El movimiento independentista ha sacudido a la clase dominante británica, y, de forma más amplia, al imperialismo occidental, hasta sus cimientos.
No hay duda que entraron en pánico. [TAMBÉ EN CATALÀ]
El resultado del referéndum de independencia de Escocia el 18 de septiembre, en el que el 55,3% de los votos fueron emitidos en contra de la independencia y el 44,7% a favor de la disolución del Estado británico, es, obviamente, una decepción.
Es una decepción no sólo para el movimiento independentista de Escocia y la izquierda revolucionaria en Escocia, sino también para la izquierda internacional. Sin embargo, la campaña ha rejuvenecido la vida política escocesa y ha creado enormes oportunidades para una nueva izquierda.
El movimiento independentista ha sacudido a la clase dominante británica, y, de forma más amplia, al imperialismo occidental, hasta sus cimientos.
En un referéndum con una gran participación del 84% (mucho mayor que en cualquier proceso electoral de los últimos tiempos) la mayoría de ciudades de la clase trabajadora de Escocia, Glasgow (53% por el “Sí”) y Dundee (57% por el “Sí”), han desafiado a la inmensa presión de la clases dirigentes británicas e internacionales.
La clase dirigente contra las cuerdas
A lo largo del referéndum la campaña anti-independencia Better Toghether (Mejor Juntos/as) fue respaldada por toda la clase política británica, la inmensa mayoría de los medios de comunicación, muchos peces gordos del capital británico e internacional y los líderes del imperialismo occidental (incluyendo a Barack Obama y Bill Clinton).
Sin embargo, más de 1,6 millones de personas, la mayoría en zonas de clase trabajadora, se resistieron a las amenazas y falsas promesas de la campaña del “No” y votaron a favor de la ruptura del estado imperialista británico.
No hay duda que, en los días inmediatamente antes de la votación, los gobernantes británicos pensaban que estaban en serio peligro de perder Escocia. Por eso ellos, y sus amigos del capital internacional, redoblaron sus esfuerzos por intimidar, extorsionar y sobornar al pueblo escocés.
Cuando, en el penúltimo fin de semana de la campaña, un sondeo de opinión mostró por primera vez, una ligera ventaja para el “Sí”, la bolsa de valores británica respondió con la mayor caída en el valor de la libra en casi un año. Los grandes bancos, como el Royal Bank of Scotland y Lloyds, amenazaron con trasladar sus oficinas centrales de Escocia a Londres en caso de un voto afirmativo. Los grandes minoristas, como la cadena de supermercados ASDA (un brazo del gigante minorista estadounidense Wal-Mart), sugirieron que la independencia llevaría a un aumento de los precios.
Mientras tanto, los líderes de los tres principales partidos en el Parlamento del Reino Unido –el primer ministro David Cameron (conservador), viceprimer ministro Nick Clegg (liberal-demócrata) y Ed Miliband (laborista)– se unieron, dos días antes de la votación, para poner en marcha una “compromiso” conjunto en la primera página del periódico de masas Daily Record, de tendencia laborista. Prometía mayores poderes para el Parlamento escocés y la protección del Servicio Nacional de Salud en Escocia en el caso de un voto “No” mayoritario.
Esta medida para crear pánico fue una gran concesión por parte del gobierno de coalición británico y sus amigos debilitados del Partido Laborista. En octubre de 2012, cuando los gobiernos escocés y británico estaban negociando la pregunta del referéndum, el gobierno conservador/liberal-demócrata en Londres rechazó la propuesta del primer ministro de Escocia, el líder del Partido Nacional Escocés, Alex Salmond, de incluir la “devolution max” (transferencia de mayores poderes para el Parlamento escocés) en la papeleta de votación. Dos días antes de los comicios, ¡Cameron, Clegg y Miliband insistían en que el No ahora significaba “devo-max”!
No hay duda que entraron en pánico. El 9 de mayo de 2013, las encuestas de opinión ponían el “No”en el 65%, el “Sí” en sólo el 26%, y la gente indecisa en un 9%. Los gobernantes de Gran Bretaña se negaron a incluir la opción de “devo-max” porque pensaban que apenas un tercio de las y los votantes apoyaría la independencia. Qué equivocados estaban.
A pesar de los grandes esfuerzos del Partido Laborista, fueron las zonas tradicionalmente de la clase obrera, votantes laboristas, las que se decantaron mayoritariamente a favor de la independencia. Los mayores resultados para el “No” se emitieron en las zonas más de clase media, las zonas rurales como el bastión liberal de las Islas Orkney (67% “No”) y los pueblos y ciudades más prósperas, como Edimburgo (donde votó el 61% en contra de la independencia).
El caso de Perth and Kinross (60% por el “No”) muestra una lección importante para el Partido Nacional Escocés (SNP en sus siglas en inglés), porque fue precisamente la aplastante victoria del SNP en las elecciones del 2011 en este territorio la que desencadenó el proceso que nos ha llevado al referéndum. Perth, la pequeña ciudad en el corazón de esta zona rural y semi-rural, ha votado SNP desde 1997, sin embargo, como algunos comentaristas políticos han señalado, mientras que la clase obrera urbana votó por la independencia en grandes cantidades (sobre todo en lugares donde la presencia de la izquierda revolucionaria es más fuerte), el SNP no pudo movilizar su propio voto de la clase media.
La clase dominante británica puede haber encontrado una escapatoria en el último minuto, pero su crisis en Escocia está lejos de terminar.
La campaña por la independencia ha sido un gran carnaval de activismo político de base, democrático, mayoritariamente de izquierdas y de clase obrera que Escocia ha visto en su vida. Ese optimismo y la creatividad no van a desaparecer ahora que el referéndum ha terminado.
Crisis del laborismo y retos de futuro
Si el voto “Sí” es, en el fondo, un rechazo al neoliberalismo y el imperialismo, es también, en términos políticos, una enorme declaración sobre la crisis del laborismo en Escocia.
A la hora de escoger entre la opción de “esperar la victoria del laborismo” en las elecciones generales del Reino Unido el próximo año o tomar el asunto en sus propias manos, cientos de miles de personas de clase trabajadora votaron en contra del laborismo.
El colapso de los votos laboristas en Escocia en 2011, seguida de su humillación en los bastiones de clase trabajadora en el referéndum, muestran que la clase obrera escocesa ya no permitirá que el Partido Laborista dé por sentado el apoyo recibido en estas áreas.
Un gran número de personas de clase trabajadora en Escocia están buscando una alternativa de izquierda para las políticas de derechas del Partido Laborista.
El movimiento independentista en los barrios de clase trabajadora ha sido impulsado por un deseo de cambio real. Puso la clase obrera y las demandas progresistas, desde oponerse a la austeridad hasta liberar Escocia de las armas nucleares, en el centro del debate.
Ahora esto debe ser la base sobre la que construir un nuevo partido de masas de la izquierda en Escocia.
Mark Brown ha participado en las campañas Radical Independence y Yes Scotland, es miembro del Socialist Workers Party en Escocia