Pablo Gonzalez

De cómo los rusos ayudaron a Cantiflas


Walter Ego//

No abundan los rusos en México. Hacia el año 2010, según datos del Instituto Nacional de Estadística y Geografía, apenas si constituían el 0.3 % de los extranjeros radicados en tierra azteca.
Registros del 2012 del Instituto Nacional de Migración fijaban en mil 453 personas el número de rusos en el país. Las cifras pueden parecer desdeñables, no así los puentes que la historia y la cultura han tendido entrambas naciones.

La presencia rusa en México está vinculada de modo distintivo a la existencia de la desaparecida Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS). A principios de los años noventas del pasado siglo, las penurias económicas derivadas de la desintegración de la potencia comunista propiciaron la llegada a México de hombres y mujeres provenientes de Rusia y de otras ex repúblicas soviéticas; muchos décadas antes, la revolución bolchevique de 1917, que daría pie a la fundación de la URSS, había sido el detonante para el arribo a México de cientos de exiliados provenientes de la geografía del Imperio zarista, algunos de los cuales intervendrían de manera significativa en la conformación del rostro del cine mexicano.

En 1923 arribó al puerto de Manzanillo, estado de Colima, el ruso Gregor Ivanoff con su esposa Ana Zukova y sus tres hijas: Olga, Valentina y Tamara. Ivanoff estableció en México la Carpa Valentina, insertada en la tradición del teatro popular mexicano, de la que también formaba parte como escritor su yerno Stanislav Shilinsky, de origen lituano, casado con Olga.

Con el tiempo Shilinsky integraría junto con Manuel Palacios Sierra la dupla cómica de “Manolín y Shilinsky”, la cual alcanzaría gran popularidad durante la llamada Edad de Oro del cine mexicano con películas ligeras rebosantes de humor blanco y giros argumentales resueltos con ingenio y en las que la pareja (tan dispareja como la de Stan Laurel y Oliver Hardy) hacía gala de sobresalientes habilidades musicales, al punto de que hasta la fecha sus actuaciones nos resultan divertidas.

A los méritos de Stanislav Shilinsky como artista cabe sumarle otro no menos trascendente: hacia 1929, cuando aún formaba parte de la Carpa Valentina ayudó a un joven de apenas 18 años, recién incorporado al grupo, a perfeccionar su estilo de comediante. Cuentan que un día, presa de pánico escénico, aquel joven llamado Mario Fortino Alfonso Moreno Reyes, comenzó un monólogo incoherente y exuberante que provocó que un espectador le gritara molesto “¡Cuánto inflas!”, injuria que desde entonces el novel actor asumiría, apocopada, como el alias que lo inmortalizaría: “Cantinflas”. La historia, que se presume falsa, es parte ya de la leyenda de Mario Moreno; el aporte de Shilinsky a la formación del cómico es una certidumbre que se conoce menos.

Las vidas de Cantinflas y de Shilinsky se entrelazaron definitivamente cuando el mexicano se casó el 27 de octubre de 1934 con Valentina Ivanova y Zukova, otra de las hijas del exiliado Gregor Ivanoff; su relación, sin embargo, se proyectó más allá del ámbito familiar: al abandonar Cantinflas la Carpa Valentina, descontento por la negativa de su suegro de aumentarle el salario, Shilinsky se fue con él.

En 1936 se produce el debut de Mario Moreno en el cine con la película “No te engañes, corazón”, en un pequeño papel sin relación alguna con el personaje de Cantinflas. Sería hasta el siguiente año que asumiría un rol protagónico en la cinta “¡Así es mi tierra!”, dirigida por Arcady Boytler, un director de origen ruso que había abandonado su tierra natal en la convulsa época de la revolución de 1917.

Luego de un periplo por diferentes países –Alemania y Chile entre ellos–, Boytler llegó en 1931 a México donde coincidió con Serguéi Eisenstein. Incluso tuvo una participación como extra en el episodio Fiesta de “¡Qué viva México!”, la cinta inconclusa del genio letón. Boytler, conocido como “el gallo ruso”, es considerado uno de los extranjeros que impulsó el desarrollo del cine mexicano gracias a la docena de filmes que llevan su impronta como guionista, director o productor, entre ellos dos de Cantinflas: la ya mencionada “¡Así es mi tierra!” y “Águila o sol”, también de 1937, filme este último que ocupa la posición 84 en la lista de las cien mejores películas del cine mexicano, según encuesta de 1994.

Sin embargo, no serían las películas de Boytler las que llevarían a Cantinflas al estrellato, sino las realizadas por la productora Posa Films, creada a finales de los años 30 por Mario Moreno y otro cineasta ruso, Jacques Gelman, nacido en San Petersburgo en el seno una familia de la aristocracia que emigró a Alemania a raíz de la Revolución de Octubre.

Tras estudiar cine en Berlín, Gelman fundó en París una distribuidora de películas, responsabilidad que lo trajo a México en 1938 con la idea de abrir una filial. 

Aquí lo sorprendió el inicio de la Segunda Guerra Mundial, evento que lo impulsó a fijar residencia definitiva en el país; aquí se convirtió en socio de la productora Posa Films, cuyos primeros trabajos fueron varios cortometrajes publicitarios escritos por Stanislav Shilinsky y protagonizados por Cantinflas, quien terminaría por consagrarse como el “peladito” de verborrea profusa que a fuerza de decir tanto no dice nada gracias un par de filmes producidos por Gelman: “¡Ahí está el detalle!” (1940), bajo la dirección de Juan Bustillo Oro, y “Ni sangre ni arena”, del realizador Alejandro Galindo (1941), el cual sirvió para que Charles Chaplin, en su momento, llamara a Cantinflas “el más grande comediante vivo”.

Fue a instancias de Gelman que Cantinflas rodó versiones de clásicos como “Los tres mosqueteros” (exhibida en el primer Festival de Cine de Cannes en 1946) y “Romeo y Julieta”, en vano afán de internacionalizar su imagen más allá de las fronteras de Latinoamérica. 

Posa Film fue también la casa productora de “El gendarme desconocido”, dirigido por Miguel M. Delgado, película con la que se inició la extensa colaboración entre Delgado y Cantinflas, la cual concluiría, luego de treinta y tres filmes, con “El barrendero” (1981), de hecho la última rodada por el simpático yerno mexicano del ruso Gregor Ivanoff, el nativo de una tierra a la que los revulsivos de la política convirtieron en circunstancial madre nutricia de una cultura lejana.

http://sp.ria.ru/opinion_analysis/20140515/160087779.html

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