Recién licenciado en la 101 división de la aerotrasportada del ejército Norteamericano, Richard Luttrell aterriza en Chu Lai, Vietnam como otros tantos miles de jóvenes americanos engatusados por una bandera y ciegos de patriotismo.
A los pocos días ya está haciendo frente a la guerrilla con la inexperiencia que daban las urgencias militares de aquel conflicto.
Su primer encuentro con un soldado de Vietnam del Norte marcaría el resto su vida.
“Hacía calor, como siempre. Era como llevar una capa en una sauna. No tenía ni idea de que mi primer enemigo estaba a pocos metros de distancia.
De repente, veo a mi izquierda un soldado de la NVA en cuclillas con su Ak-47 mirándome.
La muerte estaba a un solo latido y tenía que tomar una decisión.
Nos miramos durante una eternidad hasta que ambos disparamos [...]” Richard Luttrell para la NBC
No fue el último disparo, pero si su primer muerto.
El fin de su ingenuidad. El principio de la carrera por su supervivencia.
Richard Luttrell abandonó Vietnam poco después víctima de una herida incapacitante y con la mochila llena de miedos y horribles historias.
También llevaba una fotografía tamaño sello que le recordaría para siempre lo cruel y arbitrario que es el destino de un soldado.
Richard Luttrell llevó (en secreto) la minúscula foto en su cartera durante más de 22 años.
Se convirtió en su obsesión oculta ya que mantenía la humanidad de aquella mirada del hombre que mató, lo más cerca de su corazón.
¿Y por qué no fui yo?, se preguntaba continuamente. Hasta que no pudo más.
Foto que acompaño al solado Richard Luttrell durante media vida
Cuando terminó de construirse el Memorial para los Veteranos de Guerra del Vietnam en Washington, Richard Luttrell peregrinó (buscando el consuelo a su tormento) para dejar la foto acompañada de una carta pegada en el mítico muro:
“Estimado Señor, hace veintidós años que llevo su imagen en mi cartera.
Tenía sólo dieciocho años de edad aquél día que nos enfrentamos en los senderos de Chu Lai.
¿Por qué no fuiste tú el que te llevaste mi vida?. Nunca lo sabré.
Día tras día miro la foto con tu hija y el sentimiento de culpa me quema el corazón y las entrañas. Perdóname por haberte quitado la vida.
Simplemente estaba entrenado para ello…”
Pero el desahogo público no fue suficiente y Richard volvió al poco tiempo para recoger su foto y comenzar lo que consideró debiera ser la redención personal definitiva a su martirio.
¿Como encontrar entre 80 millones de vietnamitas a la hija de un soldado muerto con tan solo una foto del tamaño de una moneda?.
Un cúmulo de circunstancias devolvieron la confianza en el destino que un día perdió el ofuscado soldado Richard.
Un íntimo periodista publicó la historia en algún periódico local y alguien se la mandó al embajador de Vietnam en Washington D.C.
Éste envió personalmente el conmovedor relato a un contacto periodista del mayor periódico de Hanoi; que publicó una reseña con copia de la foto encabezado con la pregunta ¿Conoce usted a esta chica?.
El resto fue obra de la ventura y de la tradición asiática por envolver todo tipo de alimentos con papel de periódico.
Pasado un largo tiempo, un anciana reconoció la foto de aquél soldado en la envoltura de un pescado y localizó a la ‘niña’ en una aldea cercana.
El destino estaba ya escrito y Lan Trong Ngoan, la niña que acompaño 33 años en su pecho al soldado Richard aceptó el desafío del perdón.
El perdón es la venganza de los buenos y ella es, en realidad, la verdadera protagonista.
El resto de la historia, en el vídeo de su encuentro.
http://www.taringa.net/posts/imagenes/13028206/Si-Pudo-Pedir-Perdon.html