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Costa Rica: ¿Pedir perdón o autismo político?

 
Se acercan las fechas en que todos tendremos que tomar decisiones con nuestro voto. 
 
Y no existe sufragio más estúpido que el que se otorga “a ganar”, como decimos acá; es decir, votando por quien las encuestas señalan como el favorito, no importa si se trata de un pillo redomado.

Alfonso J. Palacios Echeverría.

Resulta sumamente interesante lo que señalan los expertos en comunicación acerca de lo que los gobernantes realizan, después de “meter las patas” hasta el botón del tirante, y no reconocer sus yerros. 
 
Y sobre esta actitud que los distancia cada vez más de los ciudadanos, expresan ideas llenas de sensatez.

En nuestro país se acostumbra “endiosar” al gobernante, cosa que realizan sus correligionarios y la prensa que se alinea con la ideología político/económica que señala el camino para la toma de decisiones desde el gobierno. 
 
Pero muchos sabemos, y otra gente descubre al final, que nada o casi nada de lo que se nos dice es cierto, y que la imagen presentada por los medios es de cartón, falsa, artificial.

El actual gobierno ha sido una colección de yerros, malos manejos, estupideces y majaderías sin fin.
 
 Ha tenido que pagar caro su estulticia, y la gobernante se ha quedado en la soledad más absoluta, pues hasta los mismos miembros de su partido (esa jauría de hienas hambrientas) la han dejado sola, si es que alguna vez estuvieron con ella.

Pero ante los errores cometidos, su ausencia de humildad y sentido común, así como la carencia absoluta de olfato político, en vez de optar por el reconocimiento honesto que la engrandecería ante los ciudadanos, ha erigido para sí un torreón de soberbia y autismo político realmente asombroso.

No son pocas las ocasiones en que un político comete un error, sin embargo, sí que son escasas las veces que se excusa por ello. 
 
¿Por qué? 
 
El perdón en política está bien visto por los ciudadanos ya que valoran positivamente la honestidad en sus representantes.
 
 Sin embargo, está mal visto por muchos líderes que lo interpretan como un síntoma de flaqueza o debilidad. 
 
Pedir disculpas supone de forma implícita reconocer un error y por tanto dar fuelle al rival político.

Lo importante en un discurso o petición de perdón es que conlleva un sentimiento de empatía, un reconocimiento hacia la otra persona (la ciudadanía) a la que se respeta por considerarla ‘dañada’ por la falta. 
 
La petición de clemencia sugiere que se considera más importante el vínculo entre las personas implicadas que el orgullo de cada cual. 
 
Se trata, por tanto, de una ‘humanización’ de la política, que se pone de manifiesto más aún si cabe, en tiempos de crisis en los que la falta de previsión o la toma de medidas controvertidas pueden volverse en contra.

La solicitud de disculpas no es únicamente un aspecto formal, sino que puede acarrear muchas consecuencias tanto de percepción del electorado, de popularidad o de intención de voto. 
 
De hecho, desde el punto de vista de la estrategia de comunicación es muy importante ya que la solicitud de perdón implica pasar de ser sujeto pasivo a sujeto activo de la acción, por lo que el líder retoma la iniciativa del mensaje y vuelve a controlarlo temporalmente.

Merece la pena recordar que los políticos no están obligados a ser perfectos, pero sí lo están a rendir cuentas ante la sociedad.
 
 Un discurso de perdón en política debe aprovecharse para estrechar los vínculos entre dirigente y ciudadano, mostrándole su faceta más humana, explicando su gestión y argumentando los motivos por los que se ha actuado de una u otra manera.
 
 Sólo de esta manera se podrá acercar un poco más la política a los ciudadanos: haciéndola más afable, mostrándola transparente y honesta.

Pero la mediocridad, la vanidad, la falta de madurez y en último término la mala voluntad, han entronizado en la manera de comportarse de nuestros políticos criollos un temor pánico por el reconocimiento de sus errores, a todos los niveles y en todos los campos de su actuación.
 
 Lo que sucede, pienso yo, es que ya no distinguen errores de actuaciones perversas de corrupción, y ellos les impide adquirir el discernimiento necesario y la madurez política indispensable, para salir airosos de situaciones que la ciudadanía entera les concena.

Nuestros políticos se han convertido en una casta, la casta política, totalmente desconectada de la sociedad que les ha votado y que ingenuamente cree que los representa, que conoce sus preocupaciones, sus necesidades y va a intentar solucionarlas. 
 
