Pablo Gonzalez

Che: El camino del fuego


En El socialismo y el hombre en Cuba, el Che hace una confesión: Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor. 

Por su modestia personal no podía declarar que ya había alcanzado el título de revolucionario auténtico y era admirado tanto en Cuba como en otros países. 

Se le reconocían sus méritos como combatiente guerrillero ejemplar, estadista brillante y líder paradigmático ante las masas. 

Su capacidad de sacrificio, su amor inconmensurable al trabajo y su sentido ético ante la vida lo convirtieron en el prototipo del hombre nuevo de la sociedad socialista. 

Considerando que el ejemplo personal era la primera cualidad que debía imponerse un dirigente revolucionario, situó el concepto del trabajo voluntario en un lugar cimero dentro del conjunto de sus ideas revolucionarias. 

Fue capaz de darle un toque de ternura para humanizarlo, y tomándolo como un símbolo sembró su semilla en el límite de lo poético.

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