Pablo Gonzalez

La fe no tiene cabida en la ciencia



Autor: Jerry A. Coyne

Una táctica común de quienes afirman que la ciencia y la religión son compatibles es argumentar que la ciencia, al igual que la religión, se basa en la fe: fe en la veracidad de lo que observamos, en las leyes de la naturaleza o en el valor de la razón. Daniel Sarewitz, director de un centro de política científica en la Universidad Estatal de Arizona y colaborador ocasional de Slate, escribió lo siguiente acerca del bosón de Higgs en las páginas de Nature, una de las revistas científicas más prestigiosas del mundo: "Para quienes no pueden comprender las matemáticas, la creencia en el Higgs es un acto de fe, no de racionalidad".

Dichas declaraciones implican que la ciencia y la religión no son tan diferentes, porque ambas buscan la verdad y utilizan la fe para encontrarla. De hecho, la ciencia es a menudo descrita como una especie de religión.

Pero eso es incorrecto, porque la "fe" que tenemos en la ciencia es completamente diferente de la que los creyentes religiosos tienen en Dios y en los dogmas de su credo. A modo de ejemplo, considere las siguientes cuatro afirmaciones:

- "Tengo fe en que voy a reunirme con mis amigos y familia en el Cielo, porque acepté a Jesús como mi salvador."

- "Mi fe me dice que el Mesías aún no ha llegado, pero que lo hará algún día."

- "Me duele la garganta, pero tengo fe en que esta penicilina me sanará."

- "Tengo fe en que recibiré 72 vírgenes en el paraíso si me inmolo por Alá."

Todos ellas usan la palabra fe, pero una la usa de manera diferente. Las tres creencias religiosas (cristiana, judía y musulmana, respectivamente) representan la fe tal como la define el filósofo Walter Kaufmann: "una creencia intensa, por lo general confiada, que no se apoya en pruebas suficientes como para ser aceptada por toda persona razonable."
 
 De hecho, no hay evidencia más allá de la revelación, la autoridad y las escrituras para respaldar las afirmaciones religiosas anteriores, y la mayoría de los creyentes en el mundo rechazaría al menos una de ellas. Para decirlo sin rodeos, la fe implica pretender saber cosas que no se saben. Detrás de ella está la ilusión, tal como se expresa claramente en Hebreos 11:01: "La fe es la garantía de lo que se espera, la certeza de lo que no se ve."

En contraste, la tercera frase se basa en la evidencia: la penicilina mata casi siempre a los estreptococos. En tales casos la palabra fe no significa "creencia sin pruebas sólidas", sino "la confianza derivada de las pruebas científicas, de la experiencia documentada y repetida."

Usted tiene fe (es decir, confianza) en que el sol saldrá mañana ya que siempre lo hace, y no hay evidencia de que la Tierra haya dejado de girar o de que el sol se haya extinguido. Tiene fe en su médico porque, presumiblemente, lo ha tratado a usted y a otros pacientes con éxito, y sabe que lo que prescribe está verificado científicamente.
 
 Usted no iría a consultar a un chamán o a un sanador espiritual para la faringitis estreptocócica, a menos que quiera perder su dinero.

La fusión de la fe como "creencia infundada" con la fe como "confianza justificada" no es más que un truco semántico utilizado para apuntalar a la religión. De hecho, usted nunca escuchará a un científico diciendo: "Tengo fe en la evolución", o "Tengo fe en los electrones." No sólo es ese lenguaje insólito para nosotros, sino que sabemos muy bien cómo esas palabras pueden ser mal utilizadas en nombre de la religión.

¿Qué hay respecto del respeto del público y de otros científicos hacia la autoridad? ¿No es acaso un tipo de fe? En realidad, no. Cuando Richard Dawkins habla o escribe acerca de la evolución, o Lisa Randall sobre la física, científicos de otros campos -y el público- confían en que tienen razón. Pero eso, también, se basa en la duda y la crítica inherente a la ciencia (pero no la religión): el entendimiento de que su experiencia ha sido examinada continuamente por otros biólogos o físicos. Por el contrario, las afirmaciones de un sacerdote acerca de Dios no son más demostrables que las de cualquier otra persona. No sabemos ahora más acerca de lo divino de lo que sabíamos hace 1.000 años.

