Thomas Hoepker es el autor de una fotografía
que, a pesar de haber esperado 5 años para hacer pública, la
controversia no se hizo esperar; ahora, sin embargo, a una década de
distancia, la imagen nos permite leer de otra manera el acontecimiento.
El
11 de septiembre es, acaso incuestionablemente, uno de los mayores
episodios épicos de la historia estadounidense y sin duda el más
importante en años recientes.
La catástrofe dio a su narrativa
nacionalista nuevos bríos para alzarse, ya en las puertas del siglo XXI,
con un discurso que en otras condiciones parecería anacrónico e
insustancial.
Quizá por eso, porque esa fue la
corriente dominante en la interpretación del hecho, la fotografía tomada
por Thomas Hoepker esa misma mañana podría considerarse controvertida e
incluso tacharse, desde la trinchera del discurso hegemónico, de
anti-patriota, de ir en contra de los intereses o las preocupaciones de
la mayoría auténticamente estadounidense.
Hace unos días Jonathan Jones publicó un
artículo en The Guardian donde examina las vicisitudes de esta imagen,
cómo su autor decidió hacerla pública solo hasta que pasaron 5 años de
la tragedia, en 2006, y cómo a pesar de este aplazamiento los críticos
nos fueron menos severos.
Pero antes de continuar quizá valga la
pena realizar una somera descripción de la fotografía y, sobre todo, por
qué causó tanto revuelo.
Como podemos observar, los protagonistas
de la toma son un grupo de 5 jóvenes que departen con cierta
tranquilidad o alegría incluso que se vuelve inadmisible por la columna
de humo que se alza al fondo, proveniente nada menos que del impacto de
los aviones a las Torres Gemelas.
Como acertadamente señala Jones, la
escena recuerda indeleblemente una pintura renacentista realizada por
Pieter Bruegel, la célebre “Paisaje con la caída de Ícaro” en la cual el
pintor retrata una escena campestre, costera, consistente en un pastor
con su hato y su perro, un campesino que ara, un pescador y unas cuantas
carabelas —y solo en la esquina inferior derecha un rastro de Ícaro,
sus pies (suponemos) zambulléndose en el océano, según dice William
Carlos Williams en su poema alusivo:
unsignificantly
off the coast
there was
a splash quite unnoticed
this was
Icarus drowning
¿Qué tienen en común ambas imágenes? O,
dicho de otro modo, ¿qué encuentran en común las interpretaciones que se
han hecho sobre la fotografía de Hoepker a la luz de la pintura
bruegeliana?
Se ha dicho (W. H. Auden lo hizo) que el
cuadro de Bruegel intenta mostrar la desproporción existente entre una
tragedia personal y el devenir objetivo del mundo.
En la fotografía de
Hoepker, sin embargo, la situación sería un poco la inversa: el mundo se
cae a pedazos (o así parece) pero eso no impide que un grupo de jóvenes
estén pasando un buen rato —sin importar que, como algunos de los
fotografiados dijeron después, su estado de ánimo haya sido en realidad otro.
«La historia», escribe Jones, «no es una
narración heroica ni un bloque de mármol inscrito con palabras
imperecederas de dolor y rabia».
Y agrega:
Entonces, 10 años
después, el significado de esta fotografía es que los recuerdos
desaparecen pronto.
Las personas en el suelo somos nosotros.
Nosotros
somos aquellos cuyas vidas transcurrieron, afectadas y no, separadas del
corazón de la tragedia por el mar azul del tiempo, que se hizo más
ancho y mucho más imposible de cruzar.
Un evento de hace 10 años
pertenece a la historia, no al presente.
[Guardian]