Pablo Gonzalez

La niñez desaparecida de Guatemala objeto de la indiferencia y el olvido


En Guatemala parece que 6,000 niños no parecen mover a la conciencia nacional, ni a la prensa mediocre muy dada a la trivialidad, ni tampoco a los medios dizque alternativos, que responden tardíamente, quizá apremiados por el reclamo o por una interna y mísera escrupulosidad que no les deja tranquilos en su labor de periodistas.

Por Luciano Castro Barillas

Ninguno de los columnistas de los medios de comunicación tradicional de Guatemala que se alarman por un cayo muchas veces y reclaman cirugía, que emborronan cuartillas complacientes y cómplices, que sobre exponen los casos de familias bien pretendiéndoles conferir el carácter de tragedia nacional; ninguno de ellos en ocasiones muy dados al cálamo currente o a las palabras calculadas y distantes como un despreciable artículo (porque omite la realidad guatemalteca) de Carolina Vásquez Araya, más gélido y distante que las masas polares de la Antártida; uno no puede menos que hacer las cosas por su cuenta y hablar de lo que se tiene que decir y que ellos no lo dicen. 

No puede haber tragedia humana más grande que hacer de los niños víctimas, personas que por su edad, inconsciencia e ingenuidad no podían tener compromisos políticos. Ese es el peor de los crímenes: matar a un inocente.

 No digo que la tragedia Argentina durante los años de la Guerra Sucia sea menos importante, pero nada comparable a lo sucedido en Guatemala, donde hubo una guerra de exterminio étnico y cultural destinado a la destrucción de un pueblo. Solo los niños y niñas desaparecidas rondan los 6,000, más las decenas de miles de adultos desaparecidos, asesinados, exiliados, desplazados y refugiados. 

Algo que no puede ser objeto de la indiferencia, mucho menos del olvido. Sin embargo, lentamente, la lucha por la búsqueda de los desaparecidos de Guatemala ha ido perdiendo impulso y a no ser instituciones como la Asociación de Antropología Forense, la Liga de Higiene Mental y Fandegua; todo estaría donde las clases dominantes, poseedoras y reaccionarias quieren; como lo es el olvido.

 Y el motivo sea, entre otros, el país donde ocurrieron esos hechos sangrientos, sumido en la extrema pobreza donde los que están vivos, sobreviven con la básico a lo largo de una vida desesperada y sombría. En Guatemala no hay tiempo para el duelo, para el reacomodo emocional.

 Mueren diariamente, por aquí, por allá, muchas personas, vecinos, conocidos, familiares y eso ha llegado a no doler, sino a verse como normal. La causa lo es la prolongación de la carencia de democracia real en un país donde el ejecutivo está sujeto a una subordinación programática oligárquica y el presidente real lo es el presidente del CACIF.

Todo lo contrario ha sucedido en Argentina con el aparecimiento de Guido Montoya Carlotto. La misma presidenta se ocupó del tema, pero aquí no sucedería nunca con Otto Pérez Molina -actual gerente presidencial- seriamente cuestionado por ser el mando militar más importante cuando ocurrieron las masacres en el triángulo ixil.

 La noticia de Guido Montoya Carlotto recorrió el mundo y las peripecias para encontrase con su realidad y dejar su vida aparente. 

Se ha celebrado como un acto de justicia y de reivindicación, de recuperación de su dignidad, de su identidad, pero sobre todo porque se abrió para él y su familia una reparación 37 años postergados; como lo era el saber su paradero. 

En Guatemala parece que 6,000 niños no parecen mover a la conciencia nacional, ni a la prensa mediocre muy dada a la trivialidad, ni tampoco a los medios dizque alternativos (aunque patrocinados por George Soros, el gran agresor de Siria con el dinero otorgado a las bandas terroristas), que responden tardíamente, quizá apremiados por el reclamo o por una interna y mísera escrupulosidad que no les deja tranquilos en su labor de periodistas.

Debe relanzarse, replantearse en Guatemala la lucha en la búsqueda de los niños y niñas desaparecidos. Para encontrarlos vivos o muertos, pero al final, encontrarlos. 

Hay no sólo una deuda histórica con ellos, hay sobre todo una deuda con la dignidad humana. 

Pues estando el sistema de justicia ahíto de porquería se hace casi imposible ir por la caza y castigo de los criminales responsables. 

Todo ese bestiario sigue vivo y malvado en su ancianidad. Perpetradores que siguen impunes por el apaño ilimitado de los poderes fácticos de un país que no encuentra el rumbo y camina, peligrosamente, al filo del abismo.

 No vivamos exclusivamente para nosotros mismos, demos nuestro aporte ciudadano para encontrar a los niños y niñas desparecidos, con nuestros propios enfoques, con el apoyo a quiénes ya lo hacen, porque lo que se hace por instituciones progresistas o científicas es importante, aunque insuficiente, dado la indiferencia ciudadana.

Publicado por LaQnadlSol
USA.

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