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Los casos de Petrobras en Angola y de Vale en Mozambique

En octubre de 2011 tuvo lugar el primer periplo africano de la presidenta brasileña Dilma Rousseff desde que asumió el poder ejecutivo. 
 
Su itinerario no dejó de lado Mozambique y Angola. Ni podría: lo que le llevaba a África no eran los indudables lazos históricos y culturales que nos unen a las ex colonias portuguesas, sino los intereses de media docena de transnacionales brasileñas que destinan gran parte de sus recursos al continente“hermano”.

El gobierno de Rousseff no hizo el esfuerzo de disimular.
 
“La presencia comprometida de empresas brasileñas en este país [Angola] refleja la vitalidad de nuestros vínculos económicos bilaterales. Las inversiones crecientes traducen sentimiento de confianza mutua entre nuestros pueblos, nuestras economías y nuestros gobiernos”, proclamó la presidenta antes de una comida con su homologo angoleño, José Eduardo dos Santos.


Delante de la Asamblea del país, Rousseff fue aún más enfática: “Estoy convencida de que la misión empresarial brasileña que vendrá a Luanda ampliará esta relación, y ahí incluimos las preocupaciones de vuestro gobierno en lo que se refiere a la expansión y al fortalecimiento, entre otras cuestiones, de la matriz energética”. Dilma Rousseff se refería al petróleo y, consecuentemente, a Petrobras, la tercera mayor empresa de energía del mundo [1].

El anuncio de la presidenta coincide con la declaración del presidente del Banco Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) para apoyar, a través de créditos fáciles, a las empresas brasileñas que quieran iniciar el proceso de internacionalización hacia África.

La misión diplomática de la presidenta en África conlleva toda una estrategia de consolidación empresarial de Brasil en el continente y va de la mano a los últimos esfuerzos del país en asumir un rol cada vez mayor en el sistema internacional. Ideológicamente, es la materialización del subimperialismo brasileño, un movimiento que ya se ve con claridad en el horizonte latinoamericano pero que apenas empieza a nacer en las naciones africanas.

BRASIL, UNA NACIÓN SUBIMPERIALISTA

El investigador brasileño Ruy Mauro Marini fue uno de los principales articuladores del concepto de “subimperialismo” dentro de la teoría marxista de la dependencia. Y aunque lo propusieran a partir de una realidad distinta (la de la dictadura militar, entre 1964 y 1985), aplicaremos sus rasgos básicos para encuadrar, explicar y problematizar la actuación brasileña en África para ir más allá de los acercamientos estrictamente políticos o diplomáticos.

Antes de todo, y así como lo describen Fábio Marvulle Bueno y Raphael Lana Seabra [2], es importante resaltar que el subimperialismo no es exclusivo de Brasil, aunque el país funcione como ejemplo primordial para Marini. También es necesario apuntar que el subimperialismo no constituye una superación de la dependencia. En realidad, los dos papeles (la dependencia y el subimperialismo) conviven a la luz de la “integración de los sistemas de producción de los países dependientes en la etapa monopolista de la economía imperialista”.

Ese subimperialismo se articula por dos vías complementarias: la primera es la de la burguesía nacional que, dado el agotamiento del sistema, pasa a buscar las fronteras internacionales para viabilizar su proyecto de acumulación capitalista; la segunda es estatal, ya que el gobierno también consolida una esfera de influencia regional al aliarse a las empresas transnacionales [3] e incorpora nuevas pautas y criterios a sus agendas diplomática y económica.

Otro punto fundamental en el subimperialismo es lo que Marini llamó de “cooperación antagónica”. Bajo esta concepción, el país subimperialista no cuestiona el poder ejercido por la potencia dominante para alcanzar sus intereses particulares. Es decir, en el interior de su subordinación, el país subimperialista consigue una autonomía relativa.

En el ámbito internacional esa situación puede ser comprobada en la medida en que no se da una confrontación abierta con la potencia dominante (Estados Unidos) en ningún tema estructural.
 
Las discordancias son meramente puntuales.“Sin poder cuestionar el dominio imperialista en si mismo (porque entonces estaría cuestionando el propio capitalismo) la burguesía nacional puede, entretanto, regatear mejores condiciones dentro de su subordinación”, resume Eric Sachs [4]. 
 
Esa descripción encuadra perfectamente, por ejemplo, la insistencia de Brasil en reformar el Consejo de Seguridad de la ONU, no por un ímpetu de democratizar la institución, sino de garantizar su influencia.

EL DESEMBARCO DE PETROBRAS ENANGOLA

Petrobras es una empresa estatal brasileña de capital abierto que explota, extrae y refina petróleo, además de poseer una red propia de distribución de sus derivados. Llegó a Angola en 1979, antes de que se vislumbrara en el país cualquier señal de democracia y de paz. 
 
Hasta 2006 esa presencia estuvo limitada a dos campos de extracción de crudo. Ahora tiene los derechos de otros cuatro.

