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Yayo, La Generala


Yohana, La Generala, guerrillera del Frente 21 de las FARC-EP


Cada guerrillera y guerrillero en las filas de las FARC-EP es un mundo, una historia, una experiencia. Todas esas historias y vivencias se constituyen en un todo para formar la familia fariana, la comunidad guerrillera con sus particularidades y generalidades. 

Yayo es una de estas personalidades singulares que cruza mi existencia. Guerrillera del Frente 21, vivaz, ágil, valiente y pícara, la llamamos también “La Generala”.

Su nombre de guerra es Yohana, es una guerrillera joven, menuda, de tez blanca que contrasta con su abundante cabellera negra rizada.

 Es una valiente camarada, destacada en el orden público, es decir en las acciones militares. Posee una tranquilidad pasmosa que la hace destacarse en los grupos de choque o de asalto. 

Es zapadora, explosivista, y mientras los demás cubren fuego al enemigo, ella pausadamente pone la trampa para retener el avance, no sin antes quemar sus tiros y casi siempre es la última en retirarse del puesto de combate.

Así ha soportado varios embates, entre ellos un bombardeo de donde salió gravemente herida, y por lo cual perdió la visión de su ojo derecho. Por un tiempo usó parches de colores pero no se acostumbró y prefirió quitárselo para mostrar orgullosa su cicatriz.

Tiene un rostro tranquilo y sereno, alegre, parece que nada la inmuta, ni cuando está agotada tras largas jornadas de marcha, o trasnochada a causa de las emboscadas, ni en momentos de tensión por el enfrentamiento inminente. 

Es estudiosa, buena lectora, participativa en las charlas y en la vida partidaria, incansable en el trabajo, y muy silenciosa, aunque le gusta tener siempre el radio prendido para escuchar música y noticias.

El apelativo de Generala se lo gano a causa de sus picardía, que la lleva siempre a querer sacar ventaja: es común en ella dar opiniones con una enorme seguridad sobre las posibles salidas que tienen las acciones, sobre los flancos por donde puede atacarse.

 Casi nunca tiene la razón, pero ella habla con tal propiedad que sus compañeros y compañeras desprevenidos o quienes la escuchan por primara vez, terminan convencidos de sus dictámenes.

Esa misma actitud picara le permite obtener lo que se le antoja y así, cuando menos se piensa aparece con cobijas, chaqueta, uniformes, varias cucharas, cremas, lociones, y cuanta chuchería le sea posible acumular.

¿Cómo lo logra? Enreda a cualquiera con su carita inocente y alegre y argumentos que siempre llegan a la fibra sensible de sus camaradas: que se le mojó la cobija, que aguantó frío, que no tiene uniforme, que se le agotó la crema del cuerpo, que necesita una navaja, un nuevo puñal porque el que tenía se le dañó, etc. 

Claro Yayo es tan buena, y lo dice con tanto sentimiento; pero además es tan solidaria, que termina consiguiendo lo que solicita. Pero eso sí; ante las necesidades de las y los demás, especialmente de quienes acaban de ingresar, ella está dispuesta a cualquier sacrificio, con tal de ayudar a las demás personas.

Quienes la conocen bien, no caen tan fácil en sus trampas, muchos la recriminan, “¡Qué va!, usted lo que quiere es tener de más para luego empezar a regalar o para dejar por ahí”. 

Ella no alega, se aleja tranquila, no sin antes dar un discurso sobre las normas de la organización, la solidaridad y los principios como ella los entiende; porque está convencida que cuando solicita algo es porque lo necesita y debe obtenerlo, así como está dispuesta a despojarse de lo que sea para facilitárselo a quien le pide.

Así es Yayito la Generala y la hemos aprendido a querer tal cual es, con sus enormes virtudes y capacidades, pero también con sus vivezas que a veces rayan con la ingenuidad. 

Muchas y muchos le insistimos en que debe superar sus falencias, porque de hacerlo sería una gran comandante, destacada para ocupar importantes cargos de dirección, que su comportamiento le resta autoridad, don de mando. 

Pero ella solo vive su mundo, convencida que la acumulación compulsiva no es un problema sino su forma de ser solidaria con los demás.

La última vez que compartimos fue en los primeros meses del año 2013, antes de viajar a La Habana. En esos días le prometí que algún día iba a escribir su historia, sobre sus hazañas y sus picardías; que iba escribir cómo toda ella es un universo de la vida guerrillera, pero también de la cotidianidad de la lucha, de la hermandad y sororidad que entraña nuestra convivencia revolucionaria.

Antes de abordar el helicóptero despidiéndonos con un abrazo me susurró:

 “Camarada, no se olvide de lo que me prometió”, no sé si se refería a mi promesa de escribir sobre ella o tal vez otra que le haya hecho, pero le estoy cumpliendo a la Generala. 

Deseo de todo corazón que esté bien, cosechando éxitos para el colectivo y creciendo como mujer guerrillera.


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Publicado por Odio de Clase

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