A la banda de la calle Génova no parece importarle el galopante aumento de la pobreza en el estado español.
Siguen mintiendo cada vez que pronuncian más de cuatro palabras seguidas, como estos días la esperpéntica, ultraderechista y detestable, Esperanza Aguirre, en sus declaraciones por la mafiosa trama Gürtel, donde se limitó a decir “no” o “no sé nada” a más del 70% de las preguntas del juez.
Amparados en los dictámenes de organizaciones criminales, como la troika, el BCH o el Fondo Monetario Internacional (FMI), dedican todos sus esfuerzos a destrozar las vidas de millones de familias con sus llamadas “reformas”, que no son más que una sanguinaria estrategia para llenarse los bolsillos, desvalijando a manos llenas todos los recursos públicos de la ciudadanía, privatizando la sanidad, la educación y todo lo que suene a comunitario y constitucional, donde haya dinerito contante y sonante.
La idea es quedarse con todo, saquear, apropiarse, destruir los avances sociales, los derechos civiles y laborales conseguidos en los últimos 50 años.
Por mucho que los medios de comunicación del putrefacto régimen español traten de ocultarlo, infinidad de niños y niñas se ven desproporcionalmente afectados por los recortes en los presupuestos educativos, sociales y de salud, así como en la disminución de las prestaciones familiares, generando que más de 3 millones de menores en todo el estado estén ya en el umbral de la indigencia, con gravísimos problemas de nutrición, desescolarización, enfermedades y adicciones, evitables con adecuados programas de prevención y desarrollo comunitario.
Esta es la España de Eurovegas, de la Olimpiada de Madrid, de las visitas millonarias del Papa, del aeropuerto sin aviones de Castellón del delincuente tuerto Fabra, entre otros proyectos a la siciliana, que se les han jodido a los capos del sobre, ya que ni los propios mafiosos quieren meterse en sus horrendos tejemanejes por miedo a ser estafados.
El empobrecimiento progresivo del pueblo de la España de la pandereta, el fútbol y la prensa rosa, es consecuencia de las políticas públicas aplicadas en los últimos años, el austericidio, los salvajes recortes, junto a una reforma laboral que ha reducido salarios, permitiendo al empresariado despedir masivamente cuando se les antoje, al mejor estilo de los esclavistas y otros genocidas sociales.
Estos nuevos engendros del gobierno del PP han disparado el desempleo de forma espectacular, reduciendo salarios, vulnerando derechos fundamentales, aumentando la represión casi como cualquier dictadura fascista, reduciendo gastos públicos en el terreno social, muy especialmente en las transferencias públicas, tales como ayudas a familias desfavorecidas, ancianos/as, a personas con dependencia, escuelas de infancia, viviendas sociales, servicios de integración para inmigrantes, servicios sociales, prevención de la exclusión social, etc., unas vergonzosas políticas que perjudican directamente a las clases populares, beneficiando a los tramposos clanes empresariales, a los donantes de millones de billetes de 500 euros en sobres marrones.
La Navidad nos inunda de mierda, la casta política y sus palanganeros del periodismo cortesano, brindan estos días con cava del caro, con vino español del añejo, tan envejecido en barriles de cedro como la memoria del saqueo de un estado en manos de seres sin escrúpulos, que no se inmutan ante las alarmantes cifras de suicidios por razones económicas, ante las familias que son desahuciadas por la mafia o pasan frio por no poder pagar la luz o el gas, de los millones de niños y niñas que se quedarán sin Reyes un año más, gracias a esta gentuza de las corbatitas de colores, coches oficiales, jueces amigos, brazos en alto, defensa de torturadores franquistas, pelotazos y prebendas.
Se felicitan en su comilonas a cargo del erario público medio borrachos por lo “bien que lo hacen”, pisoteando derechos universales sin que salgamos todos y todas a las calles, sin que no regresemos a nuestras casas hasta que se metan para siempre en sus putrefactas madrigueras.
Que esto estalle de una puta vez para poder construir una nueva sociedad, un nuevo proceso constituyente, un nuevo gobierno por y para el pueblo, donde estos malhechores den para siempre con sus huesos en la cárcel.
La desesperación, el frío y el hambre, la gente revolviendo entre la basura de los contenedores, alimentándose de comida caducada, anuncian nuevas muertes, nuevas miserias, más sufrimiento.
¿Hasta cuándo lo vamos a permitir?