Pues no. Los políticos de ahora están al servicio de un partido que es quien los pone y quita en listas y cargos, según las fuerzan internas, amiguetes o compadres. Eso si no hay negocios conjuntos. 
 
Esto no puede continuar así, ¿para cuándo las listas abiertas en las que los ciudadanos podamos elegir y pedir responsabilidades al candidato elegido?

Tengo para mí que los políticos actuales padecen autismo, enfermedad que afecta a la comunicación y que consiste en una anomalía en las conexiones neuronales.

autistas políticos porque los síntomas de los autistas coinciden con los síntomas que presentan nuestros políticos en general que son: la incapacidad de interacción social (ellos a lo suyo), el aislamiento (viven en otra galaxia) y las estereotipias.

Hay factores de riesgo que coadyuvan a la enfermedad autista política como el hecho de que muchos de nuestros políticos no hayan trabajado jamás en la, digamos, sociedad civil.
 
 Es decir, fuera de la casta política. 
 
Y que tampoco pudieran tener el estatus económico del que ahora gozan si llegasen a dejar de pertenecer a dicha casta. 
 
Sobre la incapacidad de interacción social, no hay ninguna duda. 
 
Nuestros políticos autistas presentan una incapacidad manifiesta para comprender, mucho menos actuar sobre el bien común.

La política como se ha practicado siempre en nuestro país todo lo arruina, todo lo descompone, derrumba muchas buenas intenciones y aniquila muchas esperanzas. Mal aplicada puede significar el derrumbe de los pueblos.
 
 En nombre de la política al igual que en nombre de las religiones, cientos de miles ciudadanos dedicados a ella, han cometido las brutalidades más inverosímiles: guerras, luchas intestinas, asesinatos, violencia.

Cabe recordar -por si algún político no lo sabe-, que la política se ocupa de las relaciones de poder entre gobernantes y gobernados, y como consecuencia de ella, la cualidad de la autoridad y el conflicto social.
 
 Dedicarse a la política -según los fundadores del sistema- es tener la inteligencia para interpretar las necesidades de la comunidad a la que se representa en el poder y el equilibrio mental y espiritual necesario para poner en práctica aquellas obras que resuelvan favorablemente las necesidades de la comunidad.

Lo peor de todo es que algunas decisiones que se toman, dejan la sensación que factores externos, o ajenos, al normal funcionamiento del Estado tienen injerencia y determinan que se debe realizar, o no. 
 
Es lo que gran parte de la comunidad percibe y comenta sin animarse a estampar su firma o decirlo. 
 
Los resultados son también respetados, podemos no estar de acuerdo y es la gente la que en definitiva los va a reconocer o hacer pagar el costo político en las elecciones cuando llegue la ocasión.

Además, ante cuestionamientos, por parte de particulares en medios de comunicación alternativos, no por los medios tradicionales y formalmente vinculados con los intereses que median en las decisiones, la única salida que tienen algunos es pedir a las páginas electrónicas que les permitan explicar lo que tienen en mente.

Los gobernantes, astutamente, se quedan callados y evitan los temas. 
 
De lo que han realizado mal, ni acuerdo, y esos medios tienen un papel preponderante en esto, al hacerse los idiotas y no preguntar, o no publicar los correos electrónicos, o notas enviadas.
 
 Aparentemente un patrón condicionante se enseñorea entre nosotros y hace de las suyas cambiando conductas y voluntades periodísticas.
 
 Con honrosas excepciones, pero hay reportajes que verdaderamente dan vergüenza ajena.

Los medios, orales o escritos, por otra parte, ante la gente que lee o escucha se convierte en un factor de poder, pero en base a la credibilidad, no por la repetición o el mecenazgo de estampar una publicidad política en cualquiera de ellos, no da derecho a que se escriba lo que algunos quieran. 
 
Deben tener conciencia de esa pequeña porción de poder, pero aclarando…no reaccionando.

Estas reflexiones tienen el propósito de poner en la mente de los lectores (que quizá son cuatro gatos, pero es algo) criterios importantes para juzgar la actuación de los políticos, en general, y de los aspirantes a futuros cargos.
 
 Porque se acercan las fechas en que todos tendremos que tomar decisiones con nuestro voto. 
 
Y no existe sufragio más estúpido que el que se otorga “a ganar”, como decimos acá; es decir, votando por quien las encuestas señalan como el favorito, no importa si se trata de un pillo redomado.

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