Pablo Gonzalez

Abortar en nombre de Dios



“Es más grave abortar que violar niños”, Fabio Martínez, arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Chiapas.


Rita Millá tenía 16 años cuando llegó a la iglesia de Santa Filomena en Carson, en el Condado de Los Ángeles, donde empezó a trabajar en labores de limpieza. 

Su madre, originaria de Chihuahua, la envió esperanzada de que cumpliera la ilusión del “sueño americano”.

 Le dio la bendición y le dijo:

 “Los sacerdotes, son como ángeles que están entre nosotros. 

Ellos son los representantes de Dios en la tierra, son un regalo divino”. 

A los dos meses, el sacerdote filipino Santiago Tamayo, su confesor habitual, la mandó llamar a la sacristía.

 Sin mediar palabra, de forma abrupta la besó en la boca.

 Ella lo miró sorprendida, él le explicó:

 “Me siento solo, necesito una mujer”. 

En realidad, Rita era sólo una niña, pero al padre Tamayo no le importó y la sometió a tocamientos hasta que finalmente un día la violó:

 “Fue horrible. 

Me dijo que no debía sentirme culpable porque eso era algo normal y que Dios así lo quería.

 Me advirtió que no debía decírselo a nadie y me amenazó. 

Yo se lo comenté a una superiora de catecismo. 

En lugar de apoyarme, me dijo que de ninguna manera debía desvelar ese secreto porque entonces sería la culpable de que el padre Tamayo fuera a la cárcel”, me cuenta Rita en entrevista. 

Durante cuatro años continuaron los abusos, hasta que un día el padre Tamayo “prestó” a Rita a seis amigos sacerdotes, todos filipinos:

 Ángel Cruces, Henry Caboang, Rubin Abaya, Sylvio Lacar, Víctor Valbín y Valentín Tugade. 

Los siete la violaron por separado en distintas ocasiones en las iglesias donde oficiaban misa y en las casas parroquiales.

 Un día, Rita se dio cuenta de que estaba embarazada.

 Era imposible saber quién era el padre de la criatura.

 El padre Tamayo urdió un plan para enviarla a Filipinas a abortar o para dar en adopción al bebe. 

Rita dio a luz en aquel país a una niña.

 Luego ambas viajaron de regreso a Los Ángeles. 

Durante 20 años, Rita encabezó una verdadera lucha legal por obtener justicia. 

Ninguno de sus agresores sexuales con sotana fue llevado a juicio. 

La Arquidiosesis de Los Ángeles a cargo del famoso cardenal protector de curas pederastas Roger Mahony, le negó el apoyo y decidió proteger a los delincuentes religiosos.

 Quiso silenciarla ofreciéndole tres millones y medio de dólares. Ella se negó y continúo denunciando lo que vivió.

 “Muchas mujeres han sido violadas por sacerdotes, pero a veces no se nos toma en cuenta en los medios, porque se les hace más anormal que los abusos contra los niños.

 Además, muchas veces al ser mujer se nos acusa de haberlos provocado”, comenta.

 Rita ocultó la verdad a su hija, pero cuando tenía 22 años, se armó de valor y le contó su verdadero origen.

 Fue muy difícil para ambas superarlo.

 Finalmente el cardenal Mahony fue obligado a pagarle a Rita medio millón de dólares:

 “Cuando veo una sotana es como si viera el diablo, me dan tanto miedo los sacerdotes.

 Yo ya no puedo ser católica, simplemente perdí la fe, es como si Dios me hubiera hecho todas esas cosas feas”, dice al recordar aquel mensaje que su madre le dio antes de enviarla a trabajar a la parroquia:

 “Los sacerdotes, son como ángeles que están entre nosotros”. Unos “ángeles” con doble moral que aceptan el aborto de mujeres y monjas violadas por ellos, pero denostan y persiguen el aborto libre.

 Los informes sobre monjas violadas y obligadas a abortar especialmente en África y América Latina son escandalosos.

 Elaborados por las religiosas Maria O’Donohue y Maura McDonald, publicados por la revista norteamericana National Catholic Reporter revelan cómo centenares de monjas en 23 países, la mayoría en África y América Latina, han denunciado haber sufrido abusos sexuales, a veces sistemáticos, por parte de sacerdotes y misioneros y luego obligarlas al aborto.

 O’Donohue señaló en su informe:

 “Lamentablemente, las hermanas también han reportado que los curas las han explotado sexualmente porque temen contaminarse con el VIH a través del contacto sexual con prostitutas.

 Hay casos de sacerdotes que exigen prestaciones sexuales a cambio de favores, como, por ejemplo, la entrega de algún certificado o la recomendación para poder trabajar en alguna diócesis.

 Casos de sacerdotes que dejan embarazadas a las religiosas y después las obligan a practicarse abortos.

 Y hasta casos de sacerdotes que empujan a las religiosas a tomar píldoras anticonceptivas, haciéndoles creer que es para prevenir el VIH”.

 El testimonio de Sor Marie McDonald es revelador: “es común el acoso sexual e incluso la violación de hermanas por parte de curas y obispos” que, “algunas veces, cuando una hermana queda embarazada,obligan a tener un aborto.

 Luego del aborto, las expulsan o directamente las echan a la calle estando embarazadas”.

 Uno de los problemas más graves de las religiosas que sirven en la Iglesia católica es el autoritarismo y machismo que padecen, ya que los sacerdotes siempre son considerados superiores:

 “La posición de inferioridad de la mujer en la sociedad y en la iglesia es contundente.

 Se comprende entonces que para una religiosa es imposible negarse al cura que le pide favores sexuales. 

Estos hombres son vistos como figuras con autoridad, que deben ser obedecidas”. 

Uno de los argumentos más comunes utilizados por los sacerdotes para convencer a las monjas, según el informe, fue el siguiente:

 “Ambos estamos consagrados al celibato.

 Esto significa que hemos prometido que no nos casaremos.

 Sin embargo, podemos tener sexo juntos sin romper nuestros juramentos”. 

Sobre estos crímenes sexuales, como los abusos sexuales del clero contra niños y niñas, el Vaticano ha actuado con un manto de silencio. 

Cuando la bomba explota de manera mediática intenta tapar el sol con un dedo o bien, espera a que pase el vendaval de críticas y posteriormente entierra el asunto.

 El fondo del asunto es siempre la sexualidad de los sacerdotes y el celibato obligatorio.

 Un tema que durante los últimos años la Santa Sede se ha negado a abordar de manera seria para buscar cambios y soluciones a los problemas generados a causa de la patología sexual del clero. 

¿Qué es más grave?:

 ¿Abortar o violar niños?… 

Dice el arzobispo de Tuxtla Gutiérrez, Fabio Martínez Castilla, que “cualitativamente, es mucho más grave el aborto que la violación de niños por parte de sacerdotes”.

 Supongo que el hecho de haber sido misionero en Angola durante una década marca la opinión del arzobispo y también el pertenecer a la congregación de los hermanos Maristas, una de las más denunciadas por abusos sexuales contra niños y niñas.

 En México este tipo de declaraciones no son motivo de imputación judicial, aunque deberían ser consideradas sujetas a delito, como aquellas que incitan al odio o a la discriminación. 

En este país el 30 por ciento de los sacerdotes es abusador sexual, según un estudio del Departamento de Investigaciones sobre Abusos Religiosos (DIAR) y el Centro de Investigaciones del Instituto Cristiano de México (ICM) y ni el cero coma uno por ciento está en la cárcel.

 Ahora lo único que nos falta saber es cuántos sacerdotes han obligado a mujeres y monjas a abortar.

 Twitter: SanjuanaMtz Facebook: Sanjuana Martinez www.websanjuanamartinez.com

Este contenido ha sido publicado originalmente por SINEMBARGO.MX en la siguiente dirección:



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