“…Cuando vas a Washington, D.C. —afirmaba Malcolm X— esperando que esos bandidos ahí aprueben algún tipo de […] legislación sobre los derechos civiles para corregir una situación muy criminal, lo que estás haciendo es invitar al hombre negro, quien es la víctima, a llevar su caso ante la corte que está controlada por el criminal que lo volvió en víctima.
Nunca será resuelto de esa manera. Es como huir del lobo y correr hacia el zorro. La lucha sobre los derechos civiles pretende que el hombre negro lleve su caso ante la corte del hombre blanco. El hombre negro no tiene que ir a la corte para ser libre.
El tío Sam debe de ser llevado ante la corte y obligado a explicar, por qué el hombre negro no es libre en una llamada “sociedad libre””.
En Estados Unidos (EEUU), la afirmación de Thomas Jefferson en la Declaración de Independencia, de que “todos los hombres son creados iguales”, jamás surgió efecto. El hombre de raza negra era considerado infrahumano y tratado como tal.
Durante el siglo XX los negros fueron perseguidos por el grupo terrorista, conocido como Ku Klux Klan (KKK). Los negros eran castrados, colgados, asesinados, sus casas y sus iglesias bombardeadas…. Antes el negro le temía a los criminales de sábanas blancas, ahora hay razones de sobra para temer a los guardianes del orden.
Los EEUU, “campeones de la libertad”, antes, durante y después de la Segunda Guerra Mundial vociferaban contra las atrocidades cometidas en contra de los judíos por los alemanes. Al mismo tiempo, en una muestra clara de su doble moral, los “campeones de la libertad” trataban a los negros, en su propia casa, como ciudadanos de segunda clase.
Hoy, mientras muchos celebran la llegada de un hombre negro a la presidencia como “el fin del odio contra los negros”, los EEUU tienen el nivel más alto del mundo en encarcelamiento.
Haciendo una comparación, “en Alemania 93 de cada 100,000 gentes se encuentran en prisión, entre adultos y menores, mientras que en EEUU es casi ochenta veces más, en otras palabras, 750 por cada 100,000 gentes” (“The New Jim Crow, Mass Incarceration in the Age of Colorblindness” por Michelle Alexander).
Los negros se enfrentan a un sistema judicial amañado, injusto y parcial, que históricamente los ha tratado como inferiores. Hay un gran porcentaje de la comunidad negra en las cárceles y otros tantos que al salir de una jaula, entran en otra jaula invisible que los separa y excluye de la sociedad, y los criminaliza de por vida, privándolos de derechos básicos como el voto, licencia de conducir, empleo, vivienda, educación…
En vez de reformar al prisionero, el sistema penitenciario lo termina por degenerar. Si antes de entrar a la cárcel era pobre, al salir de la cárcel la mano dura que se le aplica lo marginaliza, económica y socialmente. En vez de reformar al prisionero se le alimenta con odio y vergüenza, se le discrimina y se le cierran las puertas, anulando toda posibilidad de reformarse cuando éste salga libre —si es que sale—.
Impera en la sociedad norteamericana una psicología de ver a la comunidad afroamericana como inferiores al blanco, como descarriados sociales (cuentos que, históricamente, una buena parte del afroamericano mismo ha terminado por tragarse). Se acusa a los padres de familia de ser malos padres, se asegura que el negro “elige” ser criminal, se afirma que el negro tiende a ser más violento y que “por eso hay muchos encerrados”.
Sin embargo, los hechos demuestran que un negro que comete una falta menor, tiende a estar más años en la cárcel que una persona de raza blanca o que un criminal de cuello blanco (comúnmente de raza blanca).
La llamada “guerra contra las drogas” no es otra cosa que un arma que ha servido para encarcelar masivamente a afroamericanos y a latinoamericanos.
Aunque la mayoría de repartidores y consumidores de sustancias ilegales a nivel nacional son de raza blanca, tres cuartas partes de la gente encarcelada por ofensas relacionadas con drogas son de raza negra o latinoamericanos. Los blancos (los diferentes tipos de pieles pálidas, de descendencia inglesa, italiana, judía, irlandesa, holandesa, alemana, etc.) que llegan a ser afectados por la llamada “guerra contra las drogas”, son un número insignificante en comparación con como esto afecta a las llamadas “minorías”, o “gentes de color”.
El encarcelamiento masivo de afroamericanos y latinoamericanos, refleja la doble moral del sistema judicial y del gobierno estadounidense en todo su conjunto.
Históricamente, consciente o inconscientemente, se ha aplicado la mano dura a las minorías más pobres y brindado comprensión, inmunidad, y hasta apoyo, a las mayorías más privilegiadas.
Una “sociedad libre” que no se inmuta ante el encarcelamiento masivo de ciertos grupos raciales, es una sociedad cómplice de este gran crimen, un crimen contra la humanidad.