por Massimo Introvigne
1. El problema y sus orígenes referidos a la religión
Las "nuevas" religiones siempre se presentaron como particulares o extrañas a las sociedades que las rodeaban, y a menudo se sospechaba que la adhesión de los conversos no fuera realmente "libre" sino fruto de maniobras más o menos desviadas o siniestras.
Ya sobre el cristianismo de los orígenes circulaban aquellas que los sociólogos contemporáneos llamarían "historias de atrocidades".
No obstante, solamente a partir de 1800 estos temores se expresaron con referencia a la manipulación de la voluntad causada por la influencia deliberada y maliciosa de una persona sobre otra.
Ya antes de que el hipnotismo consiguiera una respetabilidad científica, el miedo social hacia el "mesmerismo" se traducía en la idea – falsa, pero socialmente difundida – de que fuera posible, de forma permanente, sojuzgar a numerosas personas a la voluntad de otros.
En el siglo pasado las innovaciones religiosas que podrían parecer extrañas y amenazantes son más de una. La mayor alarma social, en Europa – desde donde decenas de miles de conversos salen para zonas remotas de América, de los que poco se sabe – y en los mismos Estados Unidos de América, es provocada por el mormonismo – la Iglesia de Jesucristo de los Santos de los Últimos Días -, con sus ritos particulares, la pretensión de que su fundador, Joseph Smith Junior (1805-1845), haya descubierto un nuevo libro sagrado, y sobre todo, con la práctica de la poligamia.
¿Cómo es posible – se preguntan muchos – que personas aparentemente normales se conviertan a una religión tan extraña?
Toda una literatura anti-mormónica responde que no se trata de conversiones libres, sino de la sabia utilización del "mesmerismo" por parte de los dirigentes mormones. Esta literatura cree poder prescindir de una crítica religiosa de la doctrina mormónica.
Presenta más bien al mormonismo como una amenaza política, contra la cual pide la intervención del Estado. No es casualidad que cuando las polémicas contra los mormones – los cuales en 1890 renuncian a la poligamia – decrecen, el paradigma hipnótico es abandonado. Reaflorará en 1900, tampoco fruto del azar, en un contexto político.
2. Los orígenes políticos
El paradigma hipnótico reaflora para explicar comportamientos de adversarios políticos. Las ideas consideradas por ciertos intelectuales hasta tal punto extrañas que habría que excluir que hayan sido libremente abrazadas son principalmente las "fascistas" o las de "extrema derecha".
En la década de los años 20 – desarrollando ideas del psicoanalista socialista Paul Fadern (1870-1950) – varios psicólogos y sociólogos empiezan a estudiar las razones de la adhesión al nacionalsocialismo y al fascismo.
En otros términos, por un lado Wilhelm Reich (1897-1957), por otro Erich Fromm (1900-1980) y otros autores de la Escuela de Fráncfort desarrollan el concepto de "personalidad totalitaria" estimando que la propaganda "fascista" debía su éxito a la capacidad de hacer aflorar características psicológicas que proceden de la represión sexual, o bien de una educación autoritaria recibida en los primeros años de infancia.
Dos autores de la Escuela de Fráncfort, Theodor Wiesengrund Adorno (1903-1969) y Max Horkheimer (1895-1973), se refugian en los Estados Unidos de América y dirigen el proyecto de estudios sobre La personalidad autoritaria en la Universidad de California en Berkeley, que culmina en un libro con el mismo título publicado en 1950.
El estudio ejerce una influencia considerable pero también es criticado por sus prejuicios políticos, ya que considera sinónimos autoritarismo y conservadurismo y no se interesa por técnicas de persuasión puestas en práctica por ideologías totalitarias de izquierda.
Erik Erikson (1902-1994) – que había estudiado con la misma clave al nacionalsocialismo – formula, a partir de 1953, una teoría psicológica general del totalitarismo, que también tiene en cuenta al comunismo.
Mientras tanto, sin dejar de seguir con atención estos desarrollos, la CIA, la Central Intelligence Agency, había empezado a interesarse por técnicas primero nacionalsocialistas, luego comunistas, de adoctrinamiento.
