Testimonio de la Comandante Olga Maria Avilés lopez
Quiero dar algunos datos importantes para aclarar el lenguaje que utilizamos al referirnos a algunas situaciones propias del momento histórico que nos tocó vivir, contra la dictadura somocista.
En algunos momentos parecemos una organización extremista por las acciones militares que ejecutamos y que atacábamos de una manera disciplinada obedeciendo a las orientaciones programadas.
Había que expresar de alguna manera la existencia de una organización revolucionaria.
Vivíamos en la clandestinidad, nuestras acciones políticas estaban orientadas a concientizar al pueblo nicaragüense bajo el dilema de golpear para avanzar.
En aquel momento constituía un deber de todo nicaragüense, incorporarse, organizarse de cualquier forma para librarnos de la dinastía somociata, que representaba analfabetismo, del padecimiento del hambre, sufriendo de toda clase de vejámenes y prisionero en nuestro propio país.
No sólo es un deber de los nicaragüenses sino de todos aquellos seres humanos que sienten, que les palpita el corazón, que saben o que dentro de sí adquieren ese sentimiento profundo del amor patrio.
Del que se siente nacido en un sitio de esta tierra, que su obligación por ese terruño es construir algo mejor, y que ese algo pueda servir a todos por igual, se encuentre donde se encuentre, en cualquier parte del mundo que sea, Lograr hacer que todos puedan gozar de los recursos, tanto de las riquezas naturales como de todo lo que produce el hombre con su fuerza de trabajo.
Son esas situaciones que hacen a una persona llegar a adquirir conciencia, capaz de poder mantener una moral, acorde a todas las dificultades, tener una fuerza de voluntad tan grande, inmensa, podría decirse, que no cabe en las mentes mezquinas de los que defienden intereses individuales convirtiéndose a veces en enemigos de sus propios hermanos, enemigo de su propia clase.
Cuando nos referimos a las casas clandestinas de la lucha sandinistas, no se puede olvidar a aquellos hombres y aquellas mujeres que se iniciaron tímidamente, primeramente con temor que luego se masificó con mucha decisión.
Aquellas actividades permitían ir dándole al FSLN el lugar merecido que le correspondió ser parte en nuestra Historia.
No podemos olvidar a aquellos compañeros sandinistas que fueron el pilar y la base fundamental en donde se sentaron los cimientos, los cimientos antisísmicos, los cimientos firmes capaces de vencer cualquier debilidad; esos compañeros que ofrendaron, con una gran mística revolucionaria, sus mejores años de juventud; aquellos compañeros, algunos desconocida su identidad, su nombre de pila no se conocía sólo su seudónimo, pero que sí están en nuestra memoria y cada uno ocupa el lugar de los héroes, el lugar de los mártires, porque supieron dar el ejemplo grandioso, ese ejemplo que dio lugar a que la semilla germinara, esa semilla que germinó creció, se hizo adulto y se multiplicó.
Maduró en las mentes de muchos jóvenes, mujeres y hombres, para ellas sobretodo, hablar ha sido difícil, poder adquirir ese gran compromiso de luchar, de luchar por un mismo ideal; de luchar por la libertad de todos, de luchar por la liberación política, militar, social, económica etc. y poder lograr el triunfo, sentando las nuevas bases de una nueva sociedad.
Un renacer que con tanta sangre y violencia no pudo ver el nuevo día, el nuevo amanecer lleno de un sol intenso, donde brilla, en cada instante, en nuestra memoria, en cada cosa que nosotros vemos, en cada cosa que nosotros tocamos, en cada gesto que recordamos a nuestros hermanos que cayeron y que no lograron ver el triunfo.
A ellos no podemos olvidarlos cuando hablamos de estas Casas Clandestinas.
Voy a relatar la vida en una casa clandestina donde llegó Luisa Amanda y en donde convivió conmigo y en donde pueden apreciar toda la actividad que se desarrolla.
Quiero relatar cómo la conocí, en qué circunstancias de mi vida clandestina, fue en 1969 en julio cuando muere abatido Julio Buitrago, en una circunstancia de duros golpes que asestaba la guardia somocista.
Esta casa estaba situada detrás del Hotel Nicaragua en la vieja Managua, también estaba cerca el cine Trébol en la Managua antes del Terremoto de 1972.
Este zona tenía un movimiento vehicular y de gente transeúnte muy importante.
Un sector con puntos de referencias notable como El Ramírez Goyena. Iglesia Santo Domingo, el cine Luciérnaga, la calle Quince de Septiembre, La esquina de El Infierno quedaba cerca también, más o menos lo que recuerdo.
Era una casa de talquezal, para entrar a la casa había que subir uno o dos peldaños.
El espacio pequeño, una chica sala a continuación una cortina de separación del pequeño comedor cocina.
Seguía dos cuartos. En principio me ubicaron en un local que estaba detrás de la cocina separada por un tabique de madera, sólo alcanzaba un abanico y un pequeño catre.
La señora no sabía qué hacer. Encendió el abanico y me lo puso de frente a mis quemadas. El ardor o dolor era terrible y perdí los estribos.
Me incorporé como un demonio y agarré a patadas aquel artefacto.
Y logré calmarme y darme cuenta que necesitaba medicamentos, también me di cuenta que había cometido una imprudencias, como bien digo perdí los estribos en lugar de decir que perdí la calma, o me desesperé porque actué no como un ser humano que ha perdido sus facultades para razonar, en ese momento.
Pedí compraran una o dos inyecciones de morfina para calmarme el dolor y ungüento cuyo químico principal a base de picrato de butesin.
A los tres días había botado parte de mi piel, la zona epitelial y se me veía delicada, rojiza.
Llegó una visita con un santo y seña. Apareció una visita que me llevaba un mensaje de la resistencia urbana.
Era Luisa Amanda Espinosa, que me preguntó por mi salud muy interesada, también si tenía deseo de comer algo en especial.
Siempre me ha gustado la carne de armadillo o cusuco, también los mariscos, pero en especial la carne fina, soy muy rara en mis gustos, pues también me gusta el cabrito, el venado, los pulpitos, la tortuga.
Fue impresionante la rapidez con que Luisa Amanda me cumplió mi deseo, me harté.
Siempre estuvo atenta, me visitaba a menudo, no tenía distintivo, le decía simplemente Luisa, todos creían que era un seudónimo.
Era una niña, no tenía muchos años, su rostro irradiaba ternura.
A veces la veía como a mi sobrina que crié. Nos sentábamos a conversar de su vida y ella me las inventaba. Gozaba con sus cuentos, me sabía tranquilizar, porque las tensiones por la que se pasaba no era fácil agregando que mi temperamento es un fosforito.
Cuando se iba me parecía que me la arrancaban, me quedaba la sensación de que no la iba a volver a ver.
Pero ella siempre volvía con los mensajes de fuera, de la calle, de Payin.
En estos momentos nunca vi a Payin sólo a Luisa Amanda.
Cuando apareció Carlos Guadamuz, ella nos sirvió para conseguir todos los materiales para disfrazar a éste que necesitaba irse a Cuba.
Solo le dábamos las instrucciones y ella eficientemente iba y conseguía lo que necesitábamos. Tenía el don de la palabra, aunque no hablara perfectamente el español o el nica, ella lograba convencer a la gente, por su carita inocente, por su dulzura, nunca se arrechaba como yo, siempre esperaba que pasara las tempestades para abordar el problema y pedir disculpa si la había paseado o algo le salía mal.
Esas son cualidades de un verdadero hijo del pueblo de un revolucionario innato.
Sus antecedentes familiares no es necesario abordarlos lo importante es que a pesar de su origen su pequeña vida dio ejemplo a muchos de nosotros que no somos capaces de luchar contra nuestra propia conducta y debilidades, de corregirnos para servir a las nuevas generaciones.
Por estos seres especiales es que el pueblo nicaragüense se enamoró del FSLN.
Y eso es un reto para toda la militancia, vivir como los santos, (Leonel Rugama) como estos hombres y mujeres que nos dieron la pauta para seguir luchando.