El escrutinio constante de nuestros pares proporciona a la ciencia un mecanismo de autocorrección que nos permite aproximarnos a la verdad acerca de nuestro universo. 
 
Cuando Sarewitz afirmó que la "creencia" en el bosón de Higgs fue un acto de fe más que de racionalidad, y cuando lo comparó con la creencia hindú en un mar de leche que sustenta a sus dioses, estaba claramente equivocado. 
 
Existe una fuerte evidencia acerca del bosón de Higgs, cuya existencia fue confirmada el año pasado por dos equipos independientes utilizando un acelerador gigante y un análisis estadístico riguroso. Pero no existe, ni existirá nunca, ninguna prueba de ese mar de leche.

Los científicos no dan ninguna credibilidad o autoridad especial a los libros tampoco, salvo en la medida en que supongan teorías integrales, análisis novedosos o verdades comprobadas. Cuando llegué a ser un biólogo evolutivo, no estaba obligado a jurar por la verdad de Darwin con mi mano en El Origen de las Especies
 
En efecto, ese libro estaba equivocado en muchos aspectos, incluyendo su falaz teoría de la genética. En cambio, muchos creyentes deben jurar reiteradamente adhesión a afirmaciones religiosas inmutables y dudosas (como los credos de Nicea y de Atanasio), y muchos clérigos juran defender la doctrina eclesiástica.

Así que los científicos no tienen fe de tipo religioso en las autoridades, libros o proposiciones sin sustento empírico. ¿Tenemos fe en algo? Dos objetos de fe científica serían las leyes físicas y la razón. Hacer ciencia, se dice, requiere de fe infundada en el "orden de la naturaleza" y en un "conjunto inexplicado de leyes físicas", así como en el valor de la razón en la determinación de la verdad.

Ambas afirmaciones son erróneas.

El orden de la naturaleza -el conjunto de las así llamadas leyes naturales- no es una suposición, sino una observación.
 
 Es lógicamente posible que la velocidad de la luz pueda variar de un lugar a otro, y aunque tendríamos que ajustar nuestras teorías para tomarlo en cuenta, o prescindir totalmente de ciertas teorías, no sería un desastre. 
 
Otras leyes naturales, tales como las masas relativas de los neutrones y los protones, probablemente no pueden ser violadas en nuestro universo. No estaríamos aquí para observarlas si pudieran, porque nuestros cuerpos dependen de las regularidades de la química y la física. Tomamos la naturaleza como la encontramos, y en ocasiones se comporta en forma predecible.

¿Qué pasa con la fe en la razón ? Otro error. La razón, el hábito de ser crítico, lógico y de aprender de la experiencia, no es una suposición a priori, sino una herramienta que ha demostrado funcionar. 
 
Es lo que produce antibióticos, computadoras y nuestra capacidad para secuenciar el ADN. No tenemos fe en la razón; usamos la razón porque, a diferencia de la revelación, produce resultados y comprensión. Incluso cuando discutimos porqué debemos usar la razón ¡empleamos la razón!

Por último, ¿no está la ciencia -al menos- basada en la fe de que es bueno saber la verdad? No lo creo. La idea de que el conocimiento es mejor que la ignorancia no es una fe cuasi-religiosa, sino una preferencia: preferimos saber lo que está bien, porque lo que está mal por lo general no funciona. 
 
No describimos la plomería o la mecánica automotriz como apoyada en la fe de que es mejor tener las tuberías y los coches en buen estado, sin embargo quienes se desempeñan en esas profesiones también dependen de la búsqueda de la verdad.

Se puede refutar el mito "la ciencia es una forma de fe" en un solo párrafo, y voy a dejar a Richard Dawkins con el honor:

Hay una gran, pero gran diferencia entre sentir fuertemente, y aún apasionadamente, lo que nos parecen verdades aprendidas desde, y examinadas por medio de la evidencia, a sentir lo mismo porque se nos reveló internamente, o se reveló internamente a algún otro en la historia y se consagró por la tradición. 
 
Existe toda la diferencia del mundo entre creer lo que uno está preparado para defender citando evidencias y utilizando la lógica, y creer lo que no se sustenta más que en la tradición, la autoridad o la revelación.

Así que la próxima vez que alguien sea descrito como una "persona de fe", recuerde que, aunque suponga un elogio, es realmente un insulto.

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