Es mediodía en el campamento más peligroso de Haití, el de la Plaza
Champ de Mars, donde sobreviven 20 mil personas en carpas maltrechas
instaladas en las plazoletas que rodean las ruinas del Palacio Nacional
de Puerto Príncipe.
Este es el prostíbulo infantil más grande del país,
aún sumergido en la destrucción y en un proceso de descomposición
social.
A unos metros del inmueble presidencial desplomado durante el
terremoto del 12 de enero de 2010, está la tienda mugrienta donde una
huérfana de 14 años se prostituye por alimento.
Su cuerpo está en
desarrollo: es menuda, regordeta, y sus pechos se marcan apenas bajo la
blusa color naranja.
La acompaña otra muchacha prostituta de 16 años. Su
cuerpo luce los estragos de un embarazo reciente y no cuidado, producto
de una violación: el cuerpo delgado, la piel opaca, el rostro manchado,
los senos con estrías.
EL UNIVERSAL logró hablar con las menores gracias a la
intermediación de Jud Delva alias Duck, uno de los 22 jefes que
controlan el territorio del campamento de Champ de Mars.
Alrededor de la niña de 14 años pululan otras de menor edad.
Una quizá tenga ocho años. Trae un vestido azul, desaliñado. Hay
moretones en su rostro y su expresión es vacía, de desvelo.
La abraza un
muchacho flaco y la vigila una anciana de mirada inquisidora. Hombres
adultos de las carpas vecinas están al acecho de la conversación que
Duck, un treintañero habilidoso y audaz, tiende entre las adolescentes,
esta periodista y el videoreportero Alberto Torres.
Hay tensión en los
hombres. Parlotean en voz alta y Duck se pone en alerta sin interrumpir
su mediación verbal.
Las jóvenes se quedaron huérfanas tras la
catástrofe que dejó un saldo de 230 mil muertos y un maremágnum de cerca
de 700 mil personas refugiadas en más de un millar de campamentos que
enfrentan cotidianamente el hambre, el hacinamiento y la violencia.
Alrededor de 200 mil refugiadas son niñas y adolescentes.
- ¿Qué hacen para vivir?
- Hacemos cosas que no deberíamos hacer- la niña de la blusa naranja esquiva la mirada.
- ¿Cómo cuáles?
- ¿Cómo cuáles?
- Soy prostituta- se tapa la boca con la mano, baja los ojos y encoge los hombros en un gesto infantil de vergüenza.
- ¿Cómo las tratan los hombres?
- No nos tratan bien, hay hombres que nos violan- las muchachas se arrebatan la palabra.
Los hombres asumen una actitud amenazante. Uno grita y golpea a
un niño que rompe en llanto. "No quieren que ellas hablen, vámonos",
dice Duck. Debemos retirarnos del lugar.
Organismos como la Organización Internacional para las
Migraciones (OIM) y el Fondo de Naciones Unidas para la Infancia
(UNICEF) alertaron en 2011 sobre el notable incremento de la violencia
sexual a niñas en campamentos haitianos.
Sin embargo, no hay estudios específicos ni cifras fidedignas
del fenómeno. La OIM reporta que de 60 casos de menores víctimas de
violencia sexual que atendió en campamentos del país, 97% fueron niñas.
Igualmente identificó a 400 niñas y niños víctimas de tráfico infantil
en los campamentos, la mitad de los cuales sufrían violaciones y abuso
sexual.
Amnistía Internacional denunció en diciembre que las
violaciones colectivas a menores desplazadas se multiplican por parte de
bandas armadas que deambulan por los campamentos al anochecer.
La organización feminista Solidaridad entre Mujeres Haitianas (SOFA por sus siglas en francés), difundió el mismo diciembre una carta en la que denuncia la violencia contra menores en campamentos del país y exige acciones de prevención y atención.
"Ellas son víctimas de acoso, explotación y violencia
sexuales", dice Olga Binot, presidenta de SOFA.
En los 21 albergues de
SOFA en el país ha recibido en dos años 246 casos de víctimas violadas
en campamentos, de las cuales 156 eran menores.
Sin embargo, la cifra de
víctimas es exponencialmente mayor.
Abusos sin importar la edad
EL UNIVERSAL visitó el campamento Canaán, donde el 24 de
diciembre se violó a una niña de 14 años. También acudió al campamento
Mega 4, en donde el mismo mes, a la luz del día, se violó a una niña de
dos años.
Este diario solicitó una entrevista con la directora del
Instituto de Bienestar Social y de Investigación del gobierno haitiano,
Arielle Jeanty Villedrouin, responsable de la seguridad infantil.
No
hubo respuesta.
Al noreste de Champ de Mars, en Canaán I, el campamento rural
que acoge a cerca de 5 mil personas, 52 menores de edad quedaron
embarazadas por violaciones o la prostitución en el último semestre de
2011.
"Muchas se prostituyeron para comprar agua", dice el pastor
pentecostés Laine Jean Vilare.
Si bien en Champ de Mars hay tomas de agua gratuitas, en el
resto de los campamentos el agua se vende. En Canaán un garrafón de
cuatro litros cuesta el equivalente a siete pesos mexicanos.
