Managua. Medio centenar de adolescentes se aposta en una rotonda de la carretera suburbana de Managua.
La mayoría viste con camisetas blancas estampadas con los distintivos fucsia, azul y amarillo del Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
En sus espaldas, llevan la firma del presidente Daniel Ortega.
Una joven toma un micrófono conectado a unos parlantes y grita: “Celebramos 33 años de nuestra gloriosa y heroica cruzada nacional, ¡viva el Frente Sandinista!”.
Y todos repiten: “¡Viva el Frente Sandinista!”.
“¡Viva Daniel, viva Daniel, viva Daniel!”, dice ella. La muchachada repite el estribillo.
“¡Hasta la victoria siempre, hasta la victoria siempre!”, continúa la joven. “¡Patria libre, patria libre!”.
Ellos son parte de la Juventud Sandinista, una organización afín al gobierno de Ortega, patrocinada por el FSLN, a la cual la Cancillería costarricense acusa de ingresar en la zona restringida de isla Calero, auspiciada por el gobierno sandinista.
Es viernes por la mañana.
En todas las rotondas del centro de Managua había piquetes similares. Cada uno tiene un líder, pero ellos alegan que no están autorizados para hablar con la prensa.
La noche antes, tuvieron un encuentro con Ortega para celebrar el 34 aniversario de la fundación de la Juventud Sandinista y el 33 aniversario de la Gran Cruzada Nacional de Alfabetización.
Además de participar en manifestaciones progobierno, medios oficiales dicen que el grupo apoya al Ejecutivo en programas ambientales, deportivos o de prevención de desastres. No se hallaron datos de cuántos miles son.
Ojos de vendedor. Después de gritar las consignas, buena parte de los jóvenes participan en juegos. Los adolescentes forman una hilera entrelazando los brazos, mientras que otro corre y salta para intentar pasar la barrera.
Unos se dedican a bailar al ritmo de los parlantes. En el centro de la rotonda sobresale un rótulo cúbico con propaganda oficial. “Buen gobierno 2013. Cristiana, socialista y solidaria”, dice el anuncio diagonal a uno de los centros comerciales más grandes de la ciudad.
La presencia de los jóvenes arrastra vendedores ambulantes. Santos Martín Gaitán González, de 39 años, apoya un pie sobre la baranda rosa, amarilla y verde de la rotonda con cajetas color rosa y café. Además, lleva bolsas con pequeños churros y maní con chile.
“Cuando miro así (que hay gente), vengo”, dice Santos Gaitán, quien añade que suele vender en los buses. Algunos lo dejan subir gratis y otros le cobran el pasaje de “cinco pesos” (unos ¢100).
¿Qué le parece el gobierno de Ortega? “El que ha mejorado el país es el que está ahorita”, dice este vecino de Vuelta Ferreto. “Ahora, hay cosas bonitas. Antes, todo estaba destruido”. Recuerda, además, que la administración dio a su esposa láminas de zinc y una cocina.
“Usted sabe que uno puede mejorar trabajando. El que no quiere trabajar es porque no quiere. Yo gano más en esto que en un empleo”.
Relata que gana hasta 500 córdobas al día (unos ¢10.000) revendiendo productos. ¿Y qué opina del conflicto entre los gobiernos de Ortega y Laura Chinchilla?
Santos Gaitán se enoja: “Ahí no, mire, él no está haciendo ningún conflicto. Las cosas de Nicaragua se tienen que respetar porque son de Nicaragua. Eso que él dijo es la verdad. El conflicto lo hacen ellos, Costa Rica y Colombia”.
Luego, el vendedor convida de sus pequeños churros. Nadie le compró. Se despide y se aleja hacia el oeste, por la avenida, con su camisa verde y su blue jeans .
Había otros cuatro vendedores. Algunos jóvenes apeaban mangos y otros movían la cadera al ritmo del gangnam style .
En la iglesia. Entró la tarde. Cuatro jóvenes de la Juventud Sandinista llegan a la catedral de Managua. Uno de ellos, de 17 años, se acerca al autor de este relato en la explanada frontal. Le llama la atención el equipo fotográfico. “Aquí vengo todos los domingos”, dice.
Explica que entró a las juventudes sandinistas hace un año, invitado por un amigo. Le gustó y se quedó. Menciona que el día anterior se reunieron con el comandante. Les dieron refrigerio y camiseta. “Ya tengo como 20 camisetas”, dice.
Él vive en el distrito siete de Managua. Allí hay una coordinadora del Gobierno que los llama y los organiza cuando hay actividades. Leen textos políticos y van al parque Luis Alfonso Velásquez Flores a practicar deportes.
Él está en cuarto año de colegio, quiere ir a la universidad y tiene una hermana en Costa Rica. “¿Es cierto que el agua es fría en Costa Rica?”, pregunta.
Sus compañeros salen de la iglesia y se reúnen con él. Se acerca un vendedor de elotes. Dos de ellos compran mazorcas hervidas.
Cada elote vale 5 córdobas (¢100).
¿Y usted no quiere?, le preguntan.
“Sí, pero no hay reales”, dice.