La casa estaba situada cerca de la Nunciatura Apostólica, vecino de una gasolinera, próximo a un comando de la GN, cerca también de la Iglesia del barrio se llama Barrio de Altagracia.
El comando de la Guardia somocista hasta utilizábamos de buzón sus alrededores e inclusive nos parábamos a conversar con los guardias para despistar cualquier sospecha.
También, había una iglesia católica que aún existe.
Cerca de la iglesia hacíamos nuestras prácticas de seguimiento, ahí, en una ocasión llevamos a bautizar a un hermoso niño, que hasta hoy no sé dónde se encuentra.
No quiero morirme sin verlo, para saber qué ha sido de él, qué ha dicho su madre de nosotros.
¿Cómo llegamos a esa casa?
Después de la caída en Combate de Julio Buitrago, y de caer presos Guadamuz, estuve desconectada un largo tiempo de la gente que estaba de responsable de la resistencia urbana y de la Dirección de la organización, el FSLN.
Anduve por muchas casas de colaboradores, mi entereza de carácter, mi fe en el triunfo, la terquedad de mis principios nacidos en el contacto con el pueblo me hacían seguir actuando.
Cada casa que me ofrecieron se convirtió en casas de seguridad y en colaboradores de la lucha sandinista. Cuando me sentía ahuevada recordaba a aquellos niños que se desmayaban en mis clases y eso me inyectaba a mí sola de esperanza mientras volvía a conectarme.
Esas casas de seguridad que él, Carlos Agüero, conseguía, era mí una escuela, sentí que me templé en el acero de mis ideales, creo que todas las dificultades pasadas, con la mirada de este muchacho, fueron como pequeños abonos que fertilizaron su corazón, no sé si mi forma de ser ayudó a Carlos Agüero a comprometerse en la forma que lo hizo al incorporarse de lleno a las filas del FSLN, abandonando sus estudios en la UCA. fue en septiembre del año sesenta y nueve,
Cuando llegué me encontré con Luisa Amanda, ya nos conocíamos. Lo que comenzamos a hacer fue darle cobertura legal a la casa. Montamos un taller de costura de ropa de mujer, con dos máquinas de coser, una me la regaló la doctora OIga Gómez, la otra la consiguieron los compañeros de "la casa del Mondongo", así le decíamos a la casa de donde a veces nos llegaba a través de Luisa Amanda un plato de comida.
También poníamos inyecciones. Todo eso nos ayudaba a nuestros fines pero también nos permitía un ingreso económico para ayudar a la organización para que nosotros no fuéramos carga.
Además nos servía para camuflar las actividades que realizábamos en confeccionar hamacas, ropa militar y además la escuela política militar que funcionaba con lo que podíamos inventar.
Marela, era la responsable de la instrucción político-militar, ese era mi seudónimo.
La casa tenía un rótulo de "se cose " y "se inyecta" Ahí llegaba una serie de gente clandestina para descansar o para preparar acciones urbanas.
Llegaban compañeros que venían enfermos, que entraban del exterior o de la montaña; o que eran trasladados a otros regionales.
Por ello el enmascaramiento de la casa tenía que hacerse con mucho cuidado. Para darle naturalidad y mayor seguridad a la vivienda, nos sentábamos a la puerta, por las tardes, a jugar tablero, ajedrez o a cantar, era una casa bien normal.
Luisa Amanda se incorporó a aquel grupo de cuatro mujeres como si toda la vida hubiéramos estado unidos por el lazo familiar. El ambiente no era agresivo a pesar de la agresión de la guardia, había fraternidad, el compartir la comida si había, el compartir las preocupaciones, los conocimientos, nuestras debilidades para superarlas esto fue una escuela de revolucionarios con mística.
Yo no salía a la calle a ninguna actividad cotidiana sino que Luisa Amanda; cuando había que poner un suero, me tenía que arriesgar acompañando a Luisa Amanda, hasta que ella aprendió, aprendió rapidísimo, era muy avispada o las dificultades nos volvieron inteligentes.
Con todo ello nosotros podíamos financiarnos algunos gastos, ayudando de esa manera al mantenimiento de la casa; también comprábamos materiales didácticos para la educación y formación de algunos compañeros que no conocían absolutamente nada de cuestiones militares.
De manera muy sencilla, con escasos recursos creamos una escuelita, donde además de las cuestiones militares también enseñamos a leer y instruíamos en cuestiones técnicas así como inyectar y coser.
Tuve muchos reencuentros con compañeros que luego de la muerte de Julio Buitrago nos dispersamos.
Seguí encontrándome con Carlos Agüero. Su cariño y respeto lo llevó a preocuparse de manera especial por mi seguridad, se encargó de conseguirme un arma buena, mejor que la cargaba, pues la que tenia era una treinta y ocho revólver, viejita y muy dudosa por sus estrías y aguja percutora.
Me regaló una pistola cuarenta y cinco, COLT, automática, nueva. Me sentí feliz por el regalo.
Luisa Amanda hizo su pedido a Carlos y ella quedó con la esperanza de tener un arma que le sirviera a estar segura en todas sus misiones de ser contacto y mensajera del cariño de todos nosotros los clandestino.
Irradiaba paz, abnegación, amor, fraternidad, humildad, entrega, una verdadera hija del pueblo con sus limitaciones superables por su gran inteligencia.
Qué fue lo que pintó en el aprendizaje de cuadrículas, fue al Ché y después hizo el retrato de su madre, no conservo nada de eso pues en el fragor de la lucha borró todo lo material solo fue quedando los recuerdos imborrables de su personalidad inclaudicable.
Conocí a Pedro Aráuz en octubre del 69, fuimos a buscar un buzón de armas a las fronteras con Costa Rica, se había hecho este buzón por emergencia, en el momento en que fueron detectados los encargados de trasladarlas, fue una misión pequeña que me permitió ver por vez primera a un hombre sencillo, decidido, cariñoso, amable lleno de una confianza en sí mismo a toda prueba.
Simpatizamos mucho, él comenzó a decirme "La Tía", toda correspondencia o conversación referente a mi no era otro nombre que "La Tía".
Anduvimos un buen tiempo, preparándose para una supuesta acción de gran envergadura, pero a la hora de actuar, fuimos en acciones diferentes con el mismo propósito, golpear al somocismo.
En esos meses decidió Carlos Fonseca, mandar a Cuba a mi sobrina Fátima para estudiar y empezar a formar a la gente de nuestro relevo.
Pedro había sido escogido para realizar el secuestro del primer avión de la Nica que se desvió del Salvador a la Isla de Cuba.
La mayor parte de esa preparación fue hecha en esa casa del barrio de Altagracia, se prepararon los planes, se alistaron a los compañeros en arme y desarme de las armas que les asignaron; de las malas armas que llevaban, porque cargaban unas armas malísimas; aprendieron lo más elemental y lo más importante fue que se les infundió confianza en las armas malísimas; la de Juan José llevaba la aguja percutor en muy mala condiciones pero ellos tenían una gran seguridad en si mismo y una gran disposición de realizar la labor que se les había encomendado que era a toda prueba.
Cuando conocí a René Núñez Téllez, fue un día que estaba cumpliendo años. Me lo presentó Pedro, eran compañeros de clase en la Universidad.
Siempre nos aconsejaban que no reveláramos la fecha de nacimiento. Sembrábamos la duda sobre estos datos, por eso quedó dudosa la fecha, puesto que René cumple en la misma fecha y me sorprendió esa casualidad, por ello se lo varié un día; Luisa Amanda Espinosa por esa fecha me había regalado un queque decorado con el cual compartimos llenos de alegría detalles que nunca se olvidan, lo dijimos entre hermanas y eso quedó entre nosotras.
Por su vocabulario, a Luisa Amanda, Pedro le decía "La más mejor". Ella no se molestaba sino que se corregía cuando quería decir que algo era mucho mejor que otro.
Esta forma humilde de tomar las bromas nos demostraba que tenía siempre la chispa encendida.
