Puerto Rico está a las puertas de una gran crisis económica. Acosada por un peligroso cóctel de deuda-recesión, la pequeña isla estadounidense ha provocado que tanto inversores como parte de la administración del presidente de Estados Unidos (EE.UU.), Barack Obama, teman una cesación de pagos.
A finales del mes de noviembre, la “task force”, grupo encargado por Obama de identificar medidas para atacar los problemas de la isla caribeña, resumieron que “los problemas de Puerto Rico no surgieron súbitamente y no se arreglarán rápidamente“.
Estudiado con desconfianza por las agencias calificadoras de riesgo, la deuda pública del “Estado libre asociado” se duplicó en 10 años, acercándose a los 65 mil millones de dólares, equivalente a93 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB) del territorio.
Según estos estudios, la recesión económica -que inició en 2006 e interrumpida brevemente en 2012- debería prolongarse hasta el año próximo, con una contracción estimada de 0,8 por ciento, agravando aún más el desempleo.
Pese a contar con una mano de obra calificada y barata, la tasa de desempleo (14,7 por ciento en octubre) es más del doble que la que se registra en el conjunto de EE.UU.
Por su parte, el profesor de economía de la Universidad de Puerto Rico, Argeo Quinones-Perez, declaró a la agencia internacional AFP que “hay mucho pesimismo” frente a este escenario, a la vez que subrayó que la isla continúa perdiendo población (-27 mil habitantes en 2012), que huyen de la paralización económica.
Puerto Rico, territorio de estatuto híbrido, asociado a Estados Unidos en 1898, es un archipiélago de unos nueve mil 100 kilómetros cuadrados que se apoyó en sus tiempos de dinamismo en la industrialización a marcha forzada, bautizada como “operación manos a la obra”, destinada a atraer inversiones extranjeras.
Numerosas empresas farmacéuticas y de bio-tecnología respondieron al llamado, atraídas por un sistema de exoneración de impuestos, además de normas medioambientales muy permisivas, pero impulsado por la administración del expresidente norteamericano Bill Clinton, este mecanismo llegó a su fin en 2006, poniendo freno a una economía fragilizada por la competencia internacional.
Sin opciones
Ante la falta de ingresos fiscales, los fondos estatales se agotan, al punto de poner en duda la capacidad de la isla de hacer frente a sus obligaciones, mientras que la deuda ocupa el 14 por ciento de su presupuesto.
El gobernador de la isla, Alejandro García Padilla, señaló que Puerto Rico tiene “la obligación moral” de rembolsar sus deudas y no se declarará en quiebra. “No necesitamos financiarnos en los mercados (…) No tenemos problemas de liquidez”, afirmó a inicios de noviembre, a la vez que subrayó que no solicitó un plan de rescate a la administración estadounidense, que le aporta ya más de un quinto de su presupuesto.
Las opciones de Puerto Rico parecen limitadas. Aunque no tiene el estatuto, la isla está sometida al mismo régimen que los 50 estados del país, lo que le impide declararse en quiebra, como lo hizo la ciudad de Detroit, por otra parte su moneda es el dólar por lo que no puede devaluar y depende de la estrategia federal para desarrollar sus intercambios comerciales con el exterior.