El basurero en que se ha convertido Madrid ofrece la viva imagen de la decadencia política española incapaz de conectar con su base social y de devolverle cuanto le ha quitado mediante engaños, manipulación y sometimiento.
Sin voluntad para el consenso desaparecen las soluciones pese a que la inmundicia aflora en grandes cantidades evidenciando lo que subyace en las decisiones ajenas a la ética o al compromiso asumido en las urnas.
El poder ejercido al margen de las necesidades va mostrando sus corrupciones y su complacencia con las élites que van desechando como inservibles a segmentos de un capital humano que se resiste a acatar reformas numéricas desencadenantes del despojo de derechos esenciales.
Frente a la exclusión surgen las reacciones transversales con unos protagonistas que se exhiben en mareas ciudadanas sin enarbolar consignas partidistas.
Lo que provoca sus oleadas son las reivindicaciones colectivas que tanto disgustan a quienes desgobiernan en España.
En ese contexto basureros de Madrid han puesto en jaque a su alcaldesa con lo que tienen.
Los desechos siguen acumulándose por la huelga indefinida ante el propósito de echar a mil trabajadores y de reducir en el 40% el salario de quienes queden.
En la gran ciudad los habitantes sortean como pueden el espectáculo recurrente en sus calles mostrando hasta qué punto puede llegar la suciedad actual en España.