Era batería puesta siempre esta instalada en el proceso.
Ella se había enterado a través de mi sobrina, Fátima Avilés Sandino, que se encontraba en la misma casa, después de una serie hechos ocurridos en julio.
El trabajo que hacia René era como de enlace, pues realizaba un recorrido diario visitando las casas de seguridad para conocer si existía algún problema o necesidad.
Iba a la casa del "Chaparro" cuyo seudónimo era Payo y a otras domicilios que posteriormente me enteré que llegaba a la casa del Cementerio Oriental y a la habitación de colaboradores como doña Aurorita madre del zurdito Núñez o la casa del Mondongo.
Entonces René llegaba a casa a diferentes horas, a desayunar, a almorzar o a dormir.
Hacíamos algunas reuniones ahí dentro de esa casa, en las cuales aprendimos a soldar, a armar algunos instrumentos casero de guerra, ahí nos instruimos con las técnicas para hacer las minas antitanque," La vietnamita", nos educamos para fabricar algunas pólvoras y explosivos, pero sólo aquellos que permitía las condiciones reales en que vivíamos; las mismas condiciones que teníamos en la casa y las situación económicas con que contábamos, porque no existía hasta ese momento grandes recursos para que nosotros montáramos una fábrica.
Además de que en ese momento la guerrilla en la montaña no estaba en gran actividad. Había un proceso de preparación, fortalecimiento, crecimiento y avituallamiento.
La vida transcurría entre enseñar, jugar, realizar el enmascaramiento de la casa, sobrevivir con las actividades laborales de inyectar y coser -ahí aprendió Luisa Amanda a jugar ajedrez, dominó y otros juegos de salón, Por su gran capacidad, aprendió rápido.
Después nos ganaba a todos. Supuestamente la profesora era yo, y la alumna superó a la maestra. Para enmascarar la casa, nos repartirnos las obligaciones domésticas -les enseñaba a cocinar con pocos recursos, mejor dicho a inventar en la cocina-, aprendían a inyectar, a coser, a estudiar el marxismo, en hacer ejercicio para mantenernos en forma, en la preparación militar, en preparar actividades y participar en las mismas.
A Luisa Amanda le daba clases para nivelar sus conocimientos escolares, no era analfabeta pero sí tenía un nivel de segundo grado, le enseñaba a dibujar por medio del método de cuadrículas que consiste en cuadricular con las mismas medidas el dibujo o foto que se desea dibujar luego cuadricular con las mismas medidas el papel donde lo piensas dibujar o pintar así entonces elaborarla.
Eso aprendió con ese método e hizo algunas fotos, retratos. Aprendió muchas cosas de cultura general; logramos juntas avanzar a un nivel de quinto grado, bien rápido, por su dedicación al estudio. Intercalábamos con la costura y la enseñanza de desarme y arme de las armas que llegaba a través de algún compañero.
Siempre andaba tras de esos aparatos con el pretexto de limpiarlas; lo único que le faltaba a ella era disparar un arma, nunca había disparado un arma. Por ello aprovechamos un siete de diciembre, cuando tiran los cohetes como a las seis de la tarde, nos fuimos detrás de la casa y disparamos al aire unos cuantos tiros.
Ella se sintió muy contenta, de manera que cuando fueron las doce de la noche, se había acabado la munición del magazín de mi arma de reglamento, la bella cuarenta y cinco.
Le dio seguridad, había completado su aprendizaje, aunque no había hecho tiro al blanco de puntería sino un hecho aislado para poder manejar el golpe de retroceso que produce el arma al dispararse.
Lo que aprendió fue poder tener estabilidad al empuñar el arma; también les enseñaba tanto a ella como a Magda, poner inyecciones y suero; cosíamos ropa ajena, cobrando por su confección, ganábamos para nuestros gastos.
A René lo rogábamos para que nos ayudara, lo poníamos a hacer dobladillos, lo hacía con mucho gusto.
Salíamos a hacer prácticas de medidas de seguridad, realizábamos cuestiones elementales como, hacer buzones, detectar seguimientos, detectar observador fijo, practicar contraseñas, etc. de tal manera que la casa tenía una serie de señales que las personas involucradas en la seguridad del local las conocían.
Eran muy alegre estas prácticas pues nos hacíamos los seguimientos a pié y en vehículo de tal forma que se nos desarrollaba cierto paranoicosismo; desconfiábamos de todo lo que no estábamos acostumbrados a ver en las cercanías del local.
Además, teníamos estudiado todo el vecindario, desde sus actividades cotidianas hasta sus relaciones de trabajo, esto nos permitió en el momento de que fuimos detectados poder tener un margen de ventaja.
También teníamos aprendido cómo debíamos operar estando todos en el local; cada quién tenía su misión; manteníamos vigilancia todo el día con un sistema de rol de postas para evitar las probabilidades de que nos sorprendiesen; existían tres mujeres que vivíamos permanente en esa morada, también nos ayudaban los que llegaban de huéspedes, cada vez y cuando había un paracaidista, éste también hacia posta.
La posta consistía en una o dos hora a partir de las diez de la noche, dividíamos las horas entre el número de personas que estuvieran en ese momento hasta las seis de la mañana, que era la hora de levantarse todos.
De esta manera fuimos educándonos para ser cuidadosos con nuestra vida.
Teníamos pocas armas, un fusil carabina recortado, que no sabíamos si en realidad disparaba, porque no tentamos los cartuchos suficiente, solo teníamos cuatro o cinco tiros, siempre andábamos cuidando los tiros; lo asociábamos, los limpiábamos, el igual la mantengamos limpita con el fin de que no nos fallara por ese requisito, el asunto que siempre los tiros estaban asoleándose por la mañana en un plástico, yo tenia mi arma cuarenta y cinco que tenía el cargador del arma y un cargador más lleno de municiones; la cuarenta y cinco tiene siete tiros en el cargador más el que tienes bala en boca o sea ya listo para disparar, siempre se anda con seguro puesto, con cualquier movimiento se puede ir el disparador aunque es muy segura este arma por que tiene seguro de empuñadura, si no le aprietas aquí no se va el tiro, también tiene un seguro mecánico y el seguro de percutor, tiene esos tres seguros que difícilmente se te dispara; otra cosa, ahí no se habla de que habíamos fabricado unas bombas caseras efectivas;
Estábamos claros que estas no iban a ser suficiente por la correlación de fuerzas y armamento pero si sabíamos que la táctica de la acción sorpresa era bien importante para escapar.
Aprendimos filosofía marxista, todas las noches era un taller de fabricación de armamento casero como parte de nuestro entrenamiento, aprendimos a desarmar y armar toda arma que aparecía por la casa; teníamos en ella un soldador eléctrico, después fueron dos soldadores, estaño, pasta de soldar, latas vacías de leche o jugos, tijeras para cortar lata, martillos especiales; se aprendió a disparar aprovechando la alegría de los cohetes y triquitraque de diciembre, para quitarnos el miedo y mantener bien el pulso con el disparo.
Esto era un gran taller tanto intelectual como práctico de las artes del combate.
Hasta este momento las casas de seguridad con estas características no eran en casa de familias. Hasta después es que se toma la política de que sean lugares de colaboradores y que en situaciones extremas en que no se deba de exponer a una familia, que se haga un trabajo compartimentado como es montar una escuela o la preparación de una acción militar, se veía obligado en alquilar una casa.
En este tiempo si se alquilaban casas, estas casas no era gran cosa, a veces eran cuartos; pero se trataba de mantener una especie de cuidado, o sea tomar todas las medidas de seguridad para que no fuera descubierta la casa, por movimientos o actividades de nosotros, por la misma practica que se realizaba dentro, por las tareas mismas que nosotros desarrollábamos.
Hacíamos con mucho cuidado las labores pero en esos periodos, hubieron muchas delaciones; por descuidos y las mismas situaciones que teníamos, muy limitado en la cuestión de seguridad; en lo referente de gente que colaboraba.
