Por el General Tom Isaboy *//-.La primera vez que yo hablé del plan WC-33, conocido entre los altos oficiales del Pentágono como la Operación Perro Caliente, todos se echaron a reir. Un joven coronel susurró burlonamente: “Ya se volvió a jalar este”, y los documentos quedaron archivados, al parecer para siempre… Pero los hechos vinieron a darme la razón años más tarde.
Fue durante la visita de Nikita Kruschov. Durante muchos días, lo llevaron de un sitio a otro, le mostraron los ferrocarriles, las fabricas, los edificios, y a todo respondía Nikita con una sonrisa amable que podía interpretarse como “En casa lo tenemos mejor”…¡Hasta que llegó el perro caliente!. La primera vez que Nikita Kruschov probó un perro caliente americano, quedó admirado, y, rompiendo el protocolo, afirmó que eran mejores que los rusos.
Aquella tarde recibí una llamada urgente del Comandante Estratégico. Mi plan había sido sacado del archivo.
Era necesaria mi presencia, para aclarar ciertos párrafos devorados por las cucarachas. Durante dos meses hemos trabajado día y noche en los detalles del plan. Muchos aspectos son secretos y no estoy autorizado aún para revelarlos, pero para tranquilidad de todos los demócratas de Occidente, puedo esbozar, en líneas generales, en qué consiste nuestra mejor arma contra los rusos.
En sus fundamentos, la idea es sencillísima:
Primero: nuestros cohetes serán peores, nuestros diplomáticos serán peores, nuestros aviones serán peores…; ¡pero nuestros perros calientes son, decididamente, mejores que los del enemigo!. Es más, ¡son incomparables!
Segundo: a los rusos les tiene que gustar el perro caliente. Porque todavía el materialismo marxista no ha ahogado por completo ciertos valores espirituales en el pueblo.
Sentados en esos dos principios que nadie en su sano juicio se atrevería siquiera a discutir, resulta evidente qué hay que hacer. Se construirán dos millones de puestos de perros calientes desmontables, con paredes y mostradores de aluminio, capaces de ser lanzados en paracaídas. Se fabricará una cantidad suficiente de perros calientes para abastecerlos, y se entrenará a un cuerpo de dos millones de vendedores-cocineros, denominados HDSC (Hot-Doc Strategic Command), escogidos entre los más audaces y físicamente aptos de nuestros soldados.
A una señal del Pentágono, seiscientos aviones de transporte saldrán de veinte aeropuertos y bases norteamericanas, y se dirigirán hacia la URSS, dejando caer los puestos de aluminio que, diez minutos más tarde, estarán completamente armados y listos para empezar a servir perros calientes en campos y ciudades.
Y seis horas después, cuando todos los rusos, jovenes y viejos, estén haciendo cola para probar nuestro inimitable producto, cuando las comunicaciones estén dislocadas, los mandos militares desmoralizados y el pánico cunda ya entre los líderes soviéticos, atacaremos al enemigo y podremos vencerlo fácilmente.
¿Cuándo sucederá?... Eso no puedo predecirlo. Pero creo, firmemente, que un día no muy lejano, en prueba de agradecimiento, la Estatua de la Libertad, tendrá en la mano no una antorcha, sino un perro caliente de bronce macizo.
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*Cuándo en 1959 se supo que un cohete ruso había llegado a la Luna, se produjo una enorme conmoción en el Pentágono. Pero el General Tom Isaboy permaneció inmóvil en su cama.
Entre otras cosas porque la noche anterior se había bebido tres botellas de whisky, pero, además, porque a él no le preocupaban los cohetes.
El general ha propuesto, hace mucho tiempo, una línea completamente distinta de estrategia frente al Soviet.
*Salaciones del Reader s Indigest
Tomo XXXIX núm 231 Febrero de 1960
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El perro caliente, el visionario Behmaras y la caída del socialismo soviético.
Por René González Barrios
La palabra socialismo en el año 1960, producía entre los cubanos las más diversas reacciones. No pocas estuvieron signadas por los efectos negativos que la propaganda anticomunista elaborada en los Estados Unidos, causaba en un sector nada despreciable de nuestra población.
El comunismo estaba satanizado; sus líderes demonizados. La URSS era una terrible y oscura nación encerrada en una cortina de hierro donde supuestamente no existían libertades de ninguna índole. Cientos de publicaciones y emisoras de radio en Norteamérica y Europa, desarrollaban una ofensiva informativa y cultural contra el naciente campo socialista. El imperialismo se cebó en el sobredimensionamiento de los errores que en la construcción del socialismo cometió el estado soviético. Las revistas Life y Selecciones del Reade’s Digest, llevaban al hogar cubano el fantasma del comunismo.
