Pablo Gonzalez

Corea del Norte puede ayudar a Rusia a superar su complejo de inferioridad



¿Qué emociones suscita a un ciudadano ruso común y corriente la combinación de las palabras ‘Corea del Norte’? 
 
Creo que la lista incluye sólo tres puntos: risa, miedo y compasión.

Pero para mí la República Popular Democrática de Corea no es sólo el país donde triunfó la ideología Juche. 
 
Tampoco es sólo una región de donde pueden en cualquier momento lanzarse misiles balísticos en cualquier dirección.

Corea del Norte es también una prueba convincente de que la opinión divulgada en Rusia sobre su incapacidad de alcanzar el nivel de desarrollo de las principales potencias del mundo es absolutamente injustificada. 
 
¿Está uno harto de viajar a las capitales europeas? 
 
¿No le atraen más las playas de arena blanca de las lejanas islas exóticas o las cimas brillantes de la cordillera del Himalaya? 
 
Entonces, debería pensar en visitar Corea del Norte. 
 
No hay un país similar en todo el mundo.

¿Dónde más se podría visitar el Parque Mansudae, en el centro de Pyongyang, y ver estatuas de bronce de unos 20 metros de los grandes líderes difuntos del país (Kim Il-sung y Kim Jong-il), o ver el monumento a la ideología Juche, o visitar el lugar de nacimiento del "gran líder" del país Kim Il-sung en Mangyongdae, cerca de la capital norcoreana?

Suelo pasar las tardes viendo en YouTube vídeos grabados por los turistas que tuvieron suerte de visitar Corea del Norte.
 
 No he estado en Pyongyang todavía. 
 
El precio de 2.500 euros que se debe pagar por un viaje de ocho días a Corea del Norte me parece demasiado alto. 
 
Pero el año pasado visité a Corea del Sur y puedo compartir mis impresiones sobre este país.

Corea del Sur es un país muy exótico. 
 
Por ejemplo, al cenar en un restaurante de cocina nacional, no pude entender quién debe comer a quién: el visitante a la comida o la comida al visitante. 
 
Y todo porque uno de los platos servidos eran pedazos del pulpo vivo que no sólo se movían en el plato sino que sus tentáculos se pegaban al paladar. 
 
Pero por otro lado, sentía que estaba en un país típico de Occidente. 
 
El nivel de desarrollo de la economía surcoreana es comparable con el de las potencias más avanzadas. 
 
La política también corresponde a estos estándares democráticos.

Hace unos 60 años, casi no había diferencia entre los niveles de desarrollo de Corea del Sur y Corea del Norte. 
 
Además, en la década de los cincuenta y sesenta del siglo XX hubo momentos en los que Corea del Norte adelantó a Corea del Sur en cuanto a desarrollo. 
 
Pero el tiempo puso todo en su sitio. 
 
Corea del Norte, que eligió un determinado camino, se convirtió en un país fuera de lo común. 
 
Corea del Sur, que eligió otro modelo, pone de relieve que el capitalismo y la democracia sí que funcionan. Pero se trata de un Estado que anteriormente estaba unido, de un pueblo con la misma mentalidad.

Creo que los lectores ya han entendido de qué quiero hablar. 
 
Quisiera recordar que en Rusia está difundida la opinión que este país no tiene suerte. 
 
Parece que no le falta nada, pero lo único que causa problemas es la mentalidad del pueblo. 
 
Así las cosas, el destino de Rusia es caer en trampas históricas continuamente. 
 
La mentalidad es una cosa importante.
 
 Pero el ejemplo de las dos Coreas muestra que a veces las habladurías sobre este concepto no tienen nada que ver con la realidad. 
 
Al repetir que nuestra mentalidad impide a nuestro país encontrar su liderazgo, en realidad nos hipnotizamos a nosotros mismos.

En 1948, el sociólogo estadounidense Robert King Merton publicó un artículo denominado 'Profecía autocumplida': consiste en una predicción que, una vez hecha, es en sí misma la causa de que se haga realidad. 
 
Desgraciadamente, Robert Merton murió en 2003. 
 
Si hubiera estado vivo, creo que habría aplicado a Rusia la determinada diagnosis sociológica: el país sufre del complejo de la profecía que se hace realidad.
 
 Los rusos no tienen confianza en sus propias fuerzas, por eso no hacen bien muchas cosas que les podrían salir bien.

Desde el punto de vista de la psicología política, esta situación es entendible y explicable. 
 
En la historia reciente de Rusia el país sufrió muchos traumas psicológicos a nivel nacional.
 
 El último tuvo lugar hace menos de 25 años, cuando se desintegró la Unión Soviética.

Comparemos la historia de Rusia con la de Corea. 
 
Hasta finales del siglo XIX, Corea se aisló del mundo externo y por consiguiente quedó por detrás de otras potencias mundiales. 
 
En 1910, el país se convirtió en colonia japonesa y los colonizadores se comportaron de manera muy dura en Corea, tratando de privar a los coreanos de su identidad nacional.

La población del país, que anteriormente era independiente, se opuso a esto.
 
 En el levantamiento popular de 1919, participaron dos millones de personas, pero la ocupación japonesa de Corea continuó hasta 1945. 
 
Posteriormente, el país quedó dividido en dos partes.
 
 En 1950 se libró la Guerra de Corea en la que tomaron parte EEUU, la URSS y China y que continuó hasta 1953.

Se puede continuar esta lista. 
 
Me parece que en el siglo XX Corea afrontó un gran número de catástrofes nacionales, no menos que las que tuvo Rusia. 
 
Entonces, la mentalidad no tiene la culpa.
 
 Esto me viene a la mente cada vez que Pyongyang empieza a amenazar al mundo con usar armas nucleares. 
 
Así es la lección que debería sacar Rusia del destino del país en el que logró el triunfo la ideología de Juche.
 
 
 Mijail Rostovski, RIA Novosti
 

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