El fatal incidente que le costó la vida a Michael Brown y que ha provocado la ira de los habitantes del vecindario mayormente negro de Ferguson, Missouri, no constituye de ninguna manera un hecho aislado, es parte de una cotidianidad violenta institucionalizada que golpea a los habitantes de las comunidades económicamente más deprimidas y marginadas del país.
“No soy una de esas personas que creen que el racismo está muerto.
Si un hombre me dice que no tiene un hueso racista en su cuerpo, él está ¡mintiendo!” Joe Reed
Tras la elección del primer presidente negro en la historia de los Estados Unidos el establishment político con la colaboración de influyentes hacedores de opinión se dedicaron a promover el discurso de la América post racial en la que el racismo y la discriminación racial eran cosas del pasado.
Se pretendía con eso borrar de un plumazo todo el horroroso historial de las relaciones raciales que han caracterizado y definido la razón de ser de los EE.UU como nación.
No pasaría mucho tiempo para que el espejismo liberal de la América post-racial chocara contra su propia realidad.
A los pocos días de haber sido inaugurada la presidencia de Barack Obama, surge el Tea Party (que muy bien puede considerarse como la facción más extrema y reaccionaria del partido Republicano), con una agenda claramente marcada por su oposición, no a las políticas de Obama, sino al ocupante y su familia.
La negritud de estos “otros” ocupando la Casa Blanca era inaceptable ya que iba claramente en contra de la ideología de la supremacía racial blanca que era la base sobre la cual se había fundado y desarrollado el imperio.
Otra manifestación de las tantas que ridiculizan la idea de una sociedad post-racial, donde la segregación racial se manifiesta en la existencia de los guetos urbanos para gente de piel oscura y las gated communities suburbanas que son habitadas exclusivamente por blancos y regularmente sus sirvientes de color, se dio en el Estado de Alabama durante las elecciones de medio término en el 2010.
En esa ocasión los republicanos en base a una estrategia conocida como, GOP Alabama State Victory Plan 2010, valiéndose de la repugnancia del 88% de los votantes blancos hacia el presidente Obama arrasaron con el dominio de la legislatura estatal ejercida por el partido Demócrata.
La estrategia utilizada por los republicanos consistió en nacionalizar la elección poniendo en el centro de la misma la imagen del presidente Obama. La campaña fue muy sutil, pero efectiva.
No hubo necesidad de referirse explícitamente en términos raciales, el solo nombre de Obama fue suficiente.
Un legislador blanco del partido Demócrata dijo: “La gente no estaba votando en mi contra en el 2010, estaban votando contra ese hombre negro en la Casa Blanca”.
“Fueron muy específicos a cerca de eso, solo que no se refirieron a él como a un hombre negro”, añadió el legislador. Otro legislador republicano dijo lo siguiente: “Cualquiera que niegue que la impopularidad de Obama, en Alabama, no ayudó a que los republicanos llegaran al poder simple y sencillamente no está siendo sincero”.
No hay duda que el presidente Obama ha sido el blanco perfecto sobre el que se ha desplegado todo el odio racial, unas veces sutil y otras descaradamente, vigente no solo en las estructuras del poder político y económico sino además entre la mayoría de la población blanca estadounidense.
Claro que muchas veces se ha intentado presentar o disfrazar la oposición/odio hacia Obama como una reacción a sus políticas, pero contradictoriamente, las políticas del presidente están, en todos los planos, a tono con las del establisment blanco que ocupa todas las instancias del poder en los EE.UU.
Por lo tanto se hace imposible aceptar esa falsa narrativa que pretende crear la impresión de una sociedad que paso a paso se ha ido deshaciendo del ignominioso lastre del racismo, pues cada vez los numerosos hechos cotidianos demuestran que no es así y que la institución del racismo está allí asomando su cabeza por todas partes.
Ahora vayamos a Ferguson, el gueto negro en Missouri. Lo sucedido allí, la ejecución a quema ropa de un joven negro de 18 años de edad por un agente del orden, no fue un simple acto de un buen policía blanco confrontando a un peligroso criminal negro que ponía en riesgo su vida.
Por mucho que la versión oficial de las autoridades intente ofuscar la realidad de los hechos, todas las evidencias apuntan a un crimen de odio racial.
Porque, ¿cómo explicar el hecho de un sujeto negro desarmado que no opuso resistencia y de un policía blanco investido de todo el poder de la ley que le dispara en sucesión seis balas a quema ropa?
