No se consiguen medicamentos ni hospitales, porque la economía está trastornada y los edificios han sido destruidos en el último «bombardeo humanitario».
Los volaron con gente adentro: personas enfermas, personal médico y paramédico y demás.
Han destrozado viviendas, edificios públicos, estadios, supermercados, farmacias, medios de comunicación. Con la gente adentro, se entiende.
Hay colas para comprar todo porque todo escasea.
Inflación, desempleo, quiebras, baja la producción.
Los salarios se estancan o decrecen, de los que aún conservan sus empleos, se entiende.
Reina el mercado negro.
A cada rato la detonación de un coche bomba, de un atacante suicida, de un bombardeo, el paso de cualquier avión a chorro sobresalta a los niños, a los animales domésticos, a ti.
Nadie sabe quién te secuestra ni por qué.
Ni para qué.
Andas por la calle y no sabes si en cualquier momento estalla un coroto explosivo por donde vas, por donde va tu niña, tu pareja, tu pariente, tu amistad, tu vecindario.
Se acaba la playa con su hilo dental y su rompecolchón.
Se acabó la discoteca del fin de semana. Nada de centros comerciales.
Ni pestañas postizas ni silicón.
Las playas están minadas.
Esta mañana tu bella vecina perdió una pierna.
No puedes ir a visitarla porque el trasporte público está paralizado no se sabe hasta cuándo.
El periódico no circula no se sabe por qué, si fue que no se pudo imprimir o no se pudo distribuir.
Rumores. Hay periodistas de runrunes que publican lo que les llegue sin verificarlo jamás.
Eso no importa. Lo que importa es causar la inquietud.
Grandes multitudes migran hacia los campos buscando comida, tranquilidad, que no encuentran.
Se desatan epidemias sin medicinas ni atención médica.
Así se vive hoy en Afganistán, Irak, Paquistán, Siria, o sea, doquiera que la ultraderecha cumple sus sueños horripilantes.
Un vaho de eso hemos tenido en Venezuela, con bombas en sedes diplomáticas y edificios públicos, asedios a embajadas, arrestos arbitrarios de ministros y diputados, acoso de personas en lugares públicos, en su vivienda, cierre de vías públicas, ¿qué quieren, que incendiemos esta ciudad?
¿De parte de quién?
¿Será ese tipo de cosas las que buscan María Corina y Germán Carrera, el tío del Monstruo de Los Palos Grandes?