Pablo Gonzalez

Europa, la puta de Obama

TAN CRIMINAL COMO SUS ANTECESORES, PERO MUCHO MÁS HIPÓCRITA

A Europa la raptaron de nuevo, hace unos años, cuando Michael Moore estrenaba “Sicko”, una espléndida muestra del mejor cine documental, en el que los supuestos derechos más elementales de la ciudadanía norteamericana quedaban por los suelos, si los colocábamos ante la realidad europea en materias como la sanidad (primordialmente), educación, cultura, etc.

La población de aquel inmenso territorio, desde Alaska a Río Grande quedaba socialmente a la altura del betún, comparada con los beneficios mínimos que los impuestos de cada ciudadano generaban, para compensar las facturas en asistencia médica y educación gratuita de que disponían hasta hace poco los habitantes del viejo continente, cuyos gobiernos en bloque forman hoy la llamada Puta de Obama, a la que se ha exigido el empobrecimiento de buena parte de sus sociedades para que seamos un poco más norteamericanos.

La denuncia que “Sicko” planteaba sin pelos ni tapujos no cayó en saco roto. Item más, su efecto fue el contrario de lo que Moore esperaba.

Obama no sólo aparcó su célebre y jamás cumplida reforma sanitaria, sino que se plegó a las órdenes emanadas desde el grupo Bilberderg, quienes entregaron al mandatario un plan para desmantelar los derechos sociales europeos, comenzando por las naciones más pobres: Grecia, Irlanda, Portugal e Islandia, a las que se uniría más tarde España e Italia, todo el bloque de la antigua Europa del Este, para continuar con Gran Bretaña y Alemania, lo que afectaría sin duda a las naciones más remisas a recortar los bienes públicos en tales sectores, como son Suecia, Noruega, Dinamarca y Finlandia. Las fichas del dominó europeo irían cayendo poco a poco.

La estrategia no podía tener un comienzo más terrible. La banca privada inició la evasión de miles de millones (euros y dólares), no solo para culpar al sector público de la “ausencia de dinero en efectivo”, sino para compensar a EEUU de los gastos impresionantes que las invasiones de Iraq y Afganistán habían originado a las arcas de Wall Street, tras el descubrimiento tardío del fiasco Lehman Brothers y la primera recesión del siglo XXI en la “tierra de la libertad”.

En 2012, resulta evidente que algo “norteamericano” planea sobre nuestras cabezas, en nuestras calles y en las medidas que se han adoptado para hacernos pagar la usura, estafa y evasión de capitales, someternos al miedo, al temor y al espasmo social, para atarnos aún más a ese carro de la llamada democracia, del que tiran los nuevos jinetes de un apocalipsis ya asentado en este continente, donde se acuñó el término por el que “el poder del pueblo” pasó a manos de unos aurigas siniestros: los dueños de la banca y del empresariado más potente del globo.

Muchos europeos estarán convencidos de que deben purgar su nuevo pecado original y de la expiación que han de ofrecer al dios dinero, por haber disfrutado durante algunos años de los más elementales derechos del hombre y del ciudadano (mujer y ciudadana). Son los cobardes, los ingenuos, los pusilánimes, los hipócritas, los débiles, los iletrados.

Pero cientos de millones sabemos que nuestros gobiernos (exceptuando el glorioso caso islandés) se han encarnado en una vieja e hipócrita puta, que sirve a la lujuria económica y bélica de quienes colocaron a Obama, en plan Hollywood, como el primer afroamericano que llegaba al despacho oval, para que continuara al frente de una política blanca, belicista y asesina, terrorista y genocida, como hicieron sus antecesores Bush I y Bush II.

Los señores de las armas, los violadores de la democracia, están ganando la batalla, pero no les permitiremos ganar la guerra.

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