Lo que no se vale es la hipocresía y la doble moral de quienes condenan una forma de terrorismo y al mismo tiempo tratan de justificar el terror de los estados--- Rigoberta Menchú, Premio Nobel de la Paz //
VICKY PELAEZ – Los lamentables y repudiables acontecimientos relacionados en el atentado contra la revista satírica Charlie Hebdo el pasado 7 de enero, y que tantas interrogantes han sembrado en el mundo, no podrían ser entendidos sin una breve revisión de la historia reciente pues desde hace un tiempo los científicos sociales vienen advirtiendo sobre la confrontación o el choque de las civilizaciones que llevarán al planeta entero al caos.
En realidad la tragedia de Charlie Hebdo habría comenzado a gestarse a partir el sangriento atentado contra las Torres Gemelas el 11 de setiembre de 2001 cuando el mundo occidental se había sumergido en una época de “guerras preventivas”, terror y caos “programados” como parte del proceso anunciado por George W. Bush para “liberar el mundo de malhechores” (evildoers).
Aquel año se convirtió en el momento clave en la historia moderna de los Estados Unidos pues todo lo que quedaba todavía de democracia se había convertido en la aliada incondicional del Estado y sus intereses nacionales determinados por un compacto grupo de belicosos “halcones iluminados”.
En su afán de crear un Orden Mundial controlado exclusivamente por Norteamérica, estos globalizadores apelaron a la tesis del estudioso de Harvard Samuel Huntington formulada oficialmente en 1993 pero ya discutida al final de los 1980. En el artículo “The Clash of Civilizations” publicado en Foreign Affairs, Huntington advirtió la necesidad de reconfigurar el existente orden mundial debido a un inminente “choque de civilizaciones”.
Fue el mismo Huntington que en su libro “Political Order In Changing Society” (1968) anunció que “las diferencias entre la democracia y la dictadura son menores en comparación con las diferencias entre los países cuyas políticas están basadas en el consenso, legitimidad, estabilidad, organización y las naciones a cuyas políticas les faltan estas cualidades”. Es decir, ya en los años 1960 Huntington no excluía la posibilidad de transición del mundo occidental hacia una dictadura.
Respecto al choque de civilizaciones, Huntington consideraba que “estamos asistiendo el final de una era de proceso determinado por las ideologías occidentales y estamos entrando en una era en la que las civilizaciones múltiples y diversas interaccionarán, competirán y se acomodarán unas a otras”. En este reacomodo vio al Islamismo “como la única civilización que había puesto en peligro la supervivencia del Occidente”.
En su percepción la civilización islámica se considera “superior al Occidente” en términos de los valores morales y a la vez por “vía demográfica” en el 2025 el 25 por ciento de la población mundial será musulmana. En estas condiciones, según este profesor de Harvard será inevitable el choque de la civilización occidental con la musulmana y posteriormente con la asiática debido a su creciente potencial económico.
Los estrategas norteamericanos decidieron adelantar este “choque de civilizaciones” en agosto de 1990 atacando a Irak durante siete meses con el consentimiento de las Naciones Unidas (ONU). Posteriormente durante el gobierno de Bill Clinton (1993-2001) varios países del Medio Oriente fueron bombardeados a “discreción”, mientras los servicios de inteligencia y en especial la CIA y la DIA (Defense Intelligence Agency) creaban condiciones para una pronta intervención de los Estados Unidos en el Medio Oriente. Por supuesto que a Washington, no sólo le interesaba el establecimiento del control absoluto en la región usando su política de “divide y reina” sino sus abundantes recursos energéticos y los acuíferos (Libia).
Después de unos 10 años de preparación, finalmente “se presentó el pretexto” adecuado — el atentado contra las Torres Gemelas para desatar la “guerra preventiva” contra el Medio Oriente, iniciándose la masacre de Afganistán e Irak, siguiendo después Libia y ahora Siria. Actualmente todo el Medio Oriente está involucrado en un tumulto de la guerra “contra el terrorismo” que fue transformada por la prensa globalizada al servicio incondicional de Washington en un “choque de civilizaciones” para prevenir supuestamente acontecimientos anunciados en 1993 por Samuel Huntington.
Hace unos 10 años uno de los más lúcidos historiadores y pensadores norteamericanos, Howard Zinn formuló la pregunta: “¿cómo se puede hacer una guerra contra el terrorismo si la propia guerra es terrorismo?”.
Por supuesto, casi nadie tomó en cuenta su pregunta porque, en términos de Zinn, el “mayor problema de Estados Unidos es la obediencia civil”. Los medios de comunicación globalizados desataron lo que podemos llamar un terrorismo mediático sicológico contra el pueblo norteamericano y de paso proyectándose cada día más hacia la Unión Europea para atemorizar a sus pobladores y hacerlos más desinformados, dóciles e inseguros.
Los periodistas que se atrevían a desafiar la guerra mediática de desinformación sufrían sus consecuencias.
Es un ejemplo lo que le pasó al ganador de dos Premios Pulitzer, Gary Webb. Este reveló los quehaceres de la CIA en el mundo de la droga en sus artículos y el Libro “Dark Alliance” como resultado todos los medios de comunicación le dieron espalda y el autor terminó “suicidándose” con dos balas en la parte posterior de la cabeza.
El carro del periodista de Rolling Stone, Michael Hastings sufrió una explosión que cegó la vida del escritor después de publicar su artículo: “Why Democrats Love to Spy on Americans”.
Ambos fueron víctimas de la guerra contra el terrorismo porque el uso de este método por el estado implica inmediatamente la militarización y domesticación de la democracia. La Ley Patriota no tiene mucha diferencia de las leyes de seguridad de estado promulgados por Pinochet, Videla, Stroessner y tantos otros dictadores que ha visto el mundo moderno.