Definitivamente aquí no hay lugar para suavizar la naturaleza del crimen, fue un crimen originado en el racismo institucionalizado, en el odio hacia el otro, el negro, el latino, ambos vistos como amenaza al orden que protege el “American Way of Life”, es decir los privilegios de la clase racialmente superior y que esta entrelazado con el concepto del “Excepcionalismo” estadounidense, al que el mismo Obama fervorosamente se apega y presenta como característica esencial de la supremacía de los valores de la cultura estadounidense.
El fatal incidente que le costó la vida a Michael Brown y que ha provocado la ira de los habitantes del vecindario mayormente negro de Ferguson, no constituye de ninguna manera un hecho aislado, es parte de una cotidianidad violenta institucionalizada que golpea a los habitantes de las comunidades económicamente más deprimidas y marginadas del país.
Es una prueba contundente de la represión violenta sistemática empleada por el Estado en contra de las minorías de color que constantemente son acosadas, intimidadas, encarceladas y asesinadas, perpetuando la represión histórica de negros y otros de piel obscura desde el barbarismo de la esclavitud y el exterminio de los nativos americanos hasta la supuesta resolución con el movimiento por los Derechos Civiles.
El levantamiento del gueto de Ferguson propiciado por la naturaleza del incidente de claras connotaciones raciales, provocó la reacción inmediata de las autoridades, quienes no dudaron un momento en movilizar a las calles del vecindario a toda su fuerza represiva para restaurar el orden.
El despliegue y la actitud violenta de estas fuerzas policiales altamente militarizadas, con atuendos, armas y vehículos blindados, nos trajo a la memoria la presencia intimidatoria y letal de las fuerzas militares estadounidenses en las zonas de guerra de Iraq y Afganistán en donde actuando bajo la premisa de restablecer el orden internacional que el imperio busca mantener a toda costa, han reprimido, intimidado y asesinado con total impunidad y soberbia a sus habitantes considerados como seres inferiores, “hajjis” y “sandniggers”, que lo único que entiende es la fuerza bruta y el plomo.
La réplica de este escenario en Ferguson, ahora transformado en una zona de guerra en suelo estadounidense, no es obra de las coincidencias, es el resultado de una estrategia planeada con anticipación por el gobierno para mantener el control, por medio de la represión violenta, en aquellas áreas consideradas como focos de descontento y potenciales disturbios, sobre todo ahora que están siendo brutalmente golpeadas por las antipopulares medidas económicas dispuestas por la elite gobernante blanca que están generando mayor pobreza y marginalización entre las clases históricamente más desposeídas y criminalizadas en los EE.UU, es decir “niggers” y “browns”.
En Ferguson, el mundo ha visto con estupor como las fuerzas policiales y comandos militarizados como el SWAT, compuestos en su mayoría por personal blanco con experiencia militar en zonas de combate como en Iraq y Afganistan, están actuando como fuerzas de ocupación, reprimiendo con violencia a sus propios conciudadanos a quienes se supone deberían proteger, pues son ellos quienes con sus contribuciones pagan sus salarios.
Pero esto es solo una suposición, ya que en la realidad estas fuerzas represivas han sido creadas e indoctrinadas para la defensa de las estructuras de poder que privilegia los intereses de clase de la elite blanca dominante y considera como enemigos a aquellos grupos o clases que por sus características raciales y su condición de excluidos son vistos como un peligro que amenaza el orden establecido desde el mismo origen de la nación.
En estos días de turbulencias y conflictos mundiales exacerbados por la injerencia imperialista que busca mantener su supremacía hegemónica en todos los órdenes y rincones del planeta, Ferguson sobresale como como una muestra palpable de la capacidad de resistencia de su gente ante el enemigo de clase que históricamente lo ha criminalizado y violentado, pero también es una muestra palpable, un ejemplo para el pueblo estadounidense de lo que el imperialismo en su alocada carrera por permanecer vigente es capaz de hacer, aun en su propio suelo.
Pero a juzgar por las reacciones de la mayoría de la gente ante todo lo experimentado en los últimos días en Ferguson, parece que nada hará cambiar su opinión, pues al fin y al cabo el sistema funciona de acuerdo a sus expectativas de seguridad y privilegios.
Publicado por La QnadlSol
USA.