Pablo Gonzalez

Antesala del Moncada

El chalet de Santa Elena tras su restauración. Foto: Carlos Cánovas

“Yo creo que Santa Elena es la antesala del Moncada, porque fue el último lugar donde se hicieron las prácticas… fue donde verdaderamente se preparó a la gente para la acción”. Oscar Alcalde Valls, 4 de marzo de 1982

La restauración permitió reabrir el museo sin afectar la producción de las áreas agrícolas de la finca. Foto: Carlos Cánovas

Nueava paz, mayabeque.— Por estos días el pueblo de Cuba rememora, con mayor ímpetu, los principales hechos ocurridos en los gloriosos días de julio de 1953. Los jóvenes de la Generación del Cen­tenario, dirigidos por Fidel Castro Ruz, se organizaban para impedir que murieran las ideas libertarias del Apóstol, y los mejores hijos de Mayabeque apoyaban resueltamente ese movimiento.

Fueron ejemplo de valor, altruismo, dedicación y desinterés personal, por lograr una Patria soberana. Los de Nueva Paz, en par­ticular, ocuparon un lugar decisivo en ese empeño. Fidel preparaba a los compañeros de lucha con la finalidad de enfrentar y derrotar la sangrienta tiranía de Batista. Habane­ros, pinareños, artemiseños y mayabequenses, entre otros territorios, desempeñaron un importante papel.

Transcurría el mes de junio. Fidel buscaba un lugar seguro para las últimas y más importantes prácticas de tiro y de comando, que garantizaran el éxito de las futuras acciones. Mario Hidalgo-Gato tenía la encomienda de localizar un sitio en la localidad donde vivía, y el día 15 le propone su finca Santa Elena, en Nueva Paz. De inmediato Fidel, acompañado de Oscar Alcalde, la recorre y dice: “El lugar está tremendo”.

Al regresar a La Habana encomienda a Ernesto Tizol visitarla y precisar los detalles. Viaja el 17 a Los Palos y se le unen Hidalgo-Gato, Rolando Guerrero y Tomás David Ro­drí­guez. Por la noche se hospeda en el hotel El Louvre. Al día siguiente continúa la misión; selecciona la parte más ancha de la Cañada de Los Quesos, pues sus paredes servirían de receptor, amortiguaría el eco de los disparos y podrían concentrar varios tiradores. Existían dos claros con abundante vegetación y un robusto mamoncillo donde alinearían los órganos de puntería y ubicarían blancos y dianas.

Vuelve Fidel el 21 de junio en compañía de más de 60 hombres, según testimonia Oscar Alcalde, se reúne con ellos debajo de una guásima y explica cómo desarrollarían los entrenamientos, enfatizando en la discreción para mantener en secreto esta labor revolucionaria. Así comenzaron las prácticas los domingos dirigidas por él; después ampliaron los días bajo las instrucciones militares de Tizol, Pedro Miret Prieto y José Luis Tassende.
Agustín Díaz Cartaya tuvo a su cargo la reapertura del museo de la Finca Santa Elena. Foto: Carlos Cánovas

Finca, casa, cañada, mamoncillo… tienen el honor de haber servido de antesala a los acontecimientos del 26 de Julio en Santiago de Cuba y que dejaran sus huellas hombres de la talla del Comandante en Jefe, Raúl, Almeida, Abel, Oscar Alcalde, Jesus Monta­né, Bo­ris Luis Santa Coloma, Armando Mestre, Ñico López, Ca­lixto García, Agustín Díaz Cartaya, autor de la Marcha del 26 de Julio, casi todos los integrantes de las células de La Habana y por supuesto, de Nueva Paz, Los Palos y Vegas.

SALDANDO UNA DEUDA CON LA HISTORIA

El frondoso algarrobo, mecido por el aire, cubre con su espacioso manto a los jóvenes que asaltarán la segunda fortaleza de la tiranía batistiana. Fidel está al frente. Las aves intercalan su alegre canto con las palabras conspiradoras del líder. A lo lejos se escucha a un labriego conduciendo su yunta de bueyes. Poco después, en la cañada, a 300 metros de allí, los disparos de las armas calibre 22 im­pactarían el tronco de un empinado ma­moncillo.

Esos pudieron haber sido dos momentos de lo ocurrido en la Finca Santa Elena, poco antes del 26 de Julio de 1953. Pero desde mayo del presente año, 61 años después, los sonidos fueron otros: la sierra cortando madera, el golpear de los martillos, un bulldozer allanando el camino de acceso y los directivos dando sus orientaciones, al pie de los mismos árboles.

Se trataba de una obra trascendental, necesaria, con apego a la arquitectura original que, según aseguran, saldó una vieja deuda con la historia. Por eso tanto amor en el esfuerzo y cada acción constructiva desarrollada en aquel apartado paraje del Consejo Popular Los Palos, en Nueva Paz.

COMO EN JULIO DE 1953
El sitio histórico Finca Santa Elena y otros puntos asociados a los hechos del 26 de Julio en la localidad de Los Palos en el municipio de Nueva Paz, en Mayabeque. Foto: Carlos Cánovas

La transformación fue total. Nada quedó al descuido. El chalet de la familia de Mario Hidalgo-Gato, el camino de acceso, la palmichera utilizada por la Generación del Centenario para esconder los fusiles; la cañada, el área de los ejercicios de comando y el apeadero Los Que­sos, donde bajaron algunos de los valerosos revolucionarios, quedaron como antaño.

Tampoco escaparon a la acción constructiva el hotel El Louvre, donde se alojó Ernesto Tizol; la estación de trenes, desde la que partió Manuel Isla hacia la inmortalidad y el cementerio donde yacen este último y Her­minio Rivera, el patriota insigne de Nueva Paz.

Del proyecto ofreció pormenores Ada Brito Ruiz, subdirectora general de infraestructura e inversiones del Consejo de la Ad­minis­tra­ción Provincial de Mayabeque, a cargo de las obras. “Incluimos viviendas e inmuebles estatales del casco histórico de Los Palos, en cuyas labores de remozamiento participó la población.

“El primer encuentro organizativo —precisó— lo hicimos el 11 de enero de este año y en él estuvieron representantes del Partido, la Asamblea, el Consejo de la Administración del municipio, Cultura, las empresas Eléctrica y Forestal Integral de Mayabeque”.

La reconstrucción del chalet la hicieron los obreros de esta última entidad, quienes aprendieron cómo restaurarla sobre la marcha y los resultados son dignos de reconocimiento. Se hizo prácticamente nueva, tabla por tabla, y las tejas debieron quitarse con extremo cuidado para limpiarlas, darles pintura y situarlas nuevamente.

Jorge Luis Quiñones Rojas, jefe de la brigada, habló del reto puesto en sus manos. “Normalmente fabricamos muebles. Por eso rehacer esta casa, respetando su arquitectura original, fue algo extremadamente difícil. Y digo rehacer, porque estaba en muy malas condiciones. Pudimos salvar poca madera”.

EL PUNTO DE PARTIDA
Un mural recuerda los hechos del 26 de julio y sus protagonistas. Foto: Carlos Cánovas

“La idea de rescatar aquel sitio de gran trascendencia histórica está presente desde hace algún tiempo, y pienso que influyó un trabajo publicado en el periódico Mayabe­que, en julio de 2013”. Así lo afirma Mario Eduardo Hidalgo-Gato Lima, hijo de Mario Hidalgo-Gato quien, a riesgo suyo y de su familia, acogió en la Finca a los que se disponían a cambiar el estado de cosas en Cuba. “Poco después nos visitó la dirección del Partido en la provincia y comenzó a materializarse la restauración de las diferentes áreas”.

Asegura Edy, como lo llaman todos, que el chalet, la palmichera y demás construcciones quedaron como eran originalmente. “Seguí cada detalle y debo reconocer que mejor es difícil hacerlo. Trabajaron con rigor y calidad. Hubo una etapa en la cual existió un museo en parte de la casa, mientras la otra seguía como alojamiento de los obreros agrícolas. Ahora, por fin, se logró el objetivo de transformarla en un magnífico museo, sin dejar de producir en sus tierras”.

Con el rescate de las edificaciones de la Finca Santa Elena los mayabequenses, en efecto, saldaron una deuda con la historia. La obra, además, constituye el mejor homenaje a los héroes y mártires del Moncada.

SANTA ELENA MONUMENTO NACIONAL

El 19 de julio de 1953 el silencio volvió a aquellos parajes. Ese día realizaron las últimas prácticas de tiro los jóvenes de la Ge­neración del Centenario, antes de partir a las acciones del 26 de Julio.
De la hoy restaurada estación de trenes partió entonces Manuel Isla hacia el Moncada. Foto: Carlos Cánovas

En igual fecha, pero 61 años después, el sitio fue declarado Monumento Nacional por su importancia histórica excepcional, testimonio relevante de la lucha armada en nuestra Patria. Allí, señala la resolución de nombramiento, se unen hechos de la contienda independentista con la epopeya del Mon­cada.

Con la presencia de Agustín Díaz Cartaya, creador de la Maecha del 26, se dio a conocer la declaración que corona los largos meses de intensa labor reconstructiva. En la reinau­guración de la Casa Museo el moncadista expresó: “Ayer vine a los entrenamientos y hoy vuelvo para declararlo Monumento Na­cional”.

Como parte de la celebración se reconoció a las empresas, organismos y entidades que hicieron posible el rescate de los inmuebles, el campo de tiro y otros lugares afines a los moncadistas en Santa Elena; especialmente la brigada de carpinteros de la Empresa Forestal Integral y al artista Rogelio Fundora Ybarra, autor de una obra escultórica donde resume los hechos y personajes asociados a la efeméride.

Santa Elena tuvo el privilegio de contribuir considerablemente a la preparación militar del grupo de combatientes que encabezaron la lucha en el llano y la Sierra Maestra, y más tarde lograra la definitiva independencia de Cuba, con el luminoso sol de la libertad del Primero de Enero de 1959. Hoy es un sitio para perpetuar la memoria y continuar hacia el futuro con la misma certeza del triunfo.

Agradecimientos al 
periódico de Mayabeque






http://www.granma.cu/26-de-julio/2014-07-24/antesala-del-moncada

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