En unos pocos días, Libia conmemorará el tercer aniversario del levantamiento que, con la ayuda de los bombardeos de la OTAN, terminó con el régimen de Muamar Gadafi.
Sin embargo, hay en estos momentos en Libia muchas personas que no lo celebrarán y que sentirán el dolor de las pérdidas a medida que se acerque el aniversario.
El 17 de marzo de 2011, el Consejo de Seguridad de la ONU aprobó la resolución 1973, que imponía una zona de exclusión aérea sobre el territorio libio para proteger a los “civiles” que se levantaron contra Gadafi.
La resolución autorizaba a todos los miembros de la ONU a utilizar todos los medios a su alcance para imponer dicha zona de exclusión, lo que suponía, de hecho, declarar la guerra a Libia.
Dos días después, los aviones de la OTAN volaban sobre Libia para imponer la zona de exclusión aérea, lo cual requería en primer lugar neutralizar las defensas antiaéreas libias mediante una serie de ataques por todo el país.
En total, la OTAN lanzó casi 10.000 ataques y arrojó más de 7.000 bombas de precisión guiadas por láser contra los denominados objetivos militares “legítimos”.
Sin embargo, muchos de esos ataques y armas avanzadas mataron a docenas de civiles en, al menos, cinco ciudades libias, sobre todo en la zona occidental del país.
El 8 de agosto de 2011, en el pueblo de Mayer, 160 kilómetros al este de Trípoli, 34 personas, incluyendo mujeres, niños y bebés, perdieron la vida cuando los aviones de la OTAN bombardearon el complejo residencial de Ali Hamid Gafez, donde vivían su familia, parientes y otras familias desplazadas por la guerra.
En Sirte, 450 kilómetros al este de Trípoli, otro ataque aéreo de la OTAN mató a un bebé de 15 meses, tres mujeres y otros tres niños. La familia estaba en su casa el 25 de septiembre de 2011, cuando cayeron las bombas.
En mi ciudad natal, Bani Walid, cinco miembros de la familia Jfara fueron asesinados mientras dormían, cuando los aviones de combate de la OTAN bombardearon dos casas contiguas en la madrugada del 30 de agosto de 2011. Entre los muertos estaban la madre y dos niños.
En Surman, 70 kilómetros al oeste de Trípoli, 13 civiles fueron asesinados mientras celebraban el nacimiento de un bebé en la casa del general El-Jueldi El-Hamedi.
Más civiles fueron abatidos por las fuerzas de la OTAN en Trípoli, Al-Gurdabiya, Zliten y Brega, al este de Trípoli.
Según Human Rights Watch, Amnistía Internacional y otras organizaciones de derechos humanos, los ataques de la OTAN mataron a más de 70 civiles en todo el país, aunque algunos locales y testigos dicen que fueron muchos más.
Periodistas, expertos de la ONU y grupos de derechos humanos que investigaron las muertes en el terreno confirmaron no solo las muertes de civiles en todos los lugares bombardeados, sino también la ausencia de posibles objetivos militares cerca de los edificios civiles destruidos.
En su informe de marzo de 2012, “Libia: Las víctimas olvidadas de los ataques aéreos de la OTAN”, Amnistía Internacional ofreció una descripción gráfica de las víctimas civiles y de la destrucción de edificios residenciales.
En mayo de 2012, Human Rights Watch publicó otro largo informe en el que se detallaban los “daños colaterales” —que es como se denomina a las víctimas civiles en la jerga militar— y pedía a la OTAN que explicara por qué habían sido asesinadas esas personas y cuáles fueron los supuestos objetivos.
Según dicho informe, HRW sostuvo encuentros con líderes operativos de la OTAN en Nápoles (Italia) para obtener explicaciones y evidencias de que los lugares bombardeados eran, realmente, objetivos militares “legítimos”. Evidentemente, la OTAN nunca presentó esas pruebas que pudieran demostrar sus afirmaciones.
Tampoco admitió responsabilidad alguna de acuerdo con el derecho humanitario internacional, el cual exige que, cuando mueren civiles en una guerra, no solo deben ser reconocidas sus muertes, sino compensadas económicamente.
