Nicaragua: “Oenegé” de Javier Meléndez Quiñónez facturó C$88 millones anuales

El bloqueo de Cuba: crimen y fracaso

Vecinos incómodos (Guatemala, Nicaragua, Honduras)

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Hay muchos que no pasan el trago amargo de la aplastante victoria de Daniel Ortega en las recientes elecciones en Nicaragua, incluido el Departamento de Estado de USA; así como hay muchos que no pasamos el trago amargo de la victoria del PP y del gruñón de Rajoy -Walter Martínez decía que los españoles no tenían por quién votar, y esa certeza la confirmaron los indignados, jóvenes que se sienten burlados por la santa democracia. 
 
Pronto sabrán los españoles a qué atenerse. Pero bueno, esa es la decisión de quienes asistieron a las urnas, porque aún no se sabe cuál fue el porcentaje de abstención y de votos nulos y en blanco en España, como igual los nicaragüenses han decidido su suerte, que sin duda es más acertada.

Daniel Ortega es un héroe de Nicaragua. Luchó con valor y arrojo en contra de la tiranía sanguinaria de Somoza (recomiendo el libro de Torres Lazo para entender mejor el horror vivido por los nicaragüenses). 
 
En esa lucha entregaron su vida muchos nicaragüenses hartos del régimen de persecución y muerte comandado por Somoza y respaldado por el Departamento de Estado de USA. De tal manera que no hay nada de cinematográfico en esta lucha, abonada con sangre heroica de verdad, no de mentirijillas como ocurre con los falsos héroes hondureños de la guerra con El Salvador.
 
Por aquí, por Tegucigalpa, pasó en varias ocasiones Daniel Ortega y muchos de la dirigencia del Frente Sandinista de Liberación Nacional, clandestinamente porque eran perseguidos por el régimen hondureño, coludido con la tiranía somocista, y por el mismo tirano nicaragüense, quien lanzaba a los opositores, atados y vivos, en las aguas del mar o en los cráteres volcánicos activos.

Daniel Ortega no ha destruido ninguna esencia del sistema democrático nicaragüense; por el contrario, ha fortalecido esa democracia porque ha hecho partícipes de ella a los olvidados de siempre, a los despojados por el sistema que ha conducido a hacer más pobres a los pobres y más ricos a los ricos.
 
Por eso, me parece una temeridad el hacer de profeta, al anunciar que el Presidente Ortega será sacado de su puesto a balazos, a menos que quien lo dice tenga información secreta de las intenciones de Hilary Clinton.

Aquí en nuestro país, el golpe de Estado en contra del Presidente Zelaya, fue dirigido no contra Zelaya mismo, sino en contra de las aspiraciones del pueblo de darse una verdadera democracia, que incluyera, en el accionar fundamental del Estado, al pueblo mismo, a los marginados de la democracia, como el sujeto esencial, y a la miseria como el enemigo jurado. 
 
Ese compromiso con la defensa de la verdadera y auténtica democracia lo demostró el pueblo yendo a las calles por más de un año, cotidiana y espontáneamente, para elevar su protesta y su desaprobación al golpe de Estado, recibiendo como respuesta la agresión de la policía y del ejército, que ahora mismo están en la picota al destaparse la olla de criminalidad y corrupción que campea en esas instituciones sin que exista quien les ponga coto. 
 
Ese estar en pie en contra de la dictadura micheletista tuvo como respuesta la agresión con gases lacrimógenos, el apaleamiento de los manifestantes y la muerte, sin que hasta ahora se hayan encarcelado a los criminales de muchos compatriotas por el solo hecho de estar en contra de la usurpación de poder por parte de los militares y de Micheleti y su pandilla, incluidos cardenales y pastores.
 
La respuesta internacional de condena al golpe de Estado no se hizo esperar y la misma Comisión de la verdad no tuvo más opción de que aceptar el putch, que sus protagonistas disfrazaron como sucesión constitucional, como verdadero golpe de Estado.
 
Los cuatro camisetas blancas, pagados con cuatro pesos esquilmados al erario público –el grueso de la plata está en los bolsillos de los dirigentes golpistas- pronto amainaron, en la medida en que se agotaron los fondos que le daban vida y aliento.

