfileres.
La violencia no se ha detenido. Al contrario, continúa. La pobreza tampoco ha sido frenada, y al contrario, se ha incrementado.
Y aunque se diga que “solamente” (qué cínicos) la mitad de la población vive en la pobreza, lo cierto es que ésta afecta a más del 80% de los mexicanos.
Ni siquiera los “logros” de Peña Nieto se han mantenido. Todos los mandatarios del mundo lo felicitaron cuando se supo que habían “capturado” a Joaquín Guzmán Loera, alias El Chapo.
Todos le dijeron: “Oh, qué gran estadista, qué gran mandatario.
Qué líder”. Hace menos de un mes, El Chapo se escapó de la forma más inverosímil posible de un penal hecho para que nadie se escape. Peña Nieto quedó en ridículo no en México, sino en todo el orbe.
Y para terminar con la caída libre de Peña Nieto, su esposa, harta ya de todo, del acuerdo que se signó para que se casaran como en un cuento de hadas, se aleja más y más de él y deja entrever los problemas que ha generado el contrato, o el “idilio” estilo telenovela de Televisa.
Peña Nieto va en caída libre.
Lo que uno se pregunta es, ¿por qué no renuncia? Claro, claro, él no quiere. Pero habrá que cuestionarnos, ¿y por qué no lo echamos ya, por qué no lo corremos? Entre más tiempo se mantenga como presidente, más daño le hará al país. Un cadáver político jamás podrá ser un buen gobernante.
http://polemon.mx/epn-un-cadaver-politico-no-puede-ser-buen-gobernante/