El prestigio que la militancia del Partido Socialista Popular tenía entre los obreros y campesinos cubanos, no era suficiente para desterrar el miedo al marxismo. Impactados por el clima anticomunista, en 1960, persistían prejuicios entre las fuerzas que hicieron la revolución, con aquella organización política. Corrían los años de apogeo de la guerra fría, en los que aún se respiraba la fetidez del ambiente macartista.
En medio de ese tenso ambiente político en el que la dirección de la Revolución esclareció el papel y lugar del Partido Socialista Popular en nuestra Revolución, Marcos Behmaras, destacado revolucionario e intelectual cubano, escribió para la revista Mella una serie de trabajos de fino y mordaz humor político, donde ridiculizaba el fundamentalismo ideológico y la impotencia y ceguera imperial ante el hecho consumado de una revolución popular, surgida en sus propias narices, que infructuosamente trataban de destruir. Parodiando el nombre de una de las principales publicaciones de la ideología imperial, agrupó sus trabajos en una saga que tituló, Salaciones del Reader’s Indigest, publicados en la Revista Mella.
El conjunto de trabajos de Behmaras, permaneció disperso en bibliotecas hasta que en el año 1982 la editorial Letras Cubanas los reagrupó en un excelente libro que hoy clama por una reedición. En su introducción, se explica que estaba dirigido a los jóvenes y al disfrute de los mayores.
Ese mismo año compré el libro, que devoré de un golpe. Imposible soltarlo una vez que comienzas su lectura. Es de los pocos libros que releo y tengo a mano como bálsamo espiritual. De toda la obra hubo un trabajo que entonces me resultó audaz y quedó grabado en mi memoria por la agudeza del análisis político a partir del humor: ¿Puede el perro caliente vencer a los rusos?
De manera ingeniosa el ocurrente de Behmara hilvana la historia de una supuesta visita de Nikita Kruschov a Estados Unidos, y el plan estratégico diseñado por el alto mando político militar de ese país, para invadir la URSS, no con armas, sino con puestos de perros calientes.
Estoy convencido que el trabajo de Behmaras no fue un simple ejercicio de humor político, sino el resultado del análisis del peso de la cultura como arma imperial. Él era un hombre de cultura que durante muchos años trabajó en la prensa escrita, la radio y la televisión y como pocos, conocía el alcance de los medios y de los símbolos.
Los cubanos tuvimos el desagrado de observar como las cadenas de televisión, en 1989, se deleitaban divulgando imágenes de miles de soviéticos en interminables colas, para acceder a establecimientos de la multinacional Mac Donalds, liados a golpes muchas veces, para probar un producto “símbolo” de la cultura consumista.
La genialidad de Behmaras, muerto accidentalmente en 1966, estuvo en la alerta temprana de los alcances del poder cultural norteamericano. Zbigniew Brezezinski, uno de los principales ideólogos imperiales, amigo y asesor personal del actual mandatario de la Casa Blanca, en su obra El Gran Tablero Mundial, al identificar a EEUU como única superpotencia global extensa, definía los cuatro ámbitos decisivos de su poder global: militar, económico, tecnológico y cultural. Respecto a este último, refería que disfrutaba “de un atractivo que no tiene rival, especialmente entre la juventud mundial,” y añadía:
“La dominación cultural ha sido una faceta infravalorada del poder global estadounidense. Piénsese lo que se piense acerca de sus valores estéticos, la cultura de masas estadounidense ejerce un atractivo magnético, especialmente sobre la juventud del planeta. Puede que esa atracción se derive de la cualidad hedonista del estilo de vida que proyecta, pero su atractivo global es innegable.
Los programas de televisión y las películas estadounidenses representan alrededor de las tres cuartas partes del mercado global. La música popular estadounidense es igualmente dominante, en tanto las novedades, los hábitos alimenticios e incluso las vestimentas estadounidenses son cada vez más imitados en todo el mundo. La lengua de Internet es el inglés, y una abrumadora proporción de las conversaciones globales a través de ordenador se originan también en los Estados Unidos, lo que influencia los contenidos de la conversación global.
Por último, los Estados Unidos se han convertido en una meca para quienes buscan una educación avanzada.”
Behmaras alertó con fino humor, el alcance de la guerra cultural, en una época donde no existía Internet, ni el mundo era esclavo, como hoy, de la interconexión tecnológica.
A la luz de estos tiempos cabría a los cubanos hacernos la misma pregunta, y en consecuencia, trazar una sólida y coherente estrategia, para que el simbólico “perro caliente”, no destruya el basamento de la cultura de una nación que ha tenido que enfrentar a lo largo de su historia, la cruzada ideológica y cultural del imperio más poderoso que haya conocido la humanidad.
http://segundacita.blogspot.com/2015/03/puede-el-perro-caliente-vencer-los-rusos.html