Ellas no
los tienen. Además esta agua debe purificarse por la epidemia de cólera
que ya provocó 7 mil muertes.
Binot expresa que tras el sismo muchas niñas y adolescentes se
quedaron solas porque murieron sus familiares "o sus padres no se
responsabilizaron de ellas".
El factor que facilita su prostitución es su apremio por
satisfacer sus necesidades básicas.
"Los hombres han desarrollado
relaciones de poder acosando a las mujeres y adolescentes para que
tengan casa y comida".
Los alimentos tampoco son gratuitos.
Sólo las
primeras seis semanas los organismos internacionales los repartieron en
los campamentos.
El reporte 2010-2011 de SOFA explica que además las
condiciones de los campamentos mantienen en constante peligro a mujeres y
niñas: "no hay electricidad, ni brigadas de seguridad, no hay intimidad
en los baños ni en las regaderas".
Algunos campamentos como Canaán
tienen letrinas destruidas y alejadas de las tiendas, las cuales están
dispersas en la parte escarpada de un cerro.
En otras como Mega 4, las carpas se amontonan en un solar, lo
que igualmente impide que las mujeres se sientan a salvo en su interior.
En Haití no hay un lugar seguro para las refugiadas. Comisset Silvana,
la madre de la niña violada en Mega 4, puntualiza: "no duermo, tengo
miedo de que alguien rasgue la lona con un cuchillo y entre en la carpa
en cualquier momento".
Menor con esposo
Tras alejarnos de las adolescentes prostitutas de Champ de
Mars, Duck nos conduce al campamento vecino. Caminamos entre casuchas
apretadas entre sí, hechas con lonas y láminas oxidadas.
Mujeres semidesnudas salen de una tienda y se meten a otra.
Gente alcoholizada o drogada permanece idiotizada en los pasillos
mientras infantes corretean de un lado al otro.
El haitiano que perdió
su empleo de informática tras el terremoto, ahora mantiene a su familia
de la venta de artesanías y réplicas de pinturas a los escasos turistas
que se atreven a circular por la zona.
Ahí asesinaron a un periodista local y se desapareció a un
universitario.
Él nos encamina hacia las tiendas improvisadas que ahogan
al Cimarrón desconocido, la escultura emblemática nacional en honor a
la primera revolución anticolonial y antiesclavista.
A los pies del Cimarrón musculoso, al que alguien colgó una
capa de retazos de colores, el desplazado se siente en libertad para
expresar su preocupación por la prostitución de las niñas en Champ de
Mars.
"Ellas tienen hambre, no hay ayuda, no hay nada", su rostro se
tensa. "Aquí ya no hay niñas, ninguna es virgen".
uenta que en el terremoto murieron sus padres y sus nueve
hermanos se dispersaron.
Así su hermana menor quedó a su suerte a los
siete años. Ahora tiene 9 años y es prostituida en el campamento sin que
él lo impida.
"Es que ella ya tiene un esposo", expresa sin emoción
alguna. Se refiere al padrote que la explota. Lo único que le preocupa
ahora es salvar a su hija de seis años de una posible violación. "Yo
hablo mucho con ella".
El refugiado está desesperado por mudarse fuera
del campamento para proteger a su niña. Pero no tiene dinero para
hacerlo.
En ese escenario, reconoce que enfrenta un reto difícil de
afrontar: "Es que las violaciones suceden cada segundo".
Ataque a las ricas
Al sudeste de Champ de Mars, muy lejos del campamento, en
Petion Ville, el barrio residencial de la élite haitiana levantado en la
ladera de una colina alta, niñas y adolescentes también sufren
violencia sexual post terremoto.
El proceso de descomposición social
atraviesa todas las clases sociales.
Un sacerdote católico cercano a escuelas adineradas habla del
asunto a a este diario a condición de mantener el anonimato. Según él,
si bien los casos de violaciones sexuales en alumnas de 13 a 17 años
eran una realidad previa al sismo, tras éste "el fenómeno empeoró".
En Petion Ville buena parte de las adolescentes no presentan rasgos de su herencia africana, sino de un mestizaje criollo.
Sus pieles son morenas
claras, las figuras espigadas, los rasgos afinados, visten colores
neutros y su joyería es discreta.
La catástrofe fue menos destructiva
que en zonas populares. Sin embargo, obligó a hacer ajustes y mudanzas
al interior de las familias.
ambién se envió a muchas adolescentes fuera del país.
"En una de las escuelas la inscripción se redujo a casi la
mitad del alumnado", dice el sacerdote. Estos cambios provocaron la
pérdida del control de los padres sobre las hijas y propició que las
violaciones aumentaron por parte de "amigos de la familia, primos, tíos,
y en algunos casos sus propios padres".
El sacerdote y otros prelados
informaron del fenómeno a la alta jerarquía católica.
"No lo ha querido
difundir", dice. Sería el escándalo.
La vulnerabilidad de las niñas y adolescentes ricas y pobres
en Haití se agrava sin visos de ser frenada. "Nadie nos ayuda", así lo
reclama la niña prostituta de Champ de Mars
http://www.rlp.com.ni/noticias/general/112918/en-haiti-ninas-y-mujeres-venden-su-cuerpo-por-agua