VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

VATICANO: El más siniestro puntal imperialista

Hipatia y Cirilo de Alejandría.

Su condición de mujer pagana, la llevaron a ser vilipendiada por hereje cuando se negó a profesar una religión que iba contra sus principios científicos.  

Sufrió la intolerancia de quienes solo admiten otras formas de pensar, cuando el ser humano debe tener libertad de creer, aceptar y el deber de tolerar. 
No sólo los detalles truculentos del crimen, sino también la manifiesta impunidad con que actuaron los asesinos, han hecho de la muerte de Hipatia un escándalo histórico perdurable.
 Bajo la lectura feminista el asesinato de la filósofa, es un símbolo de la perversa opresión patriarcal que defiende y castiga ferozmente el intento femenino de discutir su autoridad o rivalidad en ella.

El historiador Hans von Campenhausen dice que Uno de los Padres de la Iglesia más polémicos fue Cirilo de Alejandría (c. 375-444).
 Era: “autoritario, violento, astuto, convencido de la grandeza de su sede y de la dignidad de su ministerio”, añade que “siempre consideró como justo aquello que era útil a su poder episcopal y a su dominación, la brutalidad y falta de escrúpulos con que llevó su lucha nunca le crearon problemas de conciencia”.
 Cuando era obispo de Alejandría, se valió del soborno, la publicación de libelos y la calumnia para deponer al obispo de Constantinopla entre otros adversarios.

Incluso se atrevía con el gobierno central el prefecto imperial en la ciudad Orestes que tuvo que salir de la ciudad a temor de su vida, sin judíos ni novacianos a los que elimino, sin poder imperial, ya solo quedaba el terminar con lo que quedaba del paganismo, según Sócrates (Hist. eco. 7,15), fue inductor de que la conocida filósofa Hypatia, asesinada, despedazada, y quemada en marzo del (415) en la escalinata de una iglesia por un grupo de “cristianos” que la raptaron de su carruaje, a la salida de su ultima reunión con Orestes, no contento con ese hecho se desato una persecución que el escritor describe con charcos de sangre en las calles con gran crueldad.

Sobre Hypatia y sobre toda la humanidad se abatió la irracionalidad: el creciente poder de la Iglesia católica y su pacto de sangre con un imperio romano en decadencia.
 La supresión del paganismo, la liquidación de las bibliotecas, del saber y de los sabios, la anulación del librepensamiento y de la investigación científica. 
La prohibición del acceso a la mujer a todo conocimiento para ser sometida, en pocos decenios consiguió llevar a cabo la casi totalidad del proyecto. 
Pero Ambrosio, Juan Crisóstomo, Agustín y Cirilo, los gigantes del naciente imperio de la Iglesia, toparon en su camino, cimentado de hogueras y regado de sangre, un último escollo: una mujer que dirigía la Escuela alejandrina, una sabia de rectitud moral inquebrantable que, al término de una jornada de investigación y estudio, se echaba sobre los hombros el tribon, (manto de los filósofos), y deambulaba por Alejandría para explicar a sus habitantes el significado de la libertad de pensamiento, del uso de la razón.

Cirilo, obispo y nuevo patriarca de Alejandría urdió el asesinato de Hypatia, de nada sirvió la voz aislada del prefecto imperial Orestes, que intentó defender y salvar a esta mujer de ciencia.
 Ella hizo ver que, en realidad, no podía definirse como “pagana”, porque “cualquier religión, cualquier dogma, es un freno para la libertad de investigación y puede convertirse en una prisión que impida indagar libremente sobre el origen de la vida y el destino del hombre”.

Hypatia simbolizaba el aprendizaje y la ciencia, que en ese momento de la historia occidental fueron precisamente identificados como paganismo. 
En declaraciones conservadas, el obispo Cirilo, la acusó, de: “Enseñar supersticiones como verdad” pensamientos tan indignos y subversivos de Cirilo, que espoleó a la multitud cristiana contra Hypatia acusándola de pagana, impía y bruja. Los asesinos eran Parabolanos, monjes fanáticos de la iglesia de San Cirilo, el ejército privado y fuerza de choque del propio obispo Cirilo.