El temor a que los comunistas poseyeran técnicas hipnóticas irresistibles había empezado a difundirse en Occidente con las confesiones públicas de crímenes imaginarios en los juicios de la "gran purga" realizada por Iosif Visarionovic Dzugasvill alias Stalin (1879-1953) en los años 1936-1938, y con la confesión también pública del cardenal József Mindszenty (1892-1975) en el juicio de Budapest de 1949.
Estas confesiones – efectivamente desconcertantes – podían ser explicadas, trágica pero sencillamente, con la utilización de la tortura.
El cuadro no obstante cambia en 1952, cuando un cierto número de pilotos y marinos americanos, capturados en la guerra de Corea (1950-1953), comienzan a realizar declaraciones filocomunistas por la radio.
Para la opinión pública americana de los años de la "guerra fría" era evidente que había algo inconcebible, que no podía ser explicado solamente con la tortura. Un libro publicado el año anterior, en 1951, por un presunto "periodista" – en realidad, como sabemos hoy, un agente de la CIA, Edward Hunter (1902-1978) – con el título Lavado de cerebro en la China Roja se convierte repentinamente en un bestseller.
Hunter explica que el "lavado de cerebro" – una expresión cuñada por el mismo Hunter traduciendo la palabra china hsi nao – es una técnica que literalmente permite vaciar la mente de los prisioneros para llenarla con nuevas ideas.
Esta técnica habría sido utilizada en los campos de reeducación de la China de Mao Zedong (1893-1976) a partir de 1949 en base a un manuscrito secreto del afamado científico soviético Ivan Pavlov (1849-1936). Hoy en día hay pocas dudas de que el manuscrito secreto de Pavlov nunca existió y que las obras de Hunter no fueron otra cosa que una operación de propaganda típica del clima de la década de los 50.
La CIA, por otro lado, se creía su misma propaganda, y a partir de 1953 dirigió experimentos más o menos secretos sobre el lavado de cerebro durante más de veinticinco años.
Los resultados de estos experimentos – que hoy día serían considerados ilegales y quizás ya lo eran entonces – han sido negativos.
La CIA tuvo que concluir que no es posible hacer cambiar las actitudes políticas de las personas contra sus inclinaciones naturales.
Por otra parte, el "lavado de cerebro" tampoco había funcionado durante la guerra de Corea. Menos de veinticinco americanos – de entre varios miles sometidos a los programas de "reeducación" – eligieron no volver a casa tras la guerra.
Al contrario, miles de prisioneros de guerra norcoreanos y chinos solicitaron poder quedarse en Corea del Sur o en los Estados Unidos de América al finalizar la guerra.
Si el "lavado de cerebro" existiera, cabría plantearse si no se trata, sencillamente, de la sociedad capitalista.
3. La teoría de Robert Jay Lifton
La polémica en torno al "lavado de cerebro" brinda a algunos psicólogos y psiquiatras, entre los que se encuentra Robert Jay Lifton – que no obstante consideraba ridículas las tesis de Hunter -, la ocasión para desarrollar una teoría sobre la "reforma del pensamiento", posible en teoría mediante las confesiones forzosas de culpas más o menos imaginarias y la posterior "reeducación", sin necesidad de condiciones de detención o de torturas.
El modelo originario de Lifton – que había sido alumno de Erikson – daba gran importancia a las condiciones preexistentes y a la educación recibida en la infancia: estas condiciones explicaban el por qué algunos se habían mostrado susceptibles a las técnicas chinas de "reforma del pensamiento", mientras la mayoría había resistido.
En este sentido el modelo de Lifton se diferenciaba de las hipótesis de la CIA según la cual existirían técnicas de "lavado de cerebro" aplicables con éxito a cualquiera.
4. La aplicación a las "sectas"
A partir de la mitad de los sesenta, por una compleja serie de razones, se difunden en Occidente un gran número de nuevos movimientos religiosos, que sus opositores llaman "sectas". Junto a una oposición religiosa a las "sectas", que critica sus doctrinas, se difunde una oposición de tipo psicológico y político, la cual cree – una vez más – que a ideas tan extrañas uno no pueda convertirse libremente y aplica a las "sectas" las teorías del "lavado de cerebro".