Limitaciones como que en toda la familia no se daban cuenta, era un elemento en ella el colaborador, aunque adquiriera el mismo compromiso; entonces el personaje clandestino que se incorporaba tenia que adquirir la entidad propia de esa familia, de esa manera no se notaba.
Después ya con experiencia, se caía en alguna casa, de antemano, se conocía las características y costumbres de aquellos, integrándonos como parte de la familia.
Regularmente se ocupaba la leyenda de que venia de otra parte, que el barrio no sabía o no conocía, pero que es normal que un familiar lejano que llegue de repente; el clandestino va acomodándose en la familia, entonces no lo ven raro que llegue ahí una persona por un tiempo; claro que cuando había exceso de tiempo se cuidaba mucho de llegar en horas en que la gente no podía observar las actividades mismas de la casa, sino que entraba a una hora determinada y no salía en todo el día; se estaba encerrado en un cuarto todo el día; para salir se hacia un chequeo de la situación dependiendo del elemento que habitaba la casa.
Pero la casa de la que estamos hablando es una casa que alquilábamos en donde vivía cuatro personas clandestinas y que se hacia vida normal.
Luisa Amanda y Magda iban a la pulpería, al mercado; Magda muy poco porque era conocida; los lazos que nos unía ante el barrio era de familiares, y según decían nos parecíamos en algo; la afinidad, la actividad hacia afuera, incluso la manera con o que nosotras nos tratábamos, de una forma fraternal; habla algunas discusiones de vez en cuando, pero no era extraño entre hermanos, porque nunca hubo resentimientos ni nada que nos cortara totalmente, seria mentira, decir que nunca hubo alguna discrepancia, algunas veces en cuestiones cotidianas, normales en una familia.
René calzaba en ese engranaje como hermano, entonces la personalidad que yo tenía era de una persona enferma, que padecía de una enfermedad incurable, que era hija de un alcalde de Chontales, que estaba en Managua y que mi hermano trabajaba en una aseguradora La Inmobiliaria, La Financiera, una de esas era el cuento.
El otro que llegaba en un mazda rojo, Payo, era el hermano mayor que nunca se mantenía y que solo llegaba a dejar los reales, porque trabajaba de agente vendedor en los departamentos.
Era toda una historia montada de que la gente no podía decir, no es cierto, incluso esa misma historia le contamos a la Guardia, le conté pues, cuando llegó porque yo me encontraba sola.
Así transcurría el tiempo y en noviembre fui a León para la elaboración de un plano de una acción que se iba a realizar de recuperación económica en un banco; la tarea más que todo fue de información, luego regrese nuevamente a Managua siguiendo la labor en la misma casa; donde Luisa Amanda salía más a diferentes labores como, conseguir vehículos para trasladar a compañeros, recoger alguna colaboración; fue ampliándose el trabajo de la casa, hacíamos círculos de estudio con todos los moradores de la casa.
No teníamos acceso a teléfono, eso era un lujo sobretodo en el barrio en que operábamos.
En estos días de noviembre realizamos varias acciones militares, mi tarea fue secuestrar un taxi para trasladar a la escuadra al banco de La Palmera y realizar una recuperación económica, todo salto bien, la cantidad era buena para proseguir preparando la insurrección del pueblo.
En el mes de diciembre nos trasladamos a la frontera con Costa Rica; teníamos que recibir a unos hermanos que regresaban del País; considerábamos que recuperar unas armas que por fatiga, en la caminata se safornaron, el peso y la tensión, las habían embuzonado a unos doscientos metros, cerca del puesto fronterizo; ya habíamos ido dos veces en esta misma misión, pero las señales no habían sido descubiertas, estaban confundidas o habían desaparecido, por eso se tenia que llegar con la luz de la tarde o del día para estar seguros del lugar; la tarea era trasladarlas a otro sitio.
Como si fuera a un paseo, subí al vehículo que nos dejaría en Diriamba para despistar los enlaces; luego otro enlace nos llevaría a Rivas para luego llegar al lugar del desentierro, era de madrugada o muy entrada la noche cuando llegamos al sitio.
Este lugar ya lo conocía de muchas veces que había realizado misiones como esta. Yo te aseguro que si me dicen que lo haga en estos momentos, lo pensaría muy bien, por el peligro que esto significa.
Los postas disparan a cualquier ruidito de quiebre de maleza, entonces que ruidote no hace cuatro personas que buscan en la oscuridad un lugar donde las señales pueden desaparecer por diferentes circunstancias.
Pero ahí llegamos "el perro" y Julián Roque, comandados por López Tirado. Estuvimos mucho tiempo, me parece, rastreando hasta que empezaron los compañeros a cavar y sacar las armitas que no eran muchas y trasladarlas. Regresé a la casa de Altagracia sin comentarios.
En enero también realizamos otra actividad de recuperación económica y también me dieron mi tarea a realizar, todo había salido bien, estábamos seguros que nuestro compromiso con el pueblo caminaba en buena marcha.
Cuando pasó todo, llegué a la casa y me recosté en un sofá de la sala; necesitaba calmarme, mi corazón estaba acelerado, mi sistema nervioso engarrotado, tenso; nadie sabía en la casa de donde regresaba, sólo René, pero no estaba, por eso necesitaba descansar; pero luego ya estaban las noticias con mucha bulla y las mujeres que vivían junto con mi sobrina me miraban interrogándome con la mirada, por la coincidencia de mi salida, sin embargo yo callaba y no le daba importancia a las presiones sutiles de mis acompañantes.
Esta casa se hizo famosa, fue detectada, o denunciada por los que en horas de la mañana fueron capturados.
Posteriormente supimos los antecedentes.
Habían robado en otra casa clandestina situada en la colonia Miraflores, era ahí donde vivía "el chaparro" Sánchez Sancho hijo de "chaguite"; los muebles que se encontraban ahí eran de la "China Chow"; la propaganda de la acción de recuperación económica al banco "la Palmera" estaba regada en el piso; no habían robado muchas cosas, sino aparatos eléctricos pequeños, pero el ladrón denunció para tapar su abuso de entrar en el local.
A partir de eso el "chaparro" ordenó desalojar el local y trasladar todos los muebles y cosas que habían quedado a diferentes puntos, la casa de Altagracia, en la casa del barrio Oriental, por el Cementerio, donde según nos enteramos después, vivían los compañeros Rugama, Núñez y otros mas; y el resto a una casa que habían alquilado en la colonia Dambach.
Ese se considera un grave error de violación de las medidas de seguridad.
La OSN de 'Somoza emprendió un seguimiento y uno a uno fueron cayendo los locales y los participantes de ese traslado.
Uno de los prisioneros que se considera de los primeros fue Oscar Benavides y su hermano por la camioneta que utilizaron, luego no se cómo fue detectada la casa donde se encontraba Leonel Rugama, Roger Núñez y otros.
En la casa de Altagracia también nos llevaron nuestra parte de cosas, entre ellas la ropa que iban dejando los compañeros que entraban al Pais y pasaban a la vida clandestina.
Discutimos con René y decidimos que desalojaríamos el local lo más pronto posible.
Realizamos un plan. Primero saldría Luisa Amanda a buscar algún colaborador que pudiera alojar a una o dos personas, o conseguir una casa de alquiler para hacer el traslado poco a poco, sin llevar nada de la casa, porque sentíamos de que ya no ofrecía seguridad, por el mismo hecho de haber trasladado cosas de donde habían robado, regresando al sitio, fijándose en las señales.
Luego saldría Magda, quien buscaría donde quedarse no llevando nada sino sólo su ropa que llevaba encima y una mudada.
Si Luisa Amanda no regresaba al medio día, Marela entendería que sólo había encontrado alojamiento para ella y procedería a movilizarse a otro sitio, dando un margen de dos horas.
René se iba porque tenía otras cosas que hacer, no entrando en esta acción de desalojo, pues él llegaba temporalmente en forma rotativa. Lo previmos que desalojaríamos la casa.