El asesinato de Hypatia está descrito en la obra de un historiador cristiano del siglo V, Sócrates el Escolástico:
 Como drástica solución a un problema moral, ya que al ser virgen no podía ser asesinada, fue violada, desgarrada, descuartizada y quemada por los propios Parabolanos.
 No se sabe si Cirilo ordenó directamente el asesinato, pero por lo menos creó el clima político que hizo posibles tan atroces hechos.

Orestes informó del asesinato y solicitó a Roma que se iniciara una investigación. 
Luego renunció a su puesto y huyó de Alejandría.
 La investigación se pospuso repetidas veces por “falta de testigos” y más tarde Cirilo llegó a proclamar que se encontraba viva en Atenas.
 El brutal asesinato de Hypatia marcó el final de la enseñanza platónica en Alejandría y en todo el Imperio romano.

Poco después de la salida de muchos estudiosos comenzó el comienzo del declive de Alejandría como uno de los más importantes centros de aprendizaje antiguo. 
Más tarde Cirilo fue canonizado.

Bibliografía:

La Comunidad

Charles Kingsley “Hypatia: nuevos enemigos con una cara vieja” (1852).

María Dzielska, “Hypatia de Alejandría” (1995)

MacTutor History of Mathematics – Biografía de Hypatia de Alejandría

Por el honor de San Cirilo de Alejandría



Hypatia –mujer al fin- no fue menoscabada en vida por los cristianos, ni desecharon ellos su ciencia con orgullo a causa de su condición femenina. La misma María Dzielska, de la Universidad de Jagellónica, en su Hipatia de Alejandría -de la que hay versión castellana, por lo que puede constatarse su ausencia de toda apologética católica- narra que la filósofa contaba con cristianos entre sus alumnos, como el Obispo Sinesio de Cirene (cuyo intercambio epistolar conocemos gracias a la obra ingente de Agustín Fitzgerald, The Letters of Synesius of Cyrene, Londres, 1925), o el “digno y santo” sacerdote Teotecno, y los prestigiosos Olimpio, Herculiano e Isión. También fue un cristiano, Sócrates Escolástico, quien en su Historia Eclesiástica (VII,15), escrita con posterioridad a la muerte de la alejandrina, la encomió como “modelo de virtud”. Si no le es imputable a los cristianos el maltrato a esta mujer singular, tampoco lo es su muerte, ni mucho menos a San Cirilo de Alejandría.

El origen de amañada y dañina versión, según lo explica eruditamente Bryan J.Whittield en The Beauty of Reasoning: A Reexamination of Hypatia of Alexandra, hay que buscarlo en el desencajado Damascio, último escolarca de la Academia de Atenas, quien exiliado en Persia, y dispuesto a azuzar las maledicencias contra Cirilo, a quien tuvo por rival –en un tiempo de rivalidades religiosas fortísimas y extremas- le atribuyó el homicidio sin más fundamento que sus propias conjeturas. Porque esto y no otra cosa es lo que, desde entonces y hasta hoy, siguen haciendo cuantos rivalizan endemoniadamente contra la Fe Verdadera. Han pasado siglos desde el lamentable episodio y nadie ha podido aportar otro cargo contra el gran santo de Alejandría que no fuera la sospecha, el rumor, la hipótesis trasnochada o la presunción prejuiciosa.

Coinciden los enemigos frenéticos de la Iglesia Católica, no los historiadores o los genuinos estudiosos del caso. No coinciden -y discrepan con la leyenda negra oficial impuesta finalmente por el Iluminismo- el arriano Filostorgio, el sirio Juan de Éfeso, los jansenistas Le Nain de Tillemont y Claude Pierre Goujet o el erudito Christopher Haas en su Alexandria in Late Antiquity: Topography and Social Conflict, publicado en 2006. No coincide tampoco Thomas Lewis, quien redactara ya en 1721 la célebre impugnación de la mentira a la que tituló sugestivamente “La Historia de Hypatia, la imprudentísima maestra de Alejandría: asesinada y despedazada por el populacho, en defensa de San Cirilo y el clero alejandrino.