El liderazgo del naciente movimiento anti-sectas es asumido por psiquiatras y por psicológos, como Louis J. West (1924-1999) y Margaret T. Singer.
A pesar de que proclaman el modelo de Lifton – que muchos años más tarde, ya mayor, dedicará algunas palabras a su favor -, en realidad estos autores aplican a las "sectas" el modelo elaborado por la CIA, que no se interesa por los – verdaderos o supuestos – factores condicionantes e insiste en la eficacia "mágica" de técnicas capaces de manipular a cualquiera.
Las teorías anti-sectas del "lavado de cerebro" tienen un éxito efímero en la década de los setenta y en los primeros años ochenta, pero se ven posteriormente desacreditadas por la reacción – si no unánime, cuando menos mayoritaria – de los estudiosos académicos de nuevos movimientos religiosos, los cuales destacan como las denominadas "sectas" tienen en realidad un éxito menor de lo que muchos creen, y una tasa de abandono altísima, de modo que no parecen en absoluto en posesión de técnicas "mágicas" de conversión.
Un episodio importante tiene lugar en 1987 cuando la teoría del "lavado de cerebro" es criticada abiertamente por el autorizado APA, American Psychological Association, entre otras cosas con el rechazo de un proyecto de informe preparado por un comité dirigido por Singer.
A partir de la sentencia californianaFishman, de 1990, la mayoría de los tribunales americanos rechaza las teorías del "lavado de cerebro". Mucho más que en los Estados Unidos de América, los movimientos anti-sectas continúan empero siendo influyentes en Europa, donde la historia de la polémica en Estados Unidos es a menudo ignorada y vuelven propuestas de ley que intentan incriminar sinónimos del "lavado de cerebro", desde la "manipulación mental" a las "técnicas psicagógicas" (aunque la sentencia de la Corte Constitucional, que en 1981 eliminó del ordenamiento de la República Italiana el delito de plagio, hace estos caminos más difíciles de recorrer).
5. Los peligros
La lucha contra las "sectas" desencadenada en países como Francia y Bélgica – con listas absurdas de "sectas peligrosas" que van desde los quáqueros hasta movimientos católicos – muestra lo arriesgadas que son las teorías del "lavado de cerebro".
El éxito de cualquier idea religiosa – o política – que parezca inaceptable a quien propone estas teorías es inmediatamente atribuida al "lavado de cerebro", con posterior demanda de medidas represivas.
No cabe duda de que en ciertos nuevos movimientos religiosos – no en todos – hay casos de malos tratos, de amenazas, de abuso del estado de debilidad de menores o de personas incapaces de entender y de querer, o bien la puesta en práctica de estrategias de persuasión que, de suyo lícitas, se tornan ilícitas por el objeto: por ejemplo, cuando los fieles son inducidos al suicidio o a cometer actos de terrorismo.
En estos casos – que naturalmente se verifican también fuera de las religiones – la aplicación atenta de las normas existentes del derecho penal común es deseable y necesaria, sin que por ello sea necesario ni oportuno crear nuevos "delitos de secta" o incriminar la fantasmagórica y elusiva "manipulación mental".
Por último, las teorías del "lavado de cerebro" constituyen – además de toda consideración de tipo técnico – una de las múltiples facetas del moderno relativismo.
Opinan que las elecciones no se dividen en buenas o malas, sino en libres o no libres. Una vez eliminadas las elecciones erróneas como pseudo-elecciones no libres, todas las opciones libres pueden ser declaradas como buenas.
Una elección, en cambio, puede ser a la vez substancialmente libre – ciertamente condicionada, pero no determinada por factores e influencias externos – y errónea o inmoral: es lo que el cristiano llama pecado.
Si se renuncia a este principio de responsabilidad, en el que se fundamenta el trabajo de los tribunales y de los confesionarios, el hombre es reducido a un robot que no actúa sino que "es actuado" por otros.
Para consultar: Massimo Introvigne, Il lavaggio del cervello: realtà o mito?, Elledici, Leumann (To) 2002.
Se hallarán documentos e indicaciones sobre la bibliografía científica – preponderantemente en lengua inglesa – en el sitio Internet del CESNUR, el Centro Studi sulle Nuove Religioni www.cesnur.org.