Antes de llevar a efecto este plan, nos habíamos distribuido las tareas de la casa; en las cosas que llegaron había mucha ropa, treinta y seis camisas todas blancas, que usaba el Efraín, tenía un exceso de ropa, también esa era parte de lo que dejaban otros compañeros cuando se iban al campo o a la montaña; entonces no llevaban este tipo de ropa sino azulón y manta; estaban sucias, entonces, nos distribuimos entre las tres; la cuestión que cuando llega la Guardia, ya nosotros habíamos casi terminado, yo estaba con mi parte, tenia en una lata hirviendo para que quedaran bien blancas, la que iba terminando iba saliendo.
Posteriormente supimos que Magda había sido apresada a unas cuadras de la casa y sin rumbo conocido; ella salió como a las trece hora o sea la una o una y media de la tarde. Yo, Marela, no sabía nada de lo que estaba ocurriendo fuera, ni noticias recibía, todo era normal.
Salí al corredorcito que daba al patio en donde teníamos todos los servicios de lavado, baño e inodoros; el patio por lado del fondo daba a un cause y a la izquierda de la casa teníamos una vecina que era mi comadre por su niño chiquito; la cuestión es que no se. encontraba la señora ni el señor sino sólo los chiquitos, tres o cuatro niños entonces cuando me salgo a ese corredor a mi lado izquierdo veo que apareció un fusil cerca del cerco de púas del vecino, que daba a un cause, posteriormente el cuerpo de un militar muy alto, moreno, bastante moreno y unos guardias que irrumpieron en la casa vecina donde se encontraban los niños pequeños, la madre junto con los grandes habían salido; los grandes tenían una edad como trece o quince años y los pequeños de cuatro a recién nacido, este último fuimos sus padrinos de bautismo Rene y yo.
No sabía qué hacer. No se si regresarme, ir para dentro de la casa o quedarme ahí normalmente sin despertar sospechas. (opm) o por lo otro, regresar al interior de la casa y meterme en el cuarto donde había una ventana pequeña que daba un pasadizo o portón que se observaba la casa vecina y se miraba todo el patio. A partir de aquí hubo decisiones rápidas.
Estaba sola, probar comprobar si ya tenían pistas verdaderas y me dirigí a los guardias que se asomaban a la letrina y los interrogue para saber que buscaban, los guardias no estaban muy enterados de su misión o no quisieron darme una respuesta coherente, me dijeron "buscamos a unos ladrones".
Tuve momentos de zozobra, pensé abrir fuego contra aquellos que estaban violando la intimidad de la casa de mi vecino; ahí dejaron revuelto todo y los niños lloraban asustados.
Fui al cuarto dormitorio para intentar suicidarme, digo suicidarme porque yo creía que eran sólo esos tres que entraron en esa casa, no había visto la calle, eran muchos, no puedo precisar cuántos, 'Pero eran dos Jeep largos y dos carros grandes de seis u ocho cilindros de los que usaba la OSN en aquellos años.
Podré asegurar que eran más de veinte tipos mal encarados y armados hasta los dientes.
´Me di cuenta sí, que la guardia no me determina y me calmo un poco, pongo mi arma nuevamente debajo del colchón del catre y me regreso al patio.
Hasta ese momento el guardia gordito se ha metido en la letrina y se asoma en el hueco. El hombre alto se ha metido a la casa vecina y registraba la ropa del mueble llamado ropero, revuelve todas las camas y deja todo desordenado el aposento de la señora vecina.
Me acerco y vuelvo a interrogar al guardia y este me dice "no se, sólo se que buscamos algo".
Yo me pongo a pelear con el guardia y le digo "cómo es posible que los manden a una misión y no sepan qué andan haciendo, que entren al fondo del inmueble y no saben que tienen qué hacer, que se metan a una casa, le falten al respeto a la gente y no sepan qué buscan".
Bueno, dije hasta lo que no sabía qué decir, esto me sirvió de desahogo y para tomar valor, por ultimo el guardia me volvió a decir lo que antes me habla asegurado de ladrones.
Entonces yo no seguí discutiendo con el guardia sino que me fui para el interior de la casa, cuando en ese momento estaban tocando la puerta de la calle.
En el momento que tocaban la puerta yo pensaba que no debía dejarlos entrar, porque en el interior era un taller donde todas las noches se preparaba armas caseras.
También existían sustancias químicas para hacer algunos explosivos; aprender a hacer algunas combinaciones de sustancias que produjeran la explosión de esas minas que nosotros aprendíamos a fabricar, y que diera como resultado un instrumento de defensa.
En esa situación, yo sentía que era responsable de darle respuesta a ese momento, entonces con todos esos temores yo me fui a la puerta.
Primero me asomé por la persianas de vidrio que daban a la calle, la parte delantera de la casa era de cemento con un ventanal de vidrio y el resto de madera como minifalda, que le llaman, o sea una altura de cemento y luego hasta llegar al techo de madera; la parte occidental de la casa compartía la pared de cemento de la casa vecina.
Prácticamente no era una construcción fuerte, no muy segura en lo que se refiere a su estructura arquitectónica; una casa sencilla que todavía existe.
He pasado muchas veces por ese lugar, he querido entrar, lo hice en una ocasión, con el fin de hacer una remembranza de aquellos momentos difíciles no puedo decir que fueron momentos en la cual yo demostré valentía, al contrario, lo que más sentí en ese momento es que se me desarrolló una capacidad de autodefensa, de utilizar todos lo medios posibles que tenia a mi alcance, más que todo intelectuales; utilizar en ese momento todas las artimañas para engañar al enemigo y conservar la integridad física; dentro de la casa no existía otra persona que fuera a perder la vida por un desacuerdo en las declaraciones que se pudieran dar, sin saber en ese momento, ni pensar en ese momento que podía estar ocurriendo otra cosa detrás de esto.
En ese momento no analicé, ni analizaba la posibilidad que hubiera algún antecedente político por la cual la guardia estaba llegando al lugar donde yo me encontraba.
Al llegar a la ventana de vidrio traté de pegar el rostro para desfigurarlo, medio abrir la ventana, para conocer cuáles eran las intenciones de la guardia al querer penetrar.
Me gritaban que abriera la puerta.
Qué hacer? Todo fue rápido. Tenia que aprovechar que no estaban seguros, si hubieran estado seguros no hubieran titubeado tanto, pues anduvieron preguntando; y lo más importante es que no habrían contradicciones, estaba sola.
Trataría de ver si podía escaparme en un descuido de ellos. Muchas cosas positivas llegaron a mi mente y comencé a jugar el riesgo. Fui a la ventana y realicé las operaciones que había acordado con los demás compañeros, quité un lazo rojo cuyo significado era "peligro", abrí las persianas que también significaban "cuidado y el enemigo ha estado"; fue muy rápido y de forma natural, abrí la puerta cuando el que comandaba el pelotón, un tal teniente Bayer, costeño, grandullón, me ordenó que abriera la puerta; yo les dije que necesitaba que me explicaran lo que estaba sucediendo, dije, "qué pasa ?"
Y muy legalista les pedí que me entregaran la orden de allanamiento; que yo era una persona enferma y me provocaba alteraciones el que llegaran de esa forma y que no me explicaran lo que estaba sucediendo Ellos no me atendieron ni me explicaron nada sino que ordenaron nuevamente que abriera la puerta, que si abría la puerta me iban a explicar.
Entonces yo abrí de una sola vez, en pampa. Era una hoja de puerta amplia. Penetraron con mucho temor.
Los hice pasar a tres de ellos a la salita que siempre estaba muy limpia.
La Guardia llegó y me interrogó, pero no pudo descubrir absolutamente nada.
En ese momento estaba, en los barrios orientales, un enfrentamiento; yo lo pude escuchar a través de las comunicaciones que hacia la Guardia con el cuartel central, por eso me di cuenta; fue un quince de enero.
Cuando estaban en la salita la que comenzó a interrogar fui yo, y les pregunte "qué desean?" Pero me empezaron a interrogar a cerca de quienes vivian en esa casa, con quienes vivía y hacia cada una de las personas, también de dónde eramos y los nombres de cada uno de nosotros.
