
El mundo de Vargas Llosa no es igual al mundo real.
Su peculiar mirada, autodeclarada ultra liberal, es, como mínimo, peculiar.
Hoy, su
editorial lo presenta en la Feria Internacional de Guadalajara.
Hasta llegar allí, Vargas Llosa se ha paseado por Panamá y por ciudad de México, donde la élite lo ha premiado y alabado.
Hasta llegar allí, Vargas Llosa se ha paseado por Panamá y por ciudad de México, donde la élite lo ha premiado y alabado.
Una periodista
panameña titulaba así un perfil ‘humano’ del premio Nobel peruano: “Un
hombre de este mundo”. La aclaración era ‘necesaria’ por si alguien
pensaba que ser Nobel y tener la clarividencia alejaba de la realidad.
Vargas Llosa participaba de la reunión de las Academias de la Lengua
española y había recomendado a los vetustos guardianes de la pureza
lingüística que “escucharan a la calle” para enriquecer su trabajo. Sin
embargo, Vargas Llosa pisó poca calle.
En Panamá fue recibido con
honores por el presidente, Ricardo Martinelli, enredado en múltiples
escándalos de corrupción, denunciado por violación de Derechos Humanos y
por abuso de poder. Martinelli le impuso la orden Vasco Núñez de
Balboa, que lleva el nombre del sanguinario conquistador, y destacó el
orgullo que es para Panamá condecorar al escritor.
En ese mismo acto, el
presidente de la Asociación de Academias de la Lengua Española, José
Manuel Blecua, quien dirige también la Real Academia Española, entregó a
Martinelli la medalla de esa institución. Quedará en los archivos.
A
cambio de la condecoración de Martinelli, Vargas Llosa dijo que tener
la impresión “de que Panamá vive un periodo muy positivo de desarrollo
económico” y alabó la democracia frente la “vergüenza autoritaria” de
Cuba. La isla nubló su visión periférica también en México.
“México ha tenido el gran coraje de enfrentar un problema que no es mexicano, sino latinoamericano y en buena parte mundial, que es el problema de narcotráfico"
El mismo día que la Corte Penal
Internacional (CPI) recibía una denuncia contra Felipe Calderón,
presidente de México, varios de sus ministros y el jefe del cártel de
Sinaloa, Vargas Llosa recibía en ciudad de México el premio “Una vida
por la Libertad”, que otorga el Grupo Salinas. Allí se deshizo en
elogios al gobierno de Calderón por enfrentar “de manera resuelta la
bestia del narcotráfico”.
“México ha tenido el gran coraje de enfrentar
un problema que no es mexicano, sino latinoamericano y en buena parte
mundial, que es el problema de narcotráfico, una de las fuentes más
peligrosas de la corrupción que está socavando las instituciones
democráticas en muchos países”.
Ni una palabra sobre las más de
35.000 víctimas mortales que ya ha dejado la llamada “Guerra contra el
narco” de Calderón, ni una palabra sobre la corrupción en el Estado
mexicano o sobre las denuncias de las defensoras y defensores de Derechos Humanos acosados por las fuerzas de seguridad y los paramilitares de ese país.
Con
la presencia de representantes del Gobierno y de la Iglesia católica,
el escritor insistió: “Nuestros países se quedaron rezagados y han
vivido en buena parte de su historia republicana en la violencia, en la
pobreza y sometidos a gobiernos dictatoriales.
Afortunadamente, las cosas comienzan a cambiar, es verdad que América Latina tiene todavía algunos ejemplos de esa horrible tradición autoritaria, de violencia, represión, de miedo, como es el caso de Cuba”.
Afortunadamente, las cosas comienzan a cambiar, es verdad que América Latina tiene todavía algunos ejemplos de esa horrible tradición autoritaria, de violencia, represión, de miedo, como es el caso de Cuba”.
Antes, en Panamá,
ya había abogado por conseguir que los latinoamericanos “sean ciudadanos
cultos, sensibles y dotados de imaginación”, lo que, en lectura
inversa, significa que los actuales latinoamericanos son incultos,
insensibles y limitados en su imaginación.
Sus buenos propósitos los hizo públicos al recibir el título de doctor honoris causa por una de las decenas de universidades privadas de Ciudad de Panamá.
Sus buenos propósitos los hizo públicos al recibir el título de doctor honoris causa por una de las decenas de universidades privadas de Ciudad de Panamá.
Un tipo normal
Vargas
Llosa, nacionalizado español en 1993 tras perder las elecciones
presidenciales de Perú en 1990, vive a caballo entre Reino Unido y
España. Durante las entrevistas en Panamá se quiso dibujar como un
hombre común.
Y como todo hombre común contó que forja su criterio en
base a la lectura de Le Monde, El País, Financial Times y The Economist;
que la fiesta no le interesa mucho:
“Nunca he sido bohemio... nunca me
interesó ni tuve tiempo para ello.
Voy a los cafés, pero a trabajar...”;
y que, como todo hombre común se interna una vez al año en una clínica
privada de Marbella, balneario de descanso de jeques árabes y farándula
española, para ayunar 17 días tras los cuales pasa otros 4 a punta de
sopitas.
“Es una limpieza extraordinaria”, pero no es buena para el
trabajo intelectual, explica, “porque la concentración se debilita
muchísimo, y la memoria también se ve afectada”
Al final, Vargas
Llosa deja su legado de pensamiento, su compromiso con la “dimensión
ética y la dimensión moral de la cultura, porque el puro pragmatismo no
basta para preservarnos de la catástrofe a la que nos puede llevar la
pura ciencia”.
En alguna de sus intervenciones, y ejerciendo su
ciudadanía española, el premio Nobel, se mostró contento y “esperanzado”
con la nueva mayoría absoluta del Partido Popular en España, aunque
unos días antes de las elecciones del 20 de noviembre en la Península
Ibérica se había declarado votante del partido UPyD (Unión progreso y
Democracia), de declaradas intenciones españolista y ambigüa definición
frente al tema de la inmigración.