Un joven californiano de 26 años, James Deen,
con su figura de hombre común y corriente, se encuentra revolucionando
la industria del porno, atrayendo mujeres adolescentes e incomodando a
los hombres habituados a los patrones estéticos masculinos basados en la
exageración de proporciones.
James
Deen es un joven californiano de casi 26 años que ejerce una profesión
singular: es actor porno.
Pero por si esto no fuera suficientemente
peculiar, por insospechado azar Deen se encuentra revolucionando la
industria de la que forma parte.
En el porno uno de los patrones
estéticos dominantes, en el caso de los hombres, es el del actor de
proporciones exageradas, en todo, lo mismo en su musculatura que en el
tamaño de su instrumento de trabajo.
Hay quienes aseguran que esto se
debe a que la industria del porno la manejan y consume sobre todo
hombres, para quienes es imposible que un semejante pueda despertar el
más mínimo deseo o atracción.
De ahí también que las mujeres se sientan
poco inclinadas por este tipo de películas.
Sin embargo, Deen vino a romper con
algunos de estos patrones.
Con su figura común y corriente y con ciertos
rasgos que podrían considerar refinados en comparación con los de sus
colegas, el californiano aparece en las películas que protagoniza como
una pieza un tanto ajena a la narrativa tradicional de la industria,
como si hubiera llegado a esas orgías por accidente, por abrir una
puerta equivocada en una casa desconocida.
Además, su carisma, esa
sensación que extraña e inexplicablemente transmite de “conectar” con
las mujeres con quienes está trabajando, le ha valido una cierta
simpatía por parte del público femenino, especialmente el de
adolescentes que ven en él a un hombre totalmente distinto, lejos del
prejuicio masculino de que las mujeres “quieren todo grande”, incluso
con cierto aparente sentimentalismo o cuidado al momento de realizar sus
lúbricas actuaciones.
Otro de los rasgos que convierten a Deen
en parte de esta nueva generación que está transformando los patrones
culturales heredados desde hace tantos siglos es que mucha de su
popularidad proviene de su presencia en Internet, especialmente en
Twitter y en un blog en el que postea con frecuencia.
Y quizá eso
explicaría también por qué cierto segmento de la población que antes no
se interesaba o incluso sentía repulsión por el porno, ahora sigue el
trabajo de este muchacho, de alguna forma el mismo segmento que engrosa
las listas de usuarios de las redes sociales.
Curiosamente, todo esto que distingue a
Deen para las mujeres tiene en los hombres el efecto opuesto.
Para el
público masculino Deen es también un elemento extraño en las películas
porno habituales, pero la reacción está más cercana a la aversión que a
la atracción.
Hay quien piensa, como J. Bryan Lowder, que un hombre
común y corriente como Deen enfrenta al espectador masculino con el
fantasma de la homosexualidad y quizá también impida concretar la
fantasía de que el espectador podría ocupar el lugar del actor porque,
de algún modo, ese actor no existe realmente.
Es un actor, sí,
pero además es un actor exagerado, con un trabajo, un cuerpo, una
pareja, un modo de vida y, sobre todo, un miembro viril, que nadie tiene
realmente.
Ese vacío que nadie ocupa lo puede llenar el espectador.
Pero si en ese lugar se encuentra un hombre común y corriente como el espectador, entonces la fantasía se interrumpe, se hace imposible porque el espectador, en su condición de hombre común y corriente, podría estar ahí, pero no está.
Es imposible saber cuál será el destino
de James Deen en la industria fílmica del porno, pero sin duda ya ha
actuado uno de sus papeles más importantes al comenzar una posible
revolución de la estética pornográfica dominante, cuestionando también
la perspectiva masculina que domina la industria.
[Slate]