Honduras y Nicaragua han sido dos de los países mas agredidos por la prepotencia norteamericana, agresiones a las que se han opuestos sus pueblos llenos de orgullo nacional. En Nicaragua, con William Walker, con Somoza –asesino de Sandino- y con la contra que derramó mucha sangre de jóvenes nicaragüenses y que dejó serias secuelas en Honduras. 
 
En Honduras, quisieron hasta robarnos las ruinas de Copán (tenían listo un plan que inició con la compra del monumento por $50.00 y que pretendía cortar en pedazos las estelas para poder transportarlas), la imposición de Presidentes, las invasiones por parte de los marines, la imposición de los tratados onerosos con las compañías bananeras, la invasión a Guatemala –desde Honduras- para derrocar el gobierno legítimo de Árbenz, el apoyo al gobierno salvadoreño para que invadiera a Honduras, el apoyo a los regímenes militares golpistas, el sustento para Álvarez Martínez y su política de asesinato, persecución y desaparecimiento y de respaldo total a la contra nicaragüense, convirtiendo a Honduras en una republiqueta alquilada, y, por último, el respaldo solapado que dieron al golpe de Estado en contra de Zelaya.

Ortega no se ha entregado a Cuba, ni a la Unión Soviética, ni a Libia, ni a Chávez -¡vaya obsesión que desvela a muchos!-, simplemente ha hecho uso del derecho de su pueblo a tener relaciones amistosas con todo el mundo, sobre todo con aquellos países que muestran interés por ayudar a que nuestros pueblos salgan de la miseria y el abandono. 
 
Bien hace Ortega asociándose con Chávez, porque la cooperación prestada por Venezuela ha hecho que los nicaragüenses hayan dado pasos positivos en la reducción de la pobreza.
 
Tan cierto es esto que los nicaragüenses han dado un respaldo arrollador a su presidente en las elecciones. Decir que los nicaragüenses venden su conciencia es irrespetar la dignidad de un pueblo, porque estoy plenamente seguro de que quien esto afirma no tiene las pruebas irrefutables en su mano.

Honduras si ha sido un vecino incómodo. Permitió el uso de su territorio para invadir a Guatemala, con el pretexto de una mentira elaborada por el Departamento de Estado norteamericano para evitar una profunda Reforma agraria en ese país y el avance hacia una democracia destinada a sacar a Guatemala del fango en que aún se encuentra tras los regímenes sanguinarios presididos por militares. 
 
Incómoda ha sido, igualmente, la vecindad de Honduras con Nicaragua, cuando los regímenes de Suazo Córdoba y de Azcona alquilaron el territorio nacional para albergar a la Contra nicaragüense, aupada y sostenida por los norteamericanos con dineros obtenidos mediante el tráfico de estupefacientes y que convirtió a Honduras en un país sumamente inseguro y en edén de los narcotraficantes (la situación actual son polvos de aquellos lodos, sobre todo el alto número de AK que está en manos de la delincuencia hondureña). 
 
Un grupo heroico, encabezado por el Doctor Reyes Mata, intentó, con las armas en la mano, salvar a Honduras de la mano sanguinaria de Álvarez Martínez. Estaban en desventaja, para desgracia de Honduras, y su fin no fue el ridículo –¡válgame Dios, por la osadía de quien dice esto!- sino el ensañamiento criminal en contra de esos patriotas que fueron ultimados, según me lo contó, en mi clínica, un soldado lleno del orgullo de un asesino sin remedio que participó en esa masacre, por el mismo Álvarez Martínez quien le disparó en la cabeza al Dr. Reyes Mata y al padre Guadalupe Carney, en ese momento, prisioneros de las gloriosas Fuerzas Armadas de Honduras.

Que somos vecinos incómodos, no cabe la menor duda. Pero esta culpa no es del pueblo de Honduras que ha sido y será siempre noble. Los responsables son quienes siempre, desde los puestos de mando de la nación, han doblado la rodilla frente al amo extranjero llamado Estados Unidos de América. Por eso, sepan los guatemaltecos y los nicaragüenses que en los hondureños tienen a sus hermanos en la lucha por una democracia auténtica.

Por Víctor Manuel Ramos

Tercera Información.

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