No coinciden los hechos. Porque el mismo Cirilo, que lamentó y reprobó el crimen de Hypatia, amonestó enérgicamente en su Homilía Pascual del 419, a la plebe alejandrina dada a participar en turbamultas feroces y sanguinarias como la que puso desdichado fin a la vida de la filósofa. Si no se le cree al santo, las novelas de Lawrence Durrel –concretamente las de su Cuarteto de Alejandría- resultan una buena fuente para conocer el carácter sangriento y cruel de esas tropelías feroces del populacho alejandrino.

Además de la versión falseada de la muerte de Hypatia, sólo quiere recordar la expulsión de los judíos ordenada por San Cirilo, sin aclarar primero qué participacion tenían los hebreos en aquellos episodios luctuosos. Episodios que podían llegar a terribles excesos, como lo reconoce el ya citado Graetz, comentando los modos que solían tomar entonces los festejos del Purim. Porque como dice Maurice Pinay –en el capítulo VIII del segundo volumen de su Complot contra la Iglesia- los judíos “califican siempre esas medidas defensivas de los Estados Cristianos, de persecuciones provocadas por el fanatismo y el antisemitismo del clero católico”, pero son incapaces de ver las enormes vigas en los propios ojos. Tiene sobradas razones el exhaustivo Alban Butler, cuando en su voluminoso santoral, en la fecha correspondiente a la festividad del santo, el 9 de febrero, explica que Cirilo tomó legítimamente la decisión de expulsar a los judíos, tras comprobar “la actitud sediciosa y los varios actos de violencia cometidos por ellos”.

No coinciden, al fin, los juicios de la Santa Madre Iglesia, quien mucho tiempo después de agitadas las pasiones terrenas, disipadas las dudas, superadas las conjeturas malintencionadas, estudiadas las causas, investigadas las acciones, consideradas las objeciones y sopesadas las acciones, elevó dignamente a los altares a Cirilo de Alejandría, y lo proclamó Doctor de la Iglesia en 1882, bajo el Pontificado de León XIII. Años más tarde, en 1944, el Papa Pío XII, en su Orientalis Ecclesiae, lo llamó “lumbrera de la sabiduría cristiana y héroe valiente del apostolado”. 
Y hace muy poco, en la Audiencia General del miércoles 3 de octubre de 2007, Benedicto XVI se abocó por entero a su encomio, recordando su defensa de la ortodoxia contra la herejía nestoriana. 
Tomar en vano el nombre de Dios, profanar lo sacro, agraviar a los santos y mostrarse impiadoso y blasfemo, debería movilizar los ánimos y los actos reactivos de los católicos, antes y con mayor intensidad que las injusticias sociales. 
El Reino de Dios y su justicia sigue siendo lo primero. 
La añadidura se le ordena como lo subalterno a lo principal.

Los feminismos mórbidos impulsan a extasiarse en la descripción del linchamiento de Hypatia, para cargar las tintas y disponer las sensibilidades contra el odiado catolicismo,

No; categóricamente no.
 La coincidencia de la historia no está en retratar un Cirilo obtuso, asesino y odiador de mujeres. 
Eso queda para los recolectores de desperdicios usurpando el papel de escritores; para los escribas de ascosidades elevados al podio de intelectuales; para los ignorantes de invencible memez adornados con los oropeles baratos de la decadencia posmoderna.
 Eso queda para los hijos del Padre de la Mentira y los sepulcros blanqueados.

Extraido de: santaiglesiamilitante.blogspot.com/…/por-el-honor-de-san-cirilo-de.html –

http://lanaveva.wordpress.com/2009/12/29/hipatia-y-cirilo-de-alejandria/

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