Los nombres que en ese momento conocía eran todos los seudónimos de los compañeros, sin embargo hubo un momento en que las descripciones que me pedían de cada uno, las fui dando en una forma tergiversada, inventando algunas cualidades del vecindario, o de los que tenia al frente.
De tal manera que si llevaban algún dato especifico, era contradictorio y los desorientaba.
Yo les expliqué que era de Chontales, que toda la familia era de Juigalpa, estaba enferma, que estaba en Managua porque me esta haciendo un tratamiento en el Hospital Bautista, mi padre era un alcalde en Juigalpa y casualmente el nombre que estaba utilizando o el apellido de una persona que había sido alcalde y que la compañera esa, la hija de ese señor había sido compañera de estudio en la Normal de San Marcos donde yo estudie magisterio.
Utilice todos los datos de esa persona amiga, ocupé esa personalidad.
Actualmente da la casualidad de que los sobrinos de esa compañera de estudio ahora están integrados al FSLN, la militancia, ella es Maruca Figueroa, prima o tía de estos muchachos.
De tal manera de que si la Guardia investigaba la existencia de este señor se podía verificar de que sí existía.
Me agregué entonces el Marela Mariela, eso también fue un momento en que se me agilizó la capacidad inventiva, iniciativa en desarrollar una serie de leyendas que permitieron de que conservara la ecuanimidad cuando la guardia trató de registra o catear la casa.
Yo sentí que me habían creído mi relato, procedí a invitarlos a un refresco, una coca cola con un trago.
Fui rápidamente y saqué en las cosas que habían llegado la noche anterior, una botella de ron; la cual fui con la velocidad del trueno para ponerla en la mesa de la sala.
La sala siempre estaba preparada, había una bomba incendiaria debajo del sofá donde estaba sentado Bayer.
Mi preocupación era que fueran a descubrí la lata que contenía la bomba y que provocara, en vez de lograr el objetivo que esta propuesto, se me cayera toda la leyenda que yo había estado contando.
Ellos tomaron confianza e incluso me agradecieron mucho el que les hubiera invitado a tomarse un trago; me explicaron que estaban en horas de trabajo; yo les insistí que un trago no era dañino, que nadie se iba a dar cuenta; que ahí yo vivía con mi hermana; yo no les mencione que éramos tres mujeres, pues sin saber ellos buscaban tres mujeres; que tenia un hermano y describí a René con agregados importantes, con algunas característica rápidas, pues estaban procediendo a recoger a toda la gente de la cuadra.
Primero a los hombres luego a las mujeres y los jóvenes, entonces en esa redada, me subieron las tres veces en el jeep de la guardia que estaba llevando a la gente para investigarla.
El relato que yo había dado era aceptable tanto para ellos como para el vecindario.
No existía sospecha del lugar, lo que nos aseguró que había sido bien preparado el enmascaramiento de la casa.
Nadie podía señalar que ahí se movía algo del FSLN.
Teníamos amistad con el vecindario, yo incluso me cruzaba la calle, cuando empezaba a caer la noche, a conversar con una señora del frente que era costurera también. La vecina de un lado y otro había amistad.
Una amistad que no perjudicaba la seguridad de la casa sino que al contrario fortalecer el enmascaramiento o manto de la casa clandestina.
La guardia volvió a tomar asiento y toda mi preocupación era la bomba incendiaria que estaba debajo del sofá, donde se sentó el teniente con todos los oficiales.
Y que siguieron interrogándome y yo repitiendo la misma cosa.
Ellos se comunicaron por radio de la patrulla, comenzando a informar lo que estaban procediendo y que no habían encontrado nada en esa cuadra y que necesitaban que les dieran nuevas orientaciones.
Les ordenaron que recogieran a los hombres, yo me quedé sentada en la acera de la casa; me senté ahí a conversar con un guardia y repetirles mis preguntas del porque de la presencia de ellos, que pasaba, y siempre el guardia contestaba que no sabía nada insistí les dije que era increíble que no supiera nada con tanta movilización de gente y vehículos.
Prácticamente toda la cuadra estaba llena de guardias. En esa conversadora se oyó una comunicación, después que habían cateado todas las casas excepto la mía, seguía sentada en la acera tratando de darme valor, y lo de que había un enfrentamiento armado en el barrio Oriental, también informaban que había muerto un sargento, un guardia, que una tanqueta iba para esa dirección, que una avioneta iba sobrevolar alrededor de la casa, que iban a cazar a los hijo de putas, como ellos se expresaban, esas fueron las expresiones de la radio.
Yo sentí que si me descubrían, seguramente no iba a quedar viva, porque yo era muy terca, seguro que no deseaba que me torturaran.
Entonces con esta inquietud traté de irme del lugar, fui a traer una coca cola, tomé mi arma, la envolví en un mantel que está tejiendo.
Era una actividad que en mis momentos de descanso o de demasiada tensión de trabajo, mi manera de relajarme era realizando esta actividad, a veces hacia algunos manteles grandes, cobertores o tejía cosas de niño los vendía y era un recurso para mantenernos, la situación de FSLN era muy dura, no tenía grandes cantidades de colaboradores.
Tenía unas grandes limitantes económicas y de recursos.
La situación de ese momento fue la más difícil para decidirme. Trate de huir, tomé la botella de coca cola, mi pistola enrollada en el mantel y sin cambiarme zapato, de chinelas, camine hasta la esquina que quedaba a una veinticinco varas de la casa, crucé la calle, a unas quince varas quedaba una pulpería, pero no logre llegar a la pulpería porque hablan dos carros grandes tornasoles que tenia la OSN, para mi fue una sorpresa, pensé que esos carros estaban de casualidad, uno hacia la izquierda de la esquina y otro a la derecha del otro lado de la esquina; uno de los carros, el de la izquierda que es donde yo crucé, me llamó, me exigió que regresara.
Sin perder la ecuanimidad le pedí permiso al civil que me había parado, de comprar una coca cola, porque estaba haciendo calor, era en el mes de enero, fecha en que cae abatido el peta Leonel Rugama y otros compañeros que estaban en la casa de las inmediaciones del Cementerio Oriental, quince de enero, había un fuerte calor además del estado de tensión que yo sentía, sudaba, tenia sed.
Lo único que hacía era ir a comprar ese liquido, además de ir a dejar un encargo de costura que necesitaba entregar.
El guardia civil no me puso atención, ni al paquete que llevaba ni a la coca cola que iba a comprar sino que me ordenó que regresara porque no podía salir del área de donde estaban ellos.
Para no despertar sospechas le pedí que si me permitía mandar a un niño, me dijo que si, entonces mandé a la pulpería, pero en verdad yo no tenía deseos de la gaseosa ni de nada.
Yo trataba de llegar a la pulpería, si llegaba ahí al salir podía tomar otro rumbo y desaparecerme de ese lugar.
Al regresar a la casa, un poco más calmada y que no me registraran, me senté en el mismo lugar con el paquete del mantel donde tenía mi pistola, decidida a actuar de acuerdo a cualquier movimiento de la guardia, ya fuera cateo u otra acción u ordenaban apresarme junto con todos los que hablan sido arrestado.
Me interrogan nuevamente sobre un carro y una camioneta; la camioneta decían que era marca Opel, un número de placa que no recuerdo, un color y ciertas características de la camioneta.
En ese momento recordé que en la esquina hacia arriba, dando la vuelta de la esquina había una señora que tenía un vehículo con las mismas características pero que la marca no coincidía, era una persona que viajaba a Costa Rica.
A manera de explicación, nosotros nos conocíamos toda la zona a diez cuadras a la redonda, era una tarea importante que nosotros teníamos que realizar estando dentro de una casa clandestina, siempre que se realizaran actividades como la que se realizaba en esa casa.