Las familias de las víctimas que buscan justicia no solo se encontraron con la negativa de la OTAN, sino que, peor aún, su propio gobierno no ha reconocido todavía la muerte violenta de sus seres queridos y la destrucción de sus casas.
Esto solo consigue que su búsqueda de justicia sea más difícil y complicada.
A todas las familias de las víctimas les gustaría saber por qué fueron atacadas sus casas y por qué mataron a sus seres queridos.
Ninguno de los gobiernos que se han sucedido desde octubre de 2011 ha reconocido públicamente la mera existencia de civiles muertos como resultado de los ataques de la OTAN.
A pesar de las peticiones de los grupos de derechos humanos, nunca trataron el asunto con los gobiernos de los países que participaron en la guerra para descubrir por qué fueron asesinados civiles no combatientes.
Para colmo de males, el asunto es un enorme tabú en la nueva Libia, desde que la OTAN intervino en apoyo de los rebeldes.
Plantear el tema en estos momentos en Libia, en cualquier nivel, solo puede acarrear problemas. Inmediatamente serás etiquetado como pro-Gadafi, contrario a la “revolución de febrero”.
Y esa etiqueta es una muy seria acusación, por la que tendrás que pagar un precio muy alto.
En el nivel no gubernamental, las familias de las víctimas no han tenido más suerte en su búsqueda de la verdad.
Aunque hoy Libia tiene centenares de ONGs, que disfrutan de un generoso apoyo del gobierno, ni una sola de las que se ocupan de la tragedia de las víctimas de la OTAN está pudiendo actuar abiertamente.
Las únicas voces que buscan justicia para las víctimas de la OTAN son sus familias y casi toda la coordinación entre ellas se desarrolla en la más absoluta clandestinidad y, en su mayor parte, por personas que viven fuera de Libia por temor a las represalias de las milicias, conocidas como thwar, que solo sienten aprecio por la OTAN.
La gente ha olvidado completamente este asunto gracias a los recién creados medios de comunicación libres de Libia.
Estos apenas tratan el tema e ignoran completamente el papel de la OTAN y las víctimas civiles que causó.
La Conferencia General Nacional, el parlamento provisional libio, jamás ha debatido esta cuestión.
Para mayor escarnio, la nueva Libia tiene un ministerio para los mártires y los desaparecidos, que se ocupa de aquellos que lucharon contra el régimen de Gadafi, ofreciéndoles atención médica y otra serie de beneficios, incluyendo compensaciones económicas.
Sin embargo, las víctimas de la OTAN no reciben ninguna ayuda, se trate de apoyo psicológico, compensaciones económicas o subsidios para vivienda en aquellos casos que perdieron sus casas en los bombardeos.
Como ha dicho un empleado del ministerio, “para nosotros, las víctimas de la OTAN no existen”.
Es vergonzoso y socialmente divisor tener, en la nueva Libia, un ministerio dedicado a servir a un grupo de libios, por grande que sea, mientras excluye a otros.
Estamos ante una abierta discriminación, llevada a cabo por la misma “revolución” que tantas expectativas y aspiraciones promovió entre muchos libios.
La nueva autoridad religiosa del país, representada por el muftí, no reconoce a las víctimas de la OTAN como “mártires”, lo cual les priva de toda simpatía pública que, de otra forma, podrían obtener.
Millones de libios de ambos bandos de la guerra civil de 2011 se han opuesto a la campaña aérea de la OTAN contra su país.
Sin embargo, esto no les convierte automáticamente en partidarios del antiguo régimen. Incluso en las filas de los rebeldes, en cuyo apoyo intervino la OTAN, hubo quienes se opusieron a dicha intervención por temor a las consecuencias.
Si Libia llega a ser alguna vez un país unido y soberano, tal como lo fue en el pasado, tendrá que abordar sus tragedias, incluyendo las de quienes han sido asesinados por la OTAN.
¿Por qué ha de impedir el gobierno que sus ciudadanos busquen justicia, tal y como les garantiza el derecho internacional?
Mustafá Feturi es profesor y periodista independiente libio.
Ganó el premio Samir Kassir de la Unión Europea al mejor artículo de opinión en 2010.
Traducción: Javier Villate
http://disenso.wordpress.com/2014/02/07/las-victimas-olvidadas-de-la-guerra-de-libia/