Pablo Gonzalez

Más de tres años de guerra contra el terrorismo


Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)

Con el despliegue terrorista en Irak, que indujo a bombardeos estadounidenses y a elegir un nuevo primer ministro, la disputa entre Irán y Arabia Saudita se empina en el ápice de las confrontaciones en la zona y pareciera ensombrecer la tragedia Siria de una guerra contra el terrorismo que lleva más de tres años. 
Precisamente, la Monarquía Saudita es uno de los principales responsables del resurgimiento del terrorismo en la región. 

A partir del plan de derrocar al gobierno Sirio, la situación se escapó de las manos y Arabia Saudita es la nación que ha tenido la batuta porque tiene dinero a raudales y sin que nadie fiscalice su uso. Justo cuando el conflicto en Siria tendía a la disuasión a través de esfuerzos negociadores, principalmente de Irán, Rusia y Estados Unidos, la industria del terrorismo con fachada ISIS se posiciona en zonas estratégicas en Irak.

La sincronía es asombrosa y cuesta creer que es pura casualidad. El termocéfalo primer ministro Israelí B.N. también vio su oportunidad para entrar al panteón de los héroes sionistas y con esa ayuda del ISIS en Irak, más al apoyo Saudita, se lanzó a liquidar a Hamas, en el mantra del “ahora o nunca”. Aunque lo de Hamas es un trágico pretexto. 

La operación mayor de Estados Unidos y en la que Israel es su principal aliado, consiste en recuperar el tiempo perdido de los 10 años de ocupación en Irak, y reposicionarse para los proyectos pendientes de derribar los gobiernos en Siria e Irán, el gran sueño y diseño neoconservador del equipo de George W. Bush, al que Barack Obama le comienza a rendir pleitesía sin hacer nada que demuestre lo contrario.

Arabia Saudita cada vez más aislada políticamente, hizo boicotear la última conferencia de paz sobre Siria a comienzos de este año, presionando para que Irán no participe, desviando la atención del principal objetivo que era detener la guerra. Por cierto, Arabia Saudita mantiene su apoyo para que la guerra continúe hasta que el gobierno Sirio sea derrocado. 

Para la corona Saudita y para los neoconservadores repartidos en las capitales poderosas de la Unión Europea, el desaparecimiento de Bashar al-Assad del mapa político sería el hecho significativo que gatillaría fenómenos completamente nuevos dentro y fuera de Siria. Todo lo demás ya se ha intentado, fundamentalmente impulsar guerra y terrorismo.

La crisis Siria obliga a hacer un esfuerzo extra para encontrar una línea argumental y ver si existe coherencia en un proceso que aún parece inexplicable. Especialmente preocupante es identificar a los responsables principales que por más de tres años han intentado derrocar un gobierno en Siria con un evento bélico descontrolado y usando principalmente al terrorismo.

 Al observar el tema, la contracción analítica de un binarismo de buenos y malos es patética. Los medios acoplados al intento de destrucción del estado Sirio comparten una responsabilidad demoníaca en ese simplismo. 

La avalancha mediática contra el gobierno Sirio no cede, pero ha sido derrotada en varios frentes y la mejor demostración es la tragedia de Irak que fue diezmado por la ocupación y al final parecía ser el eslabón más delgado en la lucha contra la injerencia estadounidense. 

Esos medios forman parte del aparato operacional de ese gran capital internacional corporativo que ha movido los hilos en forma ágil pero negligente para derrocar un gobierno que ha enfrentado al terrorismo alimentado por ese mismo capital.

El papel de las corporaciones transnacionales y la institucionalidad que las respaldan, no escapa a la responsabilidad de haber contribuido al actual estado de situación en Siria, especialmente en la batalla corporativa por posicionarse en zonas estratégicas.

 El modelo de estados de excepción estará siempre incubándose para que los países de la Alianza Transatlántica consoliden el proyecto de formar un “gran medio oriente” previsible y controlable, para los criterios de globalidad sólo manejables desde el mundo corporativo del capital transnacional.

La coalición de oposición al gobierno Sirio fracasó en su intento en derrocar a Bashar al -Assad y asimismo han fracasado los países que la apoyaron. 

Lo más absurdo en las últimas informaciones, es la postura de la anterior secretaria de estado Hillary Clinton, en el sentido de que la administración de Barack Obama cometió un error en no haber derrocado antes al presidente Sirio, precisamente, el jefe de estado que ha liderado el combate al terrorismo en su país por más de tres años y que ha significado un ejemplo para la región. El tema en sí mismo debe ser materia de reflexión para políticos y analistas.

La doctrina neoconservadora en Estados Unidos consiste en impedir que surja un poder que antagonice a Estados Unidos, sobre todo en lugares estratégicos. Ese predicamento sirvió para invadir Irak en 2003. Siria se atrevió a oponerse y ha remecido el escenario político mundial resistiendo la injerencia extranjera. La guerra en Siria ha sentado precedentes por el uso del terrorismo para derribar un gobierno sin que la comunidad internacional haya expresado voluntad política para detenerlo. 

Después de tres años de operaciones bélicas, el mundo ha sido testigo de la peor catástrofe inducida en la región por vía del terrorismo y gran parte se encuentra en estado de excepción.

El estado de excepción ha sido la tónica en el mundo post colonial para formar repúblicas bajo un modelo todavía en estado teórico de una democracia concebida desde la perspectiva de las repúblicas occidentales desarrolladas. La alianza formada para atacar a Siria abrió un surco a una mayor militarización y sobre todo a la nuclearización de las aspiraciones de protección y seguridad en la región. 

Esta es la paradoja. Se articuló un plan para derrocar un gobierno y destruir la institucionalidad de una nación porque no era aliada a un polo de poder y de paso casi se destruye un estado y se propaga la inestabilidad en la región.

Lo que observamos es un cuerpo de hitos de un período en que las reglas del juego en política internacional han sido radicalmente distorsionadas para hacernos creer que los viejos problemas arrastrados desde antiguas colonizaciones en la zona del Medio Oriente, el Golfo Pérsico y los países árabes, estaban superados. Siria y los 40 meses de guerra, es claramente un reflejo del estado de situación en el actual orden mundial, si se le pudiera llamar así al escenario observado. 

Para dilucidar absurdos como el continuo apoyo de Estados Unidos y sus aliados al derrocamiento del gobierno en Siria, la renovada criminalidad del Estado de Israel con el pueblo Palestino y el bombardeo de Estados Unidos a zonas controladas por la industria terrorista del ISIS en Irak, se hace perentorio visualizar estos fenómenos como una de las crisis más graves del estado liberal en el plano internacional. La de 2008 era la crisis financiera del sistema que era demasiado grande para caer definitivamente. 

Sin embargo, con lo que sucede en el oriente medio, más lo de Ucrania en donde están enfrentados directamente Rusia con la Alianza Transatlántica, se observa con mayor claridad que ahora es el sistema político de gobernanza global el que puede caer. 

Debido a la mayor interdependencia entre naciones y regiones, hoy es más viable que antes que se desate una desestabilización política generalizada y aumente la incertidumbre acerca de las reglas del juego en las relaciones internacionales.

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