Debíamos tener información sobre todo del área donde nos movilizábamos, si era posible conocer a la gente, recoger sus nombres y tratar de familiarizarnos con esos nombres, conocer detalles que nos permitiera tener cuidado de nuestra movilización.
Yo había recibido entrenamiento en el exterior, recibiendo algunos cursos que me permitían ayudar en la preparación militar de la gente que llegaba a esa casa.
La inteligencia y contrainteligencia, cosas mínimas, chequeo, contra chequeo, romper el seguimiento, hacer buzones, detectar buzones, hacer seguimientos etc., en fin eso no permitió conocer el lugar, tentamos cinco buzones en la zona para emergencias, memorizar placa de vehículos, color, placas de una sola mirada; describir personas con unos segundos de observación.
Detectar Sospechosos en nuestro paso. Esto constituía una formación constante. Utilizábamos los métodos de enmascaramiento.
Eso contribuyó, en toda la gente que llegó posteriormente a la presencia de la guardia, no cayera, no fuera descubierto.
Cuando me regreso, no poder comprar la coca cola, de que me doy cuenta, de que estoy controlada, de que en la zona solo quedan los niños y una familia y yo. Prácticamente si hacen una nueva recogida, llevarían todo lo que quedaba, entonces, ese momento se torna muy difícil; yo trato de quitar todas las señales que podían quedar. El lazo rojo significaba "Patria Libre o Morir" y si no lo quitábamos significaba que la casa no había sido detectada, que estaba libre de sospecha, que se podía llegar con toda confianza; además de las otras señales que todos las conocían, los que forzosamente tenían que llegar.
No era mucha la gente que estaba enterado. Nadie podía llegar a la casa si no era acompañado por la gente que conocía estas medidas de seguridad.
Si tenía que seguir llegando por equis motivo se le decía una de las señales como era la del lazo; si no estaba tenían que seguir de largo sin acercarse mucho.
Había una cortina en la misma ventana, que si estaban corridas o abiertas, significaba peligro, que se tenía que chequear bien para llegar y la otra señal era las persianas, si las persianas estaban entrecerradas no había mucho peligro.
Pero si estaban abiertas y todas las otras señales significaban que la casa está perdida, quemada.
Esas señales estaban establecidas, había que cuidar que estuviera hecho, por eso fui a verificar y luego me fui a sentar a la acera.
Me interrogó sobre la camioneta Opel, sobre el automóvil mazda rojo, sobre las tres mujeres y sobre a existencia de dos hombres.
Sobre la camioneta opel, bueno respondí lo que anteriormente dije.
La señora viajaba a Costa Rica, que era comerciante. Nosotros sabíamos toda la historia, se la conté a la guardia, de tal manera que la guardia fue y capturaron a la señora. Les pregunte si buscaban a contrabandistas o traficantes, ellos no me contestaron.
Después me preguntaron por las tres mujeres. En la casa vecina del costado de abajo, occidental, era una cuartería, ahí Vivian tres mujeres entre ellas una era jorobadita y también cosían, también Vivian dos hombres que eran taxeros, asocie todo, dando referencia del vehículo que estaban buscando, pero no sabía de marcha parece ser que además de chóferes de taxi eran mecánicos, siempre hablan vehículos en plan de arreglo.
Haciéndome que no sabia nada les hice una descripción de o la vida de ellos, de los alborotos de borracheras incluso; se fueron directamente a capturar a las mujeres.
La jorobadita fue la subió de último en el jeep. Yo sentí mucho pesar cuando vi. lo que estaba sucediendo, me sentí muy mal, tuve que morderme, voltear la cabeza, respirar fuerte y pensar que eso no era importante pues como no conocían nada de lo que querían los guardias al fin y al cabo no les dejarían detenido mucho tiempo, lo importante era ganar tiempo.
En la última orden que le dieron al jefe de operaciones de recoger a lo restante, yo lo escuché porque estaba muy cerca del radiopatrulla, tomé de manera muy natural mi paquete y me dirigí decidida a abordar el jeep.
Haciendo el propósito de que en el camino aniquilaría al chofer, pero que no podía llegar viva donde seria interrogada, torturada, violada, que no soportaría tanta presión, sentía que sabia muchas cosas, que seguramente no podría decir nada y por tanto sufriría mucho sin saber hasta cuánto podría soportar.
Pero en ese momento los niños, los hijos de la comadre empezaron a llorar fuertemente con gritos diciéndome madrina, "madrina no se vaya".
Esto me salva porque el teniente dice "bájese, quédese cuidando a los niños".
Yo bajo con una gran confianza, con toda la confianza del mundo, pero me quedo cuidando a los niños.
Vuelven a comunicarse con su clave de "z" no sé cuánto y cerro; yo me imaginaba que era las oficinas de la OSN en la loma de Tiscapa.
Ahí donde estaba lo tétrico donde metían a los prisioneros a los subterráneos, lo que se contaba entonces.
Me imaginaba lo peor, nuca conocí esos lugares pero se sabía que habían asesinado a muchos como el caso de David Tejada.
Aquí estaba Samuel Genie de una larga historia de crímenes y jefe de la OSN. La orden que reciben es que se retiren.
Volví a revisar si había cumplido con quitar, correr y abrir. Esto se me convirtió en una obsesión por la envergadura que podía tener si un hermano de lucha regresaba y a lo mejor moría por una falta de cuidados. Volví a sentarme en el mismo lugar.
Al darles la orden de retiro les dicen que deben dejar a un hombre como puesto fijo para que siga observando el lugar para ver si no se realizan movimientos raros.
Me quedé esperando que se retirara todo el operativo con el objetivo de ver quién era el tipo que se quedaba y poder maniobrar con cuidado.
El civil que quedó se paseaba, se cruzaba la calle de esquina a esquina, luego regresaba al punto inicial.
En ese momento yo entré y comencé a cruzar la ropa en sacos tanto la que hablamos lavado como la que nosotros fabricábamos (hamacas, camisas y ropa ajena), las dos máquinas de coser donde la comadre.
Ya caía la noche y la señora había regresado.
Ella comenzó a interrogarme por lo que le estaba entregando todo ese material, "qué pasaba, qué sucede," decía.
Que si yo era del FSLN, si yo era la gente que andaban buscando, etc.
Yo traté de tranquilizarla, que no se preocupara, pero si llegaba la guardia y le preguntaban por las cosas que dijera que no, que se las habían pasado y que las tenia ahí esperando que las pasaran recogiendo, pero que las máquinas de coser que no las diera, que eran de ella.
Como la guardia no regresó, la señora se quedó con todo.
Hasta los ocho días después, como la casa quedó a obscuras, empezaron a sospechar de la casa, lo cual quiere decir que en la delación nadie señaló exactamente el sitio suerteramente y en el vecindario no existía sospechas, lo cual quiere significar que la casa estaba limpia y que el error fue el traslado de muebles hecho por René.
Nosotros tentamos un rótulo que decía SE COSE Y SE INYECTA. Pero ese rótulo, la noche anterior, el mismo hijo de la vecina, la comadre, habla estado jugando con el tal rótulo, por estar molestándonos, el muchacho de unos catorce o dieciséis años, era como enamorado de la Luisa Amanda, ella se llevaba muy bien, y bueno por azares del destino, por molestar nos escondió el rótulo arriba del techo; estaba amarrado con un alambre de unas argollas sobre un tubo galvanizado sobre el techito de la acerita de la calle que hacia una especie de porchecito; entonces quedó sobre el tubo sostenido con el techo; por tal razón la guardia no detectó de que el rótulo que ellos buscaban, en varias preguntas me insistían por el rótulo y a mí me extrañaba tanto que ni le daba importancia.
Hasta al final que yo ya estaba lista para abandonar la casa, revisé las municiones, unas cajas donde había estas cosas, el fusilito recortado, todo eso se quedó en su lugar, pues dejarlo a la comadre era comprometerla.
Lo de más valor que nosotros teníamos eran las máquinas de coser, a nivel económico.