Norteamérica ya tomó el curso hacia la instalación paulatina de una dictadura. Lo que le faltaba era arrastrar lentamente hacia el mismo modelo a la vieja Europa, pues la nueva Europa ex socialista aprendió rápidamente la consigna de George W. Bush: “el que no está con nosotros, está contra nosotros”, convirtiéndose Polonia, repúblicas bálticas y ahora Ucrania en satélites incondicionales, belicosos y vociferantes del Gran Patrón.
La vieja Europa resistía al comienzo a las presiones de Washington, después empezó a disimular que se oponía, finalmente cedió y se enganchó al mismo carro de la guerra contra el terrorismo. Decía el poeta uruguayo, Juan Gelman: “No olés a viejo Europa. Olés a doble humanidad, la que asesina, la que es asesinada”. Francia, la ex cuna de la libertad, la fraternidad, la igualdad junto con Alemania se pusieron de rodillas ante el Gran Patrón olvidándose de su propia dignidad y lo siguieron obedientemente en su cruzada contra el Islam, sin tomar en cuenta que más del 6 por ciento (1,8 millones) de la población francesa son musulmanes, especialmente argelinos. Mientras más caían los países europeos en las garras de Estados Unidos más estaba creciendo la xenofobia a los musulmanes en la Unión Europea.
La izquierda y la derecha se confundieron prácticamente en un abrazo xenofóbico frente a la indiferencia de la población que cada vez se volvía más alineada con la guerra contra el terrorismo, especialmente en esta época de crisis económica. Los gobernantes llegaron a tal nivel de sometimiento que hasta sacrificaron los intereses nacionales de sus países, adoptando por ejemplo, las sanciones contra Rusia, que ocasionaron a la Unión Europea una pérdida de más de un billón de euros (millón de millones). Cada vez, cuando alguno de los líderes europeos se atrevía a sugerir terminar las sanciones contra Moscú, recibía amonestaciones del Gran Patrón.
Muchos analistas consideran sospechoso que el atentado terrorista contra la revista Charlie Ebdo se haya producido dos día después de la declaración del presidente de Francia Francois Hollande en la Radio France Inter (5 de enero) donde decía que habría que terminar las sanciones contra Moscú porque están afectando los intereses de Europa.
También terminado el estupor que produjo la masacre de Paris empezaron a aparecer vestigios que comienzan a despertar sospechas sobre los autores del atentado. Sus ejecutores mostraron un nivel de profesionalismo de comandos militares, actuando fríamente, siguiendo un esquema trazado con el conocimiento del lugar y posiblemente disponiendo de la información del interior del recinto, la hora de la reunión de la redacción y la ubicación de sus miembros.
Es dudoso que teniendo este nivel de preparación alguien del equipo hubiera dejado en el asiento del chofer sus documentos de identidad que llevaron a la muerte a los hermanos Chérif y Said Kouachi. Resulta que los dos estaban en la lista de los servicios de inteligencia francesa como colaboradores y también eran conocidos por la CIA.
Los videos que se difundieron a nivel mundial donde el carro en que se escaparon los terroristas tenía dos espejos laterales del color blanco, mientras los del carro capturado mostrado por la policía eran negros. También se ve que el policía que cayó y contra el cual disparó uno de los comandos no presentó ni una mancha de sangre en su cabeza o cuerpo. Finalmente, el comisario de la policía, Helric Fredou, un profesional de alto nivel que estaba a cargo de la investigación del atentado, inesperadamente murió suicidándose mientras escribía el informe final. Sus colegas rechazan las versiones de estress o enfermedad. Lo curioso que este incidente no fue cubierto por DPA, AFP, AP, Reuters etc.
El semanario satírico Charlie Ebdo, cuya idea inicial en sus primeros años en los 1990 era luchar contra el fascismo y como declaró alguna vez uno de sus fallecidos dibujantes, Charb: “ninguno de nosotros se atrevía a defender la derecha, a la que combatimos a fondo”. Sin embargo, el ambiente xenofóbico creado por la guerra globalizada mediática poco a poco influyó en las caricaturas que creaban Charb, Cabu, Wolinski y Tignous.
A pesar de sus declaraciones que no querían ofender a los musulmanes y simplemente trataban que “el Islamismo sea tan banal como el Catolicismo”.
La realidad era algo diferente, pues mostrar al Profeta Mahoma en forma de un chancho volador disparando una Kalashnikov o presentando a Dios sodomizando a Jesús es realmente de mal gusto, ofensivo y ligado a la xenofobia y homofobia.
Sin embargo, el atentado contra esta publicación con raíces izquierdistas hizo unificar en Francia y el resto de Europa a toda la derecha recalcitrante cercana al fascismo con el pretexto de hacer frente unido contra al Islamismo en actual choque de civilizaciones.
El caricaturista de la revista Bernard Holtrop, con el seudónimo Willem, declaró hace dos días que “los nuevos amigos de Charlie Hebdo me hacen vomitar. Nos hacen vomitar todas estas personas que de repente dicen que son nuestros amigos y encabezan la manifestación en Paris”.
Uno de los más poderosos “nuevos” amigos”, enviado de EEUU que asistió a la manifestación, el secretario de Justicia, Erik Holder, ya anunció una cumbre internacional de seguridad para el próximo 18 de febrero para unificar los servicios de inteligencia y no sería extraño para lanzar la idea de la necesidad de crear una Ley Patriota para la Unión Europea.
Dijo alguna vez el escritor uruguayo Eduardo Galeano que “para justificarse, el terrorismo de Estado fabrica terroristas, siembra odio y cosecha coartadas”.