La alianza entre la monarquía saudí y el poder militar norteamericano que convertiría "de facto" el petróleo en el respaldo de la moneda norteamericana, aupada a divisa internacional a cuenta del resolutivo papel geoestratégico asumido por los E.E.U.U. tras la Segunda Guerra Mundial, viene de antiguo.
Fue el 14 de febrero de 1945 cuando a bordo del U.S.S. Quigly el ya muy enfermo presidente Roosvelt y el rey de Arabia Abd al-Aziz Ibn Saud suscribieron un acuerdo que permitió a la compañía norteamericana Aramco construir un oleoducto hasta el Mediterráneo que permitiera la exportación del oro líquido hacia el Oeste.
Junto con este permiso, el ejército norteamericano pudo establecer bases en la península arábiga, algo que siempre ha escandalizado al islamismo más purista.
La confluencia de intereses entre las finanzas U.S.A. y el petróleo saudí solo ha sido posible bajo un manto de discreción que hace muy difícil desentrañar la madeja de injerencias en terceros países, actividades terroristas y golpes de estado pagados en petrodólares.
Ese manto de discreción ha venido resquebrajándose de un tiempo a esta parte por la confluencia de varios factores, que van desde la incautación de la "Golden Chain" (el listado de los integrantes de la red que financiaba a Al Qaeda) por las fuerzas de seguridad bosnias en 2002 hasta la reciente publicación de la "lista Falciani", con su rosario de nombres de particulares y empresas conectados con el terrorismo bajo la apariencia de organizaciones de beneficencia nada transparentes, o de difusión de la ideología wahabita.
Junto a esto tenemos las declaraciones de Zacarías Moussaui, miembro de Al Qaeda que cumple cadena perpétua en una prisión de alta seguridad en Colorado, y que afirma que entre los donantes de la organización terrorista se encuentran los príncipes saudíes Turki al-Faisal, jefe de los servicios secretos, y Bandar bin Sultan, su predecesor en el cargo (quien además fue embajador en Washington), además de numerosos clérigos.
Teniendo en cuenta que el mayor financiador de Al Qaeda ha sido precisamente la CIA, la conclusión es que los E.E.U.U. crean a sus propios enemigos y sus aliados los financian, algo que cada vez ve mas claro quien quiera que preste atención a este absurdo y sangriento juego.
Ahí está el clamor, cada vez mayor, de que sean desclasificadas las 28 páginas del informe oficial sobre el 11-S que Bush jr. censuró, y que según diversas fuentes probarían la implicación saudí en la financiación de los atentados.
Como hace poco recordaba el historiador Josep Fontana en el "Diario de Catalunya", la ambigüedad del juego saudí llega al extremo de que el hermanastro de Osama bin Laden, Shafiq, era inversor del grupo Carlyle, especializado en negocios relacionados con la defensa, cuando a raíz de la situación prebélica de septiembre de 2001 el grupo se vio beneficiario de un contrato armamentístico suscrito con el Pentágono por 665 millones de dólares, contrato que se esfumó cuando, para escándalo de sus lectores, el Wall Street Journal dio a conocer quién iba a ser su beneficiario.
(posesodegerasa)
Publicado por posesodegerasa