Tomé mi envoltorio donde tenía mi pistola y bajé por el cauce que estaba al fondo del patio de la casa, caminé sobre el cauce hasta llegar a una cuadra de la nunciatura, luego subí a encontrarme con una iglesia que existe en Altagracia, entré a la iglesia, contrachequié, para ver si no llevaba seguimiento; me hinqué para no despertar sospechas.
Salí y caminé dos cuadras, hablan muchos guardias colocados en forma estratégica, no estaba tan limpio el paso, en cada esquina había un guardia. Yo cruzaba frente al guardia nunca traté de pasar por detrás, y le sonreía al guardia más que planificado por temor o nerviosismo.
Encontré una pulpería (tienda de abarrotes o venta), entre para verificar si no llevaba cola.
Posteriormente doblé hacia la izquierda y como a unas tres cuadras, tomé un taxi. Llegué a la esquina de la Bolívar donde quedaba la tienda de las camas Luna, ahí tomé un autobús que decía Colón, este Bus hacia el recorrido por la calle Colón, pasaba por la casa Pellas de la antigua Managua, iba sobre esa calle hasta llegar al tope del cine Trébol, y bajé en el trébol, cerca de ahí había un hotel que se llamaba Estrella.
Fui caminando llegando a la calle que quedaba la casa de las baterías Hasbani.
Detrás de ese hotel vivía una familia que después de la muerte de Julio Buitrago, por un accidente llegue a esa, ahí se preparó el secuestro del Avión de La Nica, con Guadamuz.
Llegué a esa casa, entre de una sola vez hasta la cocina, llegue de improviso, la familia quería que me fuera, pero yo estaba ya en la cocina porque ya tenía experiencia de casos anteriores de que cuando la gente me miraba, se asustaban, me decían que no podían tenerme en su casa, me devolvían de la puerta, y tenía que volver a empezar a idear donde alojarme para salvarme de la persecución.
Entonces con esos antecedentes de una o dos veces me había ocurrido, por eso esa vez entre hasta el fondo de la vivienda.
La señora lloró, me rogó que me fuera, a pesar de mis explicaciones del peligro que ocurriría de si me encontraba en la calle, me tomarían presa, a lo mejor no solamente presa sino que matarían y que esa situación ocasionaría un sentimiento de culpa para ellos para toda la vida, mientras que si me protegían nadie sospecharía si todo se hacía bien; si no comentaban en el vecindario, que yo era sandinista, que debía decirse que era un familiar que había llegado enferma.
Empezamos por construir una leyenda nuevamente sobre la estadía en esa casa. Se notaba que era un poco difícil puesto que para entonces los periódicos habían publicado mucho sobre mi persona, sobretodo Novedades, por lo que opté por estar siempre en un cuarto encerrada sin hacer el menor ruido.
Así estuve hasta que me trasladé a otra casa, por cuestiones operativas en esa casa no podía seguir permaneciendo. Estuve quince días. .
No sé si sabrán que cada casa tenía un nombre especial que la distinguía de las demás, con el fin de, cuando se refería de ella frente a personas que no tenían porque saber su existencia, se guardaba su seguridad.
No quiero decir sus nombres porque a veces no los recuerdos y otras me da pena herir susceptibilidades por los nombres, pero decir algunos, por ejemplo esta le llamaban "la casa del abandono".
Inés era una persona muy nerviosa, de carácter muy fuerte o pleitista; había días que ella era como un pan, pero había días que negaba hasta los buenos días; no sabría decir cuáles eran las causas, pero supongo que intervenía la situación general del país.
La madre era una señora muy cariñosa pero temerosa de conversar mucho, era una señora muy mayor que su vida transcurría en ir al mercado prepararle los alimentos a su hija, ayudar la económicamente con la venta de nacatamales que ella misma fabricaba.
No era una casa muy grande, eran dos puertas que daban a la calle, una era la sala a lo inmediato el comedor, un patiecito muy estrecho, una acerita que de inmediato estaba el cuarto de Ines luego el de la madre y al final la cocina; la otra puerta separada por un tabique de madera, en buena parte del tiempo Ines lo alquilaba a estudiantes; quedaba muy cerca de dos Institutos importante, El Ramírez Goyena, donde funcionaba la Normal de Managua y por la noche el Cervantes, y el colegio Bautista.
En ese local, que cuando era ocupado por nosotros, la puerta de la calle prácticamente quedaba clausurada por seguridad, por la parte interior había una puertecita que se comunicaba con el resto de la casa; los muebles que existían en ese cuarto era un canapé de madera sin colchoneta, que servía de cama, y una mecedora antigua, en la parte final del cuarto estaba la biblioteca, esto permitía leer algunas novelas de buenos autores. Muy cómodo el lugar.
Muy temprano, a las seis de la mañana, se oían las noticias, buena costumbre que me permitía estar en contacto con el exterior.
Me enteré de la captura de René y de muchas capturas en esos meses.
A pocos días de llegar ahí, Inés me mostró una revista llamada Grafico América, editada por la secretaria de la presidencia donde podía ver mi fotografía junto a la de Tomás Borge, Germán Pomares y otros.
Ya Inés como buena periodista sabía quién era yo.
Entonces, llegue donde Inés González, una mujer periodista, maestra y profesora de Educación Media.
Estando en esa casa, conocía noticia de la deserción de "Payo" el hijo de Sánchez Sancho.
En esos días habían llegado al país un contingente de compañeros que había recibido entrenamiento en el exterior, asacar Turcios, Julián Roque, Polo Rivas.
Aquí permanecí de enero hasta mayo de 1970. Este periodo fue de mucha represión, murió Leonel Rugama, Roger Núñez, habían apresado a una gran cantidad de gente como Oscar Benavides y familia, René Núñez, en las inmediaciones de la colonia Dambach.
La persecución que se desata se observa que fue alrededor de la relación de los muebles trasladados, lo cual reafirma la experiencia que era mejor perder lo material y no la vida de tanta gente.
Era una experiencia dolorosa, muy dura. Pero esto fue sentando las bases de desarrollar una madurez y estabilidad, una actitud inclaudicable y de participación constante, de vivir en esa clandestinidad con la firmeza, la seguridad de que el triunfo lo teníamos que lograr y que por esa razón jamás, a pesar de lo duro, de lo estrecho, de lo difícil, de lo incomprensible para mucha gente de la clandestinidad, constituyó una valiosa escuela que forjó a la militancia del FSLN durante todo el tiempo que duró esta bregar por la liberación.
En abril entrega su vida al altar de la Patria, Luisa Amanda Espinoza, dando muestra de su capacidad de combate, 'su mano no dudó en defender con la misma arma que el somocismo atacaba las ansias de libertad de los nicaragüense, su práctica de tiro al blanco fue perfecta, se graduó para la posteridad.
Vivió entre nosotras con un ansia de aprender el arte de la guerra para que llegara el momento de expresar de qué estaba hecha.
No aspiraba a ir a un salón de belleza, o a cumplir sus obligaciones de mujer común sus aspiraciones estaban muy lejos de quedar en tan poco, su fuerza estaba en su voluntad de luchas por una Patria Libre.
Tenía muy claro su papel en el momento preciso, poseía todas las capacidades de hembra con el condimento de Patria Libre o Morir.
A esta casa llegaba José Benito, Oscar Turcios, "pepsi cola" era Narváez quien era el que más se preocupaba de si estaba cómoda, quiero decirte que yo no necesitaba mucho para sentirme cómoda, suficiente con que la familia me aceptara.
Ayudaba a la madre de Inés a hacer nacatamales, de ahí salían algunos donados para diferentes casas que conocía "pepsicola".
En abril asistí a algunas reuniones con artistas, pintores que comenzaban a diseñar su participación en la lucha revolucionaria.
Ahí me encontré varias veces con Camilo Ortega, un joven menudito, agradable, con un rostro siempre feliz.
Era por la casa Pellas, en un segundo piso, en un portón muy estrecho con unas escaleras muy empinadas, ese es el recuerdo de la sensación que aún conservo.
En los años 80 |
Autor: Olga María Avilés López