Despues de haber sobrevivido el naufragio somocista del 19 de Julio
de 1979, el momento más glorioso de nuestra historia, la oligarquía
criolla y la burguesía chapiolla nicaragüenses, iniciaron un lento,
largo, doloroso y traumático proceso de agonía que hoy llegó a su final.
Esta madrugada, los responsables de la unidad de cuidados intensivos
del hospital conocido como Consejo Supremo Electoral, nos dieron la
fatal noticia: la oposición antisandinista de las paralelas históricas
timbuco-calandracas, finalmente expiró pacíficamente, sin un solo muerto
y sin derramamiento de sangre.
El güegüense, ese irónico personaje de la picardía folklórica
nicaragüense, tantas veces invocado por el candidato que solo violencia
ofrecía en sus discursos, votó por Daniel Ortega, aún en la JRV de la
comarca de El Galope.
El güegüense no votó por la Casilda, ni por Cara de Lara, ni por
Aniceto Prieto, mucho menos por la Gerardona, la ramera rufiana de 300
libras del estanco de El Galope.
La comadre de la Gerardona, la
Silvanona,la otra meretriz de cantina de El Galope tampoco logró
hechizar al famoso güegüense por mucho que le coqueteó meneando como
lancha del gran lago, sus voluminosas posaderas.
La muerte política de las paralelas históricas, que por 200 años
saquearon el país e impusieron su cultura, su ideología, sus rotativos,
sus maltratos a los peones agrícolas, sus humillaciones al proletariado y
su arrogante riqueza mal habida, fue certificada legalmente ante los
oficios notariales del doctor Filiberto Ñurinda Vásquez, reconocido
leguleyo de El Galope.
El implacable juicio de la historia cayó de manera irreversible la
madrugada del 7 de noviembre de 2011. Los potentes resplandores de
miles y miles de resplandecientes tejas de zinc de las casas de los
históricamente marginados, de los despreciados de la tierra,
enceguecieron a los “sectores democráticos” que no pudieron o no
quisieron ver la debacle que venia, tan obvia para los humildes.
Treinta y dos años después del derrocamiento de la “invicta” guardia
somocista, los chigüines de la EEBI, continúan jurando hasta con los
dedos de los pies, que nunca fueron derrotados. Hoy le toca el turno a
la Oligarquía de no reconocer que ha sido derrotada por el pueblo.
Dicen en El Galope que los muertos salen y asustan a quienes les
adversaron en vida. La Guardia Nacional fue muerta y sepultada aquel
glorioso 19 de Julio de 1979, pero como en los cuentos de tierra adentro
de Pancho Madrigal, la G.N. se reagrupó y apareció el fantasma de la
Contra, espanto somocista fulminado en La Haya, velado en Sapoá y
enterrado mediante un protocolo de transición bajo los oficios de Jimmy
Carter.
Imitando fielmente el guión de la G.N. somocista, los sobrevivientes
del naufragio del 79, hoy no reconocen su derrota y así como “la
guardia” culpó a Estados Unidos por su derrota, hoy la Oligarquía culpa a
la OEA y a Hugo Chávez por la estocada mortal que le propinaron los
nietos de los mozos de haciendas y las nietas de las domesticas que
ellos mismos humillaron por generaciones.
En un escalofriante “retorno de los brujos” las clases dominantes
mortalmente golpeadas en 1979, recuperaron el poder en 1990. Como
buenos perdedores, pero más que todo, comprendiendo que el voto del 90 a
favor de doña Violeta, no era un voto antisandinista, sino un voto a
favor de la paz, los Sandinistas, derramamos nuestras lágrimas y
reconocimos nuestra derrota.
Esa magnanimidad, esa resignación cristiana, esa madurez política,
ausente hoy en el bando de las plañideras, es la que hace falta en
Nicaragua. Todas las encuestas, aun las pagadas por ellos mismos, les
mostraron lo que decía “la escritura en la pared”.
Irá la Oligarquía criolla a reconocer su derrota con madurez y
dignidad o va a seguir el libreto de la ”invicta” guardia nacional, la
cual con crueldad y arrogancia ensombreció al país con la guerra de
agresión de los 80s, la más sangrienta, la más prolongada, la mas
inmoral e ilegal guerra jamás registrada en los anales de nuestra
historia?
Todos los analistas de todos los signos ideológicos coinciden
plenamente en que aquella traumática madrugada del 26 de Febrero de
1990, cuando con rostro grave, apareció el comandante Ortega
reconociendo su derrota, estaba despojándose del traje de guerrillero
para estrenar el de estadista.
Podrán la Oligarquía criolla y la burguesía chapiolla reconocer que
la Nicaragua de hoy y sus nuevas generaciones ya no creen en cuentos de
tierra adentro, ni en espantos que asustan la negra noche de El Galope?
Van a imitar a sus correligionarios de la constabularia que nos
impusieron los gringos y se van a organizar para que “siga la lucha”
transformándose en esos fantasmas guerreristas que cual espantos del
pasado, intenten retornar a esas etapas del pasado, remanentes de una
vieja historia?
La oligarquía antisandinista, tiene en estos momentos la oportunidad
de oro, al admitir su derrota al igual que Ortega en su momento de
agonía en 1990, de convertirse en una clase patriótica, coadyuvante de
la nueva Nicaragua o marchar inexorablemente, al igual que el somocismo,
al basurero de la historia.
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