Este siglo XXI no está resultando nada proclive para la inalterabilidad de la hegemonía de Estados Unidos.
El orden globalizador neoliberal ha sido incapaz de evitar la emergencia e irrupción de nuevos topos que reconfiguran una transición geopolítica hacia un mundo multipolar.
Esta transformación, también geoeconómica, es de hecho incompatible con las condiciones globales que precisa Estados Unidos para sostener su extraordinario doble endeudamiento, en lo comercial (en 2014 fue un 6% más con respecto al año anterior; 505.000 millones de dólares) y en lo fiscal (asciende a 59,4 billones de dólares); si el dólar deja de ser la única y exclusiva moneda de referencia mundial, entonces, el país más endeudado del mundo comienza a tener graves problemas para mantener esa forma de gestionar la economía internamente.
En los últimos años, el proceso paulatino de desdolarización en la acumulación mundial de reservas hace peligrar precisamente esa posición exclusiva dominante; la participación del dólar en las tenencias de reservas mundiales pasó de representar el 71,1% en 2000 hasta el 60.7% en 2011; el yuan chino ya es usando como moneda de reserva en un total 40 bancos centrales.
A este escenario adverso, también debemos sumar que:
1) cada vez es más significativo el intercambio comercial en monedas propias entre muchos países (véase ejemplos como Rusia con China, Japón con China, y aquella prevista en el seno de los BRICS),
2) Estados Unidos continúa inmerso en un largo y estructural proceso de desindustrialización desde hace tres décadas,
3) las transnacionales con casa matriz en Estados Unidos han dejado de controlar monopolísticamente las cadenas globales de valor.
A Estados Unidos no gustar este mundo, y muy particularmente, tampoco gustar esta América Latina que conforma un pivote clave en este nuevo orden económico y político mundial. América Latina es otra y muy diferente a aquella América Latina de las últimas décadas del siglo XX.
Esta América Latina viene viviendo un ciclo histórico de transformaciones que ha logrado avanzar enormemente en la recuperación soberana de sectores estratégicos, con especial importancia en la reapropiación de la renta de los recursos naturales.
Con otra forma de hacer política económica se ha redistribuido la renta casa adentro, saldándose así buena parte de la deuda social heredada del neoliberalismo, satisfaciéndose las necesidades básicas y derechos sociales.
El caso venezolano es el ejemplo más significativo de esa nueva concepción de Estado, un Estado de las Misiones que se diferencia del Estado del Bienestar a lo europeo en no tener que pedir permiso a los grandes capitales ni depender de cómo sea la salud de la tasa de ganancia del capital.
Las Misiones son innegociables a pesar de la restricción externa (caída de precios del petróleo).
En Bolivia y Ecuador, la política social constituye parte fundamental a favor de la seguridad jurídica para el cumplimiento del Vivir Bien o el Buen Vivir, respectivamente.
En Argentina, las políticas públicas siguen siendo músculo clave para un modelo de crecimiento económico inclusivo.
Así, al observar estos casos, se constata que la economía en América Latina es otra, que ha puesto fin a las décadas perdidas neoliberales, generándose un nuevo sentido común de época que hace que la mayoría social siga eligiendo estas propuestas políticas de cambio frente a guerras económicas, fondos buitre, agencias de calificación de riesgos, editoriales de The Economist o The Wall Street Journal.
No hubo manera de que ningún candidato opositor haya podido ganar elecciones en estos países (Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina, Brasil, Uruguay).
A Estados Unidos no gustar esta América latina por éste y por otros cientos de motivos económicos:
1) a inicios de año China ha acordado una inversión en América Latina de 250.000 millones de dólares para la próxima década (en los diez años anteriores, este dato fue de 100.000),
2) el año pasado en Brasilia, tuvo lugar la cumbre BRICS creando el Banco de Desarrollo y un Fondo de Reservas donde América Latina tendrá participación privilegiada,
3) la CELAC continúa consolidándose como un nuevo espacio emancipado del Norte y que resta dependencia de la OEA,
4) Unasur es tan de verdad que este año dispondrá de un nuevo árbitro regional que dirima en caso de conflictos con inversiones extranjeras directas sin necesidad de acudir al CIADI (dependiente del Banco Mundial),
5) el sueño norteamericano del ALCA quedó rechazado por ese memorable “Alca Alca al carajo” de Hugo Chávez en Mar del Plata hace unos diez años,
6) frente a ello, nace el ALBA como alternativa bolivariana como referente simbólico en lo político-social-económico,
7) teleSUR es otra forma de informar al mundo desde el Sur sin necesidad de pasar por CNN,
8) las relaciones comerciales-inversiones de América Latina son cada vez más diversificadas, menos dependientes de los países centrales; el comercio Sur-Sur cada vez es más importante a nivel mundial (pasó de suponer un 6% en 1985 a un 24% en 2010; mientras que el comercio Norte-Norte retrocedió al 38% en ese mismo periodo); en materia de inversiones extranjeras directas, las de flujo Sur-Sur ya son casi 50%,
9) Petrocaribe es un proyecto integrador para una Centroamérica entendida no como patio trasero de los Estados Unidos,
10) la construcción del canal de Nicaragua (como vía fluvial que conecta mar Caribe, océano Atlántico y océano Pacífico), con participación estratégica de China, es otra opción frente al dominio estadounidense del canal de Panamá.
Estas son simplemente algunas de las razones que permiten explicar por qué a Estados Unidos no gustar esta América latina.
El cambio de época que vive la región latinoamericana, tanto puertas adentro como en sus nuevas relaciones hacia fuera, es incompatible con el deseo de Estados Unidos de recuperar su hegemonía unipolar en un mundo cada vez más multipolar. Buena parte de América latina, con Venezuela como ejemplo, continúa sin querer volver al redil atlántico como así lo pretende la estrategia plasmada en el documento del Consejo Atlántico: The Trilateral Bond: Mapping a New Era for Latin America, The United States, and Europe (El Vínculo Trilateral: Inspeccionando una Nueva Era para América Latina, EE.UU. y Europa). América latina viene optando por otro camino propio y con nuevas amistades en este mundo en constante transición geoeconómica y geopolítica.
Esto no gustar a Estados Unidos.
Por Alfredo Serrano Mancilla
Tomado de Rebelión