Parece que ya hay fecha casi definitiva para la coronación estelar de Felipe de Borbón, el miércoles 18 de junio, día que también juega España a las 4 de la tarde su segundo partido contra Chile en el Mundial de fútbol que se celebrará en Brasil.
En plena siesta y amodorrados por el calor preveraniego, dos enfrentamientos en la cumbre, monarquía teledirigida contra república democrática y el balompié mundialista como telón de fondo. ¿Podrá el tirón de La Roja con la solemne proclamación del futuro monarca no elegido por el pueblo?
¿Es coincidencia fortuita la fijación de la fecha de la entronización real con el encuentro deportivo? ¿Qué se pretende con ello: que el acto político pase desapercibido por la furia y fiebre balompédicas o que cuanto antes sea rey el vástago de Juan Carlos pueda así estar preparado para un hipotético baño de masas y legitimidad popular en Brasil si la selección llegara a la final?
No iríamos muy desencaminados si pensáramos que el momento elegido para dimitir por Juan Carlos de Borbón, con la anuencia y connivencia explícitas de Rajoy y Rubalcaba, estuviera relacionado con la cuestión futbolística.
El fútbol marea, obnubila y arrastra a las masas de manera colosal. No sería la primera vez que sirviera de tapadera para esconder agudas problemáticas sociales y decisiones políticas de gran calado. El franquismo lo utilizó con profusión y enorme éxito como entretenimiento predilecto para que el pueblo llano se olvidara de la realidad social que le embargaba cotidianamente.
Este tipo de acontecimientos lúdicos hacen enmudecer la crítica política de la inmensa mayoría. Nada sucede por casualidad. ¿Por qué tanta celeridad en realizar una sucesión a la carrera? ¿Por qué no convocar un referendo que pudiera avalar la candidatura monárquica del pretendiente Felipe frente a la opción republicana? ¿No están completamente seguros del resultado final las elites ni el PP ni el PSOE?
Es verdad: lo llaman democracia y no lo es. Los privilegiados solo aceptan el juego democrático cuando ganan los suyos. En este caso, las encuestas y sondeos a los que no se da publicidad deben ser muy negativas para que no se atrevan a exponerse al voto del pueblo. Entrarían en lid sus prebendas y privilegios personales.
A pesar de las chabacanas muestras de afecto y cariño interesado de sus huestes furibundas, la monarquía es una institución antediluviana y anacrónica. El rey abdicante, además, ha tenido un proceder público (no queremos entrar en el terreno estrictamente privado) que deja mucho que desear. Amigo de dictadores de toda laya, principalmente del monarca de Marruecos y de los sátrapas de Arabia Saudí, Qatar, Kuwait, Bahrein y los Emiratos Árabes Unidos.
Su amistad y hermanamiento con esos dictadores ha traído pingües beneficios a las principales multinacionales españolas que cotizan en el prestigioso índice bursátil Ibex 35. Y, según el New York Times, hace 39 años el monarca comenzó su reinado con lo puesto y ahora se le atribuye una fortuna de 2.300 millones de euros. ¿Dónde y cómo se ha hecho tamaño peculio personal y familiar?
Juan Carlos de Borbón deja una estela de enigmas innumerables, que han sido silenciados ahora y siempre por sus paniaguados dirigentes del PP y el PSOE, muchos de ellos recostados en pensiones millonarias vitalicias y en sinecuras de alto standing dentro de consejos de administración de punteras empresas españolas e incluso de ámbito internacional.
La casta nacida en la transición le debe mucho a la monarquía, por eso divinizan al rey, su señor benefactor y símbolo de su opulencia antidemocrática.
Si la movilización popular a favor del referéndum y de la república no lo remedia, el 18J habrá dos opciones alternativas, fútbol o monarquía.
¿A cuál se apuntará usted? En realidad, ambas son la misma cosa: adormidera mortal para el pueblo llano.
http://www.diario-octubre.com/2014/06/03/18j-dos-partidos-muy-diferentes/