La apuesta de Petrobras por ganar más espacio en Angola va de la mano de los datos del Banco Mundial y del Departamento de Estado estadounidense que le ponen entre las cuatro naciones que más han engordado su PIB en la última década5. En 2007, el crecimiento económico llegó al impensable 22,7 por ciento. Actualmente, y en gran medida por cuenta de la presencia de Petrobras, se estima que Angola es la nación que más recibe inversiones brasileñas, alrededor de cuatro mil millones de dólares. 
 
Teniendo en cuenta que el petróleo representó el 58 por ciento del PIB angoleño de 2009, no se puede ignorar la importancia de la actividad brasileña en la economía de ese país.

La presencia de Petrobras en Angola está completamente volcada hacia la exportación (el crudo representa el 90 por ciento de las exportaciones y el 80 por ciento de los rendimientos tributarios del país), lo que torna aún más vulnerable su ya frágil economía. 
 
Además, no atiende a la demanda de “angolanización” del sector. Pese a que la mayor parte de los funcionarios son nacionales, los cargos gerenciales, directivos y administrativos siguen en manos de brasileños, como ha denunciado el abogado Irineu Chingala6. En definitiva, Petrobras cumple en Angola el mismo papel de las petroleras estadounidenses y europeas que, en 1953, cuando fue creada, pretendía combatir.

VALE SE LO LLEVA TODO ENMOZAMBIQUE

La compañía minera Vale do Rio Doce surgió en 1942 como una empresa pública brasileña. La actual Vale nació como consecuencia del proceso de desestatización llevado a cabo en los años 90, es decir, ella misma es un subproducto de las políticas de privatización y liberalización que hicieron parte de la agenda económica de Brasil en el periodo post dictatorial. Hoy, Vale es la mayor empresa privada de Latinoamérica y la segunda mayor minera del mundo.

En 2003 surgió el proyecto de Moatize, que prevé la explotación de las reservas de carbón mineral térmico e industrial en la provincia de Tete. Moatize es considerada la mayor provincia carbonífera no explotada del mundo. La producción tendrá como destinos naturales la industria metalúrgica brasileña y los países de Golfo.

Pese a que su implantación ha sido motivo de disputas con los tradicionales dueños del área y que ha conllevado un controvertido desahucio de 5.104 personas [5], su proyecto se beneficia de incontables privilegios. 
 
Es más, se le vendió a Mozambique todo un paquete desarrollista que tiene a Brasil y sus transnacionales a la cabeza. Eso por no hablar de los proyectos en el ámbito de la cooperación, que van desde el intercambio de técnicas para la plantación de soja y de caña con fines industriales hasta la creación de centros de distribución de antiretrovirales.

LA REALIZACIÓN DE UNA ESTRATEGIA

Se han descrito apenas dos breves ejemplos de la actividad de transnacionales brasileñas en África. No han sido fortuitos y tampoco dan cuenta de la extensión de toda la estrategia que se monta desde las oficinas en São Paulo, en Rio de Janeiro, y también en Brasilia. 
 
Que sean dos breves ejemplos no puede servir para limitar el abordaje, sino ayudar a dar cara y tamaño a las prerrogativas que fueron levantadas hace décadas por teóricos como Marini. 
 
La conciencia de la actuación de Vale y de Petrobras en África sirve como primer paso hacia una mirada más crítica del doble discurso brasileño en las esferas internacionales, tantas veces subrayado, resaltado y aprovechado por los actores Occidentales. 
 
Que Brasil aplique a Mozambique y a Angola las mismas estrategias que le relegó al subdesarrollo y a la dependencia es, como mínimo, un asalto a la historia y a los que, más que hermanos, son nosotros mismos.

*Laura Daudén es colaboradora de Pueblos - Revista de Información y Debate.

Este artículo ha sido publicado en el nº 50 de Pueblos - Revista de Información y Debate, primer trimestre de 2012

Notas

[1] Según el ranking PFC Energy 50 de 2011, que relaciona las cincuenta mayores empresas de energía con acciones en bolsa.

[2] “A teoria do subimperialismo brasileiro: notas para uma (re)discussão contemporânea”. Ponencia en el 6o Coloquio Internacional Marx y Engels. Unicamp: Campinas, 2009.

[3] Luce, M. O subimperialismo brasileiro revisitado: a política de integração regional do governo Lula. UFRGS: Porto Alegre, 2007.

[4] Sachs, E. In: Ernesto Martins. APERJ, Coleção DARF, Documento 545, p.4. Apud: idem.

[5] Para más informaciones sobre las disputas entre comunidades mozambiqueñas y la Vale, consultar “Dossiê dos Impactos e Violações da Vale no Mundo”, documento derivado del Primer Encuentro Internacional de Atingidos por la Vale, 2010, disponible en: http://atingidospelavale.wordpress.com.

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