Pablo Gonzalez

Aeropuertos: el negocio del terrorismo

El presidente boliviano Evo Morales nacionalizó recientemente tres de los principales aeropuertos de la nación – La Paz, Cochabamba y Santa Cruz – arrebatando el control de sus instalaciones a la empresa Servicios de Aeropuertos Bolivianos (SABSA) que operaba los aeropuertos en nombre de la compañía Albertis, con base en Barcelona.

Morales proclamó que la privatización original de los aeropuertos constituía un “saqueo”. 
 
Albertis exigió una compensación de $90 millones de dólares y amenazó al gobierno boliviano con tomar acciones legales. 
 
El gobierno neo-conservador de España criticó inmediatamente la decisión de Bolivia como “no amistosa”.

Morales tomó una decisión que muchos gobiernos occidentales deberían tomar. Como resultado de los ataques terroristas del 11-S en Estados Unidos, una cantidad de compañías, muchas relacionadas con los israelíes, han instalado sistemas de seguridad que han maximizado las ganancias de unos pocos individuos.

Poco después del 11-S, los estadounidenses y viajeros de todo el mundo fueron sujetos a registros invasivos y requisamiento no de armas, sino de vino, licor, shampoo, maquillaje, agua embotellada y toallitas sanitarias. 
 
La Administración de Seguridad de Transportes de Estados Unidos (TSA), una agencia de control interno de viajes integrada al Departamento Gestapo de Homeland Security, comenzó a imponer restricciones sin sentido a lo que los pasajeros podían ingresar a un avión. 
 
No obstante, estas restricciones poco tenían que ver con la seguridad, sino más que ver con aumentar el lucro de las tiendas de retail y empresas vinculadas al secretario de Homeland Security de Bush, Michael Chertoff, hijo de dos sionistas israelíes: Gershon Baruch Chertoff y Livia Eisen Chertoff, la primera azafata de El Al que habría trabajado como doble agente del Mossad.

Muchas aerolíneas usaron controles restrictivos para maximizar sus propias ganancias. Los pasajeros fueron estrictamente limitados a cargar equipajes de peso, y en muchos casos, forzados a someter a rastreo pequeños bolsos, dejando sus pertenencias susceptibles al robo.
 
 Los pasajeros con objetos prohibidos también fueron obligados a pagar multas extras por la revisión de sus equipajes.

Clave para estas ganancias fue el incidente de la Navidad de 2009 a bordo del vuelo 253, en el cual un hombre nigeriano intentó encender sus calzoncillos tras permitírsele ingresar al avión sin pasaporte en el Aeropuerto Schiphol de Amsterdam, cuya seguridad es manejada por la empresa israelí ICTS International N.V.
 
 La firma está emplazada en Holanda y fue fundada por miembros del servicio de seguridad israelí del Shin Bet y autoridades de El Al.

Chertoff, quien fue empleado en Homeland Security mientras ayudaba a Rapiscan Systems, el sistema de escaneo de cuerpo completo que transparenta los genitales de los pasajeros y almacena fotografías, salió inmediatamente en la televisión estadounidense solicitando el uso de la tecnología de Rapiscan para asegurar que los pasajeros no escondieran bombas en su ropa interior u orificios del cuerpo.

Se cree que ICTS permitió algunos ataques terroristas para aumentar las ganancias de empresas israelíes en otros países, incluyendo a Estados Unidos.

Una subsidiaria de ICTS, Hunleigh USA, fue parcialmente responsable por la seguridad del Aeropuerto Logan de Boston el 11 de septiembre de 2001, día en el que el vuelo 11 de American Airlines despegó y posteriormente se estrelló en la Torre Norte del World Trade Center. 
 
La firma también fue responsable de la seguridad del aeropuerto Charles de Gaulle en París cuando, en diciembre de 2001, el terrorista de Al Qaeda Richard Reid fracasó en su intento por detonar zapatillas con explosivos a bordo del vuelo 93 de American Airlines, de París a Miami. 
 
El incidente provocó que los pasajeros tuvieran que remover sus zapatos y someterse a revisiones exhaustivas.

En 2006, la policía británica habría descubierto un complot, más parecido a un producto de Hollywood que de terroristas reales, para detonar diez vuelos transatlánticos del Reino Unido, Estados Unidos y Canadá usando bombas en contenedores de shampoo y botellas de bebida. Inmediatamente, se les prohibió a los pasajeros portar líquidos y gels en los aviones. 
 
Sin embargo, al relajarse los estándares de seguridad, los viajeros podían comprar tales objetos en el aeropuerto después de pasar la seguridad. En Estados Unidos, el suministro de productos de las tiendas y kioskos es manejado por la Corporación ARAMARK, propiedad del republicano de origen israelí, Joseph Neubauer, la cual tuvo un ingreso de $11 mil millones de dólares en ventas en 2007.

Chertoff y Neubauer cruzaron miradas en Philadelphia, cuando Chertoff trabajó para la Tercera Corte de Apelaciones de esa ciudad desde 2003 a 2005.

Previamente, Chertoff dirigió la División Criminal del Departamento de Justicia de Estados Unidos desde 2001 a 2003, convirtiéndose en secretario de Homeland Security en 2005. Chertoff fue confirmado por el Senado con un voto de 98 contra 0. Ningún senador se atrevió a desafiar al secretario elegido por el Comité de Asuntos Públicos de Estados Unidos-Israel (AIPAC) para favorecer las ganancias de firmas de seguridad y servicios de aeropuerto israelíes en Estados Unidos. 
 
Chertoff ha recibido un fuerte respaldo de senadores sirvientes a los intereses del lobby israelí: Arlen Specter de Philadelphia, Joseph Lieberman de Connecticut y Charles Schumer de New York. Fue una ley de Specter y Lieberman la que creó el Departamento de Homeland Security (Seguridad Interna).

Chertoff utilizó su puesto para enriquecer a sus amigos israelíes. Cuando los encendedores fueron prohibidos en las aeronaves y confiscados por agentes del TSA, kioskos de ARAMARK estaban listos para venderlos a pasajeros hambrientos por tabaco a un alto precio.
 
 El TSA restringió las bebidas, alimentos y vino, pero todos estos productos estaba luego disponibles en tiendas de ARAMARK y otras empresas de propiedad israelí.

Luego del 11-S, el espacio concedido a empresas ubicadas tras los registros de seguridad aumentó un 70% en relación a todo el espacio del retail. 
 
Dadas las reglas del TSA, los tiempos de espera sufrieron un decaimiento en áreas de pre-seguridad y aumentaron en secciones de post-seguridad de los aeropuertos. Los “retailers” se desplazaron rápidamente para tomar ventaja de los pasajeros “capturados”.

Los viajeros que visitan familiares y amigos y desean llevar regalos son particularmente susceptibles a los codiciosos mercaderes de los aeropuertos, que aumentan los precios a mansalva.

En otras palabras, los estadounidenses y otros viajeros están siendo saqueados en el interés de maximizar ganancias para unos cuantos multimillonarios. 
 
El sistema es probablemente el más costoso en la historia de Estados Unidos, sino lo es para el mundo entero. 
 
Al menos un mandatario, el presidente Morales, se ha dado cuenta